Qué es CL

La propuesta cristiana como una aventura en la vida

Una fe vivida en comunión es el fundamento de la auténtica liberación del hombre. Nacido en Milán en los años cincuenta, el Movimiento está presente actualmente en noventa países.
Comunión y Liberación es esencialmente una propuesta de educación en la fe cristiana. Una educación que no acaba a una determinada edad, sino que continúa siempre, porque siempre se renueva y se profundiza. Lo mismo ocurre con el Evangelio que, a pesar de ser escuchado mil veces, revela siempre aspectos nuevos. Es lo que sucede en la experiencia del amor humano, en la creación artística e incluso en la simple vida diaria. La búsqueda de la verdad, la belleza, la justicia y la felicidad no se agota nunca. Lo mismo se da con la educación en la fe que hace del cristianismo una aventura en la vida y no una simple “preparación” para la vida.

Audiencia del papa Francisco a CL, 15 de octubre de 2022 (Foto Massimo Quattrucci/Fraternità CL)

El hecho cristiano
¿De dónde nace y por qué nace una experiencia como CL? He aquí lo que don Giussani escribió a Juan Pablo II en 2004: «No solo no pretendí “fundar” nada, sino que creo que el genio del movimiento que he visto nacer consiste en haber sentido la urgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos fundamentales del cristianismo, es decir, la pasión por el hecho cristiano como tal, en sus elementos originales y nada más. Quizá sea justamente eso lo que ha abierto imprevisibles posibilidades de encuentro con representantes del mundo judío, musulmán, budista, protestante y ortodoxo, desde Estados Unidos hasta Rusia, en un impulso por abrazar y valorar todo lo bello, bueno y justo que hay en cualquiera que viva una pertenencia».



En primer lugar, la razón
Así sucedió entonces y sigue sucediendo hoy. Don Giussani comienza su actividad de “educador en el cristianismo” en 1954, cuando entra como profesor de religión en un liceo estatal de Milán, el Berchet, «con el corazón lleno del pensamiento de que Cristo es todo para la vida del hombre». Sorprende a los estudiantes con una propuesta que se dirige en primer lugar a su razón y a su libertad, con una invitación al encuentro con la belleza –música, poesía, naturaleza– y con su capacidad de tocar las cuerdas más profundas del corazón humano, las exigencias fundamentales que lo constituyen.



Un método para juzgar
Con estas palabras Giussani sintetiza el contenido y la finalidad de su propuesta: «Desde mi primera hora de clase les dije: “No estoy aquí para que consideréis como vuestras las ideas que os voy a dar, sino para enseñaros un verdadero método para juzgar las cosas que os voy a decir. Y las cosas que os voy a decir son una experiencia que es el resultado de un largo pasado: dos mil años”. El respeto por este método caracterizó desde el comienzo nuestro compromiso educativo, indicando con claridad su finalidad: mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida. Por mi formación en la familia y en el seminario antes, y por propia meditación después, me había persuadido profundamente de que una fe que no pudiera ser percibida y encontrada en la experiencia presente, y confirmada por ella, que no fuera útil para responder a sus exigencias, no podía ser una fe capaz de resistir en un mundo donde todo, todo, decía y dice lo contrario. (...) Mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida y, por consiguiente –este “por consiguiente” es importante para mí–, demostrar la racionalidad de la fe, implica un concepto preciso de racionalidad. Decir que la fe exalta la racionalidad quiere decir que la fe corresponde a las exigencias fundamentales y originales del corazón de todos los hombres» (L. Giussani, Educar es un riesgo, Encuentro, Madrid 2006, p. 19).

«No estoy aquí para que consideréis como vuestras las ideas que os voy a dar, sino para enseñaros un verdadero método para juzgar las cosas que os voy a decir. Y las cosas que os voy a decir son una experiencia que es el resultado de un largo pasado: dos mil años»


Los factores educativos
El método educativo de don Giussani se puede sintetizar en cinco factores:
  • El acontecimiento de un encuentro: quien conoce el Movimiento se topa con una experiencia reconducible a la fe trasmitida a lo largo de los siglos por la Iglesia católica. El encuentro con el acontecimiento que la vehicula genera una experiencia y una correspondencia con lo humano insospechada e impensable.

  • La lealtad con la tradición: para educar es preciso proponer adecuadamente el pasado. Sin conocer el pasado el joven carece de un punto de referencia con el que establecer una comparación.

  • La autoridad: solo se puede proponer a los jóvenes el pasado si se les ofrece dentro de una vivencia presente, que destaque su correspondencia con las exigencias últimas del corazón. Esta es la tarea propia de la autoridad, de personas que conscientemente viven y proponen la tradición comunicando sus razones adecuadas.

  • Una educación en la crítica y en el trabajo de verificación personal: la propuesta concebida así debe ser luego verificada personalmente, es decir, comparada con las propias exigencias elementales y evidencias últimas. Solo así, en el impacto con el ambiente y la realidad entera, podemos no ser alienados ni homologados por la cultura dominante.

  • El riesgo implicado necesariamente en el ejercicio de la libertad: la confrontación con el mundo expone a los jóvenes al riesgo de opciones y orientaciones distintas de las que ofrece el educador. Dicho riesgo es inevitable y necesario para que la personalidad madure realmente y la libertad se ponga plenamente en juego.



Noventa países
Nace a su alrededor una comunidad de jóvenes que asume el nombre preexistente de Gioventù Studentesca. El nombre actual, Comunión y Liberación (CL), aparece por primera vez en 1969. Refleja la convicción de que el acontecimiento cristiano, vivido en comunión, es el fundamento de la auténtica liberación del hombre.
En los setenta el Movimiento se difunde en numerosas universidades, institutos y entre los adultos, sobre todo en Italia, aunque no faltan presencias en el extranjero, a partir de la histórica “misión” de los primeros chicos de GS en Brasil, comenzada ya en el decenio anterior.
En los años ochenta y noventa, también gracias a la invitación que Juan Pablo II dirigió al Movimiento a llevar «a todo el mundo la verdad, la belleza y la paz que se encuentran en Cristo Redentor», se desarrollan numerosas comunidades, desde Kazajistán a EEUU, desde Uganda a Irlanda.
Actualmente CL está presente en unos noventa países en los cinco continentes.
Don Giussani muere en 2005. Desde entonces y hasta 2021, le sucedió Julián Carrón, indicado por él mismo. Tras la dimisión de Carrón, desde el 27 de noviembre de 2021 Davide Prosperi es presidente de la Fraternidad de CL.



La Escuela de comunidad
El instrumento “educativo” fundamental que se propone a los miembros del Movimiento es la Escuela de comunidad, que consiste en la lectura y meditación personal de un texto, al que siguen después encuentros comunitarios –en grupos que pueden ser pequeños o grandes– que se celebran en lugares públicos o en viviendas familiares.
El método de este trabajo es una comparación continua entre la propuesta cristiana y la propia vida, para comprobar constantemente –a la luz de la experiencia– la capacidad que dicha propuesta tiene para responder a las exigencias del hombre en su relación con cualquier aspecto de la realidad.
De 2009 a 2021, todas las comunidades en Italia y en el resto del mundo podían seguir por conexión audiovisual la Escuela de comunidad mensual con Carrón. Esta posibilidad y los apuntes disponibles ofrecían una valiosa ocasión para aprender el método de este camino de educación y profundización.



Una estructura sencilla
El Movimiento es una propuesta de vida y para la vida. Además de la Escuela de comunidad, se proponen distintos gestos e instrumentos orientados a la educación personal y comunitaria: el seguimiento del Magisterio papal, la oración y la lectura bíblica, los Ejercicios espirituales, el canto, las peregrinaciones y el Vía Crucis en el tiempo cuaresmal, la acción caritativa, los encuentros con algunas expresiones artísticas, los “carteles” de Navidad y Pascua de resurrección, el fondo común, las vacaciones comunitarias.
Todo ello siguiendo la libre participación de cada persona («he apostado todo por la libertad», solía decir don Giussani). No se prevé ninguna adhesión formal.
Esto se refleja también en la organización del Movimiento, muy sencilla y reducida. Los grupos de Escuela de comunidad se crean libremente, a nivel territorial o por ámbitos, de la misma manera que existen las “Diaconías” (término que se remonta al cristianismo de los primeros siglos), compuestas por varias personas comprometidas al servicio de las comunidades locales, de forma totalmente gratuita. Periódicamente se celebran “asambleas de responsables” en los diversos continentes y una reunión internacional anual.
Junto con la página web en cinco lenguas y numerosas versiones nacionales, Tracce (Huellas) la revista oficial del movimiento, publicada en papel y en digital en distintos idiomas y formatos, es el instrumento fundamental que narra la vida del Movimiento y de su presencia en el mundo.

Por la propia vocación
La experiencia cristiana madura la conciencia de que todos vivimos en el mundo por una “llamada”, a cada uno se le asigna una tarea, una vocación que se manifiesta en las circunstancias de la existencia y en los acontecimientos que la determinan. Por eso, en el cauce del carisma de don Giussani, han nacido con el tiempo distintas formas asociativas destinadas a sostener al adulto cristiano en las diferentes condiciones de su vocación personal: laicos, religiosos y religiosas, sacerdotes diocesanos y sacerdotes misioneros.
De entre todas estas formas, la más universal es la Fraternidad de Comunión y Liberación, reconocida por la Iglesia en 1982 como ámbito en el que los inscritos se comprometen a vivir la fe como camino hacia la santidad, según el método trazado por don Giussani. Se puede decir que la Fraternidad, que prevé una inscripción formal y la adhesión al Estatuto, es el modo en que cada adulto afirma su responsabilidad personal y su compromiso en la vida del Movimiento.
Actualmente la Fraternidad cuenta con alrededor de 60.000 miembros en todo el mundo.



La contribución a la ciudad de todos
Muchos han oído hablar del Meeting de Rímini o del Banco de Alimentos. Se trata de iniciativas creadas por miembros del Movimiento. Son tan solo dos ejemplos de una sorprendente creatividad social que ha caracterizado desde siempre la historia de CL.
Pero es necesario tener muy claro que las así llamadas “obras de CL”, en realidad, son obras de “algunos miembros de CL”, en el sentido de que son fruto de la libre y autónoma iniciativa de las personas, tanto individuos como grupos.
¿Qué significa esto?
Significa que la finalidad única de Comunión y Liberación es testimoniar en qué sentido el acontecimiento cristiano responde de manera más plena y verdadera a las exigencias humanas; por eso la persona educada en la fe se ve animada a asumir su responsabilidad social y compromiso civil. Este es el origen de muchas actividades en todos los campos que, en ocasiones, han adquirido dimensiones muy relevantes, como demuestran los más de cien mil voluntarios que cada año participan en la “Colletta” (la jornada nacional de recogida de alimentos para los pobres organizada por el Banco de Alimentos italiano) o el prestigio internacional del Meeting de Rímini. Se trata del fruto de la pasión del adulto cristiano por trabajar en cualquier ámbito de la vida social, aportando con entusiasmo su contribución a la ciudad de todos: en la cultura, la educación, las situaciones desfavorables, el sostenimiento de los jóvenes y de las familias, la actividad económica y laboral, los compromisos administrativos y políticos.

El presidente de la República italiana Sergio Mattarella en el Meeting de Rímini de 2016