Denver, Colorado

Denver. «Cristo, respuesta a la necesidad del hombre»

«Entender a don Giussani? Solo es posible conociendo al pueblo que ha generado». Lo afirma con rotundidad el vaticanista John Allen Jr., que presentó la biografía del fundador de CL con J.D. Flynn, director de la Catholic News Agency
Jonathan Ghaly

«Tengo que deciros tres palabras para vivir al máximo: “comprad este libro”. Es magnífico. Es extraordinariamente preciso y muy accesible, una narración verdaderamente humana de la vida de Luigi Giussani. Hablo como alguien que durante más de veinte años ha trabajado como vaticanista y se ha dedicado a la vida de la Iglesia en todo el mundo». Estas fueron las primeras palabras del famoso periodista John Allen Jr., director de Crux, corresponsal del National Catholic Reporter y de la CNN, y autor de once volúmenes sobre el vaticano y cuestiones de la Iglesia católica, durante su intervención del 15 de marzo en la Universidad de Denver, Colorado. «Si tuviéramos que hacer una lista con las diez personalidades católicas más importantes del siglo XX, seguramente allí estaría Luigi Giussani».

Allen confesó que, cuando trabajaba en Roma, intentó tratar de entender a los ciellinos, que siempre aparecían en las portadas de los periódicos, leyendo los libros de Giussani. «Después de leer cuatro o cinco páginas en cada libro, me daba cuenta de que no entendía de qué estaba hablando». Pero al año siguiente sucedió algo. Allen almorzó con monseñor Lorenzo Albacete, que le preguntó qué impresión tenía sobre Comunión y Liberación. Allen admitió con cierto embarazo que no entendía nada de los libros de Giussani, y le sorprendió la respuesta de Albacete: «¡Yo tampoco! Mira, Giussani es alguien a quien no se puede entender de verdad si prescindes de la comunidad que fundó. Si quieres entender a Giussani no empieces por los libros, empieza a conocernos». Así fue como Allen participó en el Meeting de Rímini, donde conoció a varios ciellinos. «Quedé fascinado, porque era un grupo de personas serias, intelectual y espiritualmente, no al estilo hosco de cristianos fanáticos, sino gente que vivía realmente con alegría el cristianismo. ¡Los de CL están contentos pero no locos! Tienen algo especialmente fascinante».



Otra figura que acrecentó el interés de Allen por Giussani fue el cardenal Joseph Ratzinger, que no solo citaba a menudo a Giussani, sino que cuando pasó a ser el papa Benedicto XVI quiso vivir con un grupo de consagradas de CL. «Si una persona inteligente y culta como Ratzinger ve que aquí hay algo valioso, entonces también a mí me merece la pena profundizar en ello», dijo Allen. «El mayor reconocimiento a Giussani por parte de Ratzinger fue la homilía pronunciada en su funeral, que él mismo se ofreció a celebrar», añadió, subrayando que la visión de Giussani era «fuertemente cristocéntrica», una visión «donde el cristianismo no es un sistema intelectual o una serie de afirmaciones, sino el encuentro con una persona, cosa que en el cristianismo actual parece que se ha perdido». Y reiteró el rechazo de Giussani a «reducir el cristianismo a un programa de acción social».

Allen también describió el encuentro de Giussani con el gran teólogo Hans Urs von Balthasar. Cuando Giussani le expresó su profunda afirmación por su trabajo, Balthasar respondió: «Sí, pero usted ha generado un pueblo». «Creo que Giussani ha dejado en herencia a la Iglesia universal tanto una comunidad profundamente arraigada en Cristo como un modo de vivir que ayuda a afrontar los desafíos de la experiencia humana con Cristo como principio fundante. Solo por esto la herencia de Giussani no solo merece ser entendida, sino que vale la pena meditarla, estudiarla, rezar por ella y valorarla, y gracias a Dios ahora tenemos un instrumento que nos ayuda a hacerlo».

J.D. Flynn, director de la Catholic News Agency, compartió las observaciones de Allen, con simpatía y confesando que él también intentó leer El sentido religioso hace años sin conseguir pasar de la quinta página. También para Flynn fue decisivo el encuentro con alguien. Contó la historia de un compañero de estudios bastante “beato” que conoció en el college de la universidad franciscana de Steubenville. «Este compañero era extremadamente devoto y austero, siempre rezaba el rosario, hacía adoración, probablemente se arrodillaba sobre un lecho de clavos…», y regañaba de vez en cuando a Flynn y a sus amigos, que no eran tan “beatos” con citas de la vida de los santos. Unos años después, ambos se acabaron trasladando a Denver y en una ocasión se encontraron. «Estaba distinto, se le veía feliz, y yo nunca antes le había visto feliz. Incluso me metí un poco con él y él ni se inmutó. Muy contento, me contó que se había encontrado con Cristo de una manera nueva, que había vuelto a transformar su vida, ayudándolo a mirarse a sí mismo, sus propios deseos, y a ver cómo Cristo correspondía con ellos, diciéndome que si Cristo no es una experiencia que te hace feliz quiere decir que falta algo. Y todo eso gracias a su encuentro con CL».

Lo más fascinante de la propuesta de Giussani, según Flynn, no está tanto en los conceptos que él enseñaba sino en la transformación que tiene lugar cuando entra en relación con aquellos que empiezan a seguirle. Esto cambia existencialmente la manera de mirarse uno mismo, la realidad, y el hecho de la Encarnación. Y todo eso solo se puede verificar dentro de la experiencia, no fuera.
Flynn siguió diciendo que Comunión y Liberación es necesario en la Iglesia de hoy porque «ofrece la contribución de una vida cristiana personal y familiar» a una Iglesia y a un mundo que han perdido esta experiencia fundamental. «Giussani es la forma providencial de que el hombre posmoderno, que no consigue entenderse a sí mismo ni a la realidad, pueda comprender el cristianismo, a través de una apologética del amor». Luego reflexionó sobre la escasez de obras de arte en la Iglesia americana, que en cambio se ha dedicado a «escribir libros que no queremos leer y producir películas que no queremos ver», y afirmó que uno de los motivos de su fascinación por Comunión y Liberación es que se trata de uno de los raros lugares en la Iglesia para los católicos que tienen dificultades «donde uno puede estar en relación y en camino junto con otros, aun teniendo más dudas y curiosidad que confianza y celo».

Alberto Savorana, el autor de The Life of Luigi Giussani, se mostró muy impactado por las intervenciones de los ponentes. «Me ha impresionado el hecho de que antes de conocer a Giussani os hayáis encontrado con algunos de los frutos de su carisma. Esta es la manera más adecuada de interpretar su legado. Lo que os ha llamado la atención es una humanidad distinta, un modo fascinante de vivir la vida de todos los días, no en un mundo extraño sino en este mundo». Ese era precisamente lo que quería Giussani –no un experimento sociológico, afirmó Savorana, sino una persona que porta un anuncio– cuando se dio cuenta de que incluso en el Milán predominantemente católicos de los años cincuenta «para los jóvenes la fe no tenía nada que ver con la vida de cada día, con las clases, el enamoramiento o el sufrimiento». El cambio radical llega para Giussani en el seminario, cuando descubre que «Cristo no era una teoría o una idea del pasado, sino la respuesta a la conciencia de su necesidad de belleza, verdad, bondad y felicidad... El cristianismo se le ofreció dentro de una amistad. Desde aquel momento, su único deseo fue compartir lo que había descubierto: Cristo como respuesta a las necesidades del hombre». Savorana citó también al papa emérito Benedicto XVI, subrayando cómo desde el inicio de su primera encíclica, Deus caritas est, aparece claramente su reconocimiento de la categoría de “acontecimiento” como la manera más eficaz de explicar la naturaleza del cristianismo. «Es algo que sucede, que no depende de nosotros, salvo el hecho de reconocerlo. Giussani repitió muchas veces que el cristianismo no se puede imponer, solo se puede encontrar», recordó Savorana, terminando con palabras de Giussani en una entrevista en los últimos años de su vida: «El protagonista de mi vida siempre ha sido Cristo».