Chicago, Illinois.

Chicago. Educar sin miedo

Los jóvenes de los años cincuenta en Europa y los de hoy en EE.UU. Un desafío similar. ¿Cómo responder? En la presentación de la biografía de Giussani, un teólogo y un decano, Timothy P. O’Malley y Conor Hill, se confrontan a la luz de su método
Thomas Olp

“Educación: libre y sin miedo”. Este fue el título del diálogo entre Alberto Savorana, periodista y autor de The Life of Luigi Giussani; Timothy P. O’Malley, teólogo y director del Notre Dame Center for Liturgy; y Conor Hill, decano de la Chesterton Academy of the Holy Family, una escuela superior católica en la periferia de Chicago. La moderadora del encuentro fue Silvia Guslandi, del departamento de Lenguas Romances y Literatura en la Universidad de Chicago.

Leyendo la biografía con sus amigos, Guslandi se dio cuenta de que el método con el que Giussani aborda la educación «es una contribución que ha ofrecido al mundo con su ministerio». El sacerdote italiano experimentó en primera persona la atrofia de la motivación y el compromiso religioso de los alumnos de enseñanzas superiores en el Milán de los años cincuenta. Ella misma y sus amigos veían que la situación allí descrita era muy similar a la de los chavales de hoy en todo el mundo y en la Iglesia.

Al profundizar en el pensamiento del fundador de CL, en su intento por comprender y buscar respuestas a esa situación, con todo lo que nació del movimiento, se dieron cuenta de que sus ideas conservan aún hoy un gran interés e importancia. La moderadora citó como ejemplo la intuición profética de Giussani –mucho antes de la llegada de internet– de que «nunca antes el ambiente había sido tan capaz de invadir las conciencias de una forma tan despótica». El diálogo que siguió supuso un paso adelante para comprender cómo los educadores pueden situarse hoy en un contexto cada vez más secularizado y qué contribución puede ofrecer su mirada.

Alberto Savorana, Silvia Guslandi, Timothy P. O’Malley y Connor Hill

Hill afirmó que la contribución más original de Giussani a su formación podría resumirse en dos expresiones: «vivir intensamente lo real» y «el cristianismo como acontecimiento». Contó que, en un curso universitario de Introducción al Cristianismo impartida por Regis Martin, se encontró con un modo de hablar de la fe cristiana como nunca había oído antes. Martin proponía la figura de Cristo de un modo fascinante, citando a T.S. Eliot, Gerard Manley Hopkins, Charles Péguy y otros poetas. Don Giussani hacía uso de la poesía, del arte y de la música de la misma manera, para estimular a sus alumnos. Aquella clase despertó en Hill una curiosidad por el cristianismo que más adelante se confirmó en otro curso, esta vez con Antonio López, titulado “Jesu, dulcis praesentia”, en el John Paul II Institute de Washington D.C. Fue ocasión de una segunda conversión en la vida de Hill al descubrir la belleza de la fe católica.

Por su parte, O’Malley narró cómo conoció a Giussani, por la invitación de unos alumnos que habían leído Educar es un riesgo en un seminario durante el doctorado. Inicialmente escéptico ante los textos modernos de Filosofía de la Educación, se sorprendió tomando en consideración aquel enfoque: un camino alejado del secularismo y del sectarismo, orientado hacia la realidad y al mismo tiempo consciente del hecho de que la Revelación tiene una expresión propia en el mundo. De esta forma, O’Malley comprendió que la cuestión no era asumir una identidad de experto, sino implicar toda su persona, libremente, al educar.

Savorana y Guslandi

Savorana señaló que durante toda su vida Giussani consideró la educación como el punto de central de cualquier sociedad, porque el futuro de esta depende de la capacidad de los adultos para comunicar un significado, una esperanza y una certeza a las generaciones futuras. Una sociedad que no es capaz de esto se condena a muerte a sí misma. «Don Giussani dedicó su vida a comunicar la “razonabilidad” de la fe: no un sentimiento ni una emoción, sino algo concreto, que corresponde a las necesidades y deseos más profundos». Tal como aprendió de sus maestros, prosiguió Savorana, «desde su juventud siempre indicó que la respuesta para todos aquellos que viven intensamente la realidad, buscando la Verdad, la Belleza y el Bien, es el Verbo hecho carne, es decir, la Verdad, la Justicia y el Bien hechos carne».

Según el autor de la biografía, el fundador de CL transmitió este método ayudando a sus alumnos a aprender a juzgar por sí mismos, a verificar la verdad de lo que oyen. Un auténtico acto de amor. «Se trataba de reclamarles a usar el criterio que llevan dentro de sí mismos para que puedan juzgar el camino hacia la Verdad, el Bien y la Belleza, y animarles a no desear menos que ese destino». Es la única manera de hacerse adultos, y eso se debe ver en la plaza pública, no en “refugios” donde todos estén de acuerdo. De hecho, la gente vive en un mundo en el que viven otros con convicciones distintas. «El cristianismo», añadió Savorana, «se debe transmitir por atracción, no se puede “enseñar” en primera instancia como una doctrina o dogma».

Guslandi les preguntó por los desafíos a los que se enfrentan los educadores actualmente. Hill reconoció la dificultad que experimenta a veces para transmitir su fe, y las dudas que le surgen sobre su capacidad para ser una presencia y una propuesta para sus alumnos. O’Malley, en cambio, insistió en la necesidad de hacer comprender a los jóvenes que lo que les enseña la cultura mundana –«el objetivo de la educación es la producción económica y la obtención de riqueza»– no es verdad, y que una vida plena puede implicar una carrera, pero también una vocación de padre y madre.

El diálogo concluyó con las respuestas a otra pregunta: «¿Qué es la cultura?». Para O’Malley, el término “cultura” deriva de “culto”, que indica la vitalidad que hace que la vida esté llena de significado y sea digna de ser vivida. Savorana citó un episodio en el que Giussani contaba que, yendo de camino a la iglesia con su madre muy temprano, con el frío matutino, ella se detuvo un instante y dijo: «¡Qué bello es el mundo y qué grande es Dios!». Ella, terminó diciendo Savorana, «tenía un fuerte concepto de la cultura: el modo en que cada cosa, hasta la belleza del cielo y el viento helado, tiene relación con Dios». Cultura es vivir concretamente la relación entre todo lo que existe y Dios.