Minneapolis, Minnesota

Minneapolis. La condición para ser humanos

La biografía de don Giussani llega a Minnesota. Un diálogo sobre la educación con el autor, Alberto Savorana, Marcie Stokman, madre de siete hijos, y el director escolar Jon Balsbaugh
Jacob Doty

«¿Qué tipo de educación puede generar un pueblo cristiano?». Es la pregunta inicial planteada por P.J. Butler, moderador del séptimo encuentro de presentación de The Life of Luigi Giussani en Minneapolis, Minnesota, el 16 de marzo. La pregunta iba dirigida a una mesa de ponentes formada por una madre, el presidente de un instituto escolar y el autor, todos ellos implicados en el campo educativo, cada uno desde su ámbito.

La conversación arrancó con Marcie Stokman, madre de siete hijos y fundadora del grupo de lectura Well-Read Mom. Empezó contando su encuentro con Comunión y Liberación y la fundación de lo que hoy es una especie de club de lectura a escala nacional. Tras conocer a varias personas del movimiento, les habló de sí misma y compartió con ellas algunas de sus preguntas sobre “cómo vivir”, y la respuesta de sus nuevos amigos fue: «Sigue tu corazón, toma en serio tu deseo, vive la realidad intensamente». Al principio, Marcie no entendía muy bien de qué le estaban hablando, pero con el tiempo empezó a ver poco a poco. «Comencé a descubrir que ser cristiana no significaba perder mi humanidad», afirmó. Como cuando, presa como era de la dedicación a sus siete hijos, cayó en la cuenta de que se estaba desgastando. Se lo contó a su amiga Elisabetta, y esta le dijo: «Las madre americanas pensáis que ser madre significa salir corriendo detrás de todas las cosas en las que se implican vuestros hijos. Cuida tu corazón, esa es la mejor manera de amarles». Aunque notó inmediatamente lo que su amiga decía era verdad, dentro de sí resonaba la pregunta: «¿Pero qué significa cuidar mi corazón?». Poco tiempo después, casi como respuesta a esa pregunta que tenía tan presente, su hija le preguntó un día casi a punto de llorar: «Mamá, después de acabar la universidad, ¿no existe ningún lugar donde las mujeres puedan verse para hablar concretamente del sentido de la vida?». Llevando en su corazón su propia necesidad y también la de su hija, a Marcie se le ocurrió la idea de empezar a leer juntas ciertos libros, pensando que tal vez podía ser una forma de cuidar de su propio corazón. Así fue como, a partir del corazón de unas mujeres, nació Well-Read Mom. Empezaron a quedar regularmente un grupito de mujeres y Marcie enseguida se dio cuenta de que «su corazón era exactamente igual que el mío». Una vez, en un encuentro del grupo, una de ellas dijo: «Soy investigadora científica, he tenido que pasar 84 exámenes para conseguir mi puesto, pero esto es un nuevo tipo de educación». «Hablaba de la educación del corazón», señaló Marcie. Entonces comprendió que «leer buena literatura educa el corazón, porque cuando puedo ver algo en mi imaginación, eso me ayuda a ser más consciente de las cosas concretas de mi vida, y yo cambio».

A. Savorana, P.J. Butler, M. Stokman y J. Balsbaugh

Después de una serie de preguntas de Butler, Alberto Savorana, autor de The Life of Luigi Giussani, estaba tan impactado por lo que se decía que pidió la palabra antes de que llegara su turno. Recordando cómo don Luigi Giussani, precisamente a través de la literatura, y especialmente a través de Giacomo Leopardi, descubrió a Cristo como centro de su vida. «No se trataba de una guía especial a la lectura, sino de una oportunidad para compartir y seguir el genio humano. A través de la literatura, don Giussani se dio cuenta de que Cristo es exactamente la respuesta a ese corazón del hombre». Luego contó cómo Giussani solía prestar un libro a todos los que iban a confesarse con él, y les pedía que lo leyeran y hablaran de él en la siguiente confesión. Hacía esto, explicó Savorana, «para ayudarles a tomar en serio su propio deseo».

Jon Balsbaugh, presidente del Trinity Schools Network, empezó planteando una cuestión importante, «cuál es el papel de una institución educativa a la hora de crear o promover una cultura donde los estudiantes puedan llegar a una fe cristiana robusta y estable». Balsbaugh subrayó una cita de la biografía de Giussani que dice: «es imposible hablar del cuerpo místico a personas que no saben lo que es, por ejemplo, el espíritu comunitario». Señaló tres consecuencias para la educación. «La primera es que siempre ha sido un error limitarse a ofrecer una doctrina y una educación religiosa a los alumnos, en una cierta franja de edad, sin una atención profunda a lo que les importa realmente en su vida». La tentación, según Balsbaugh, es pensar que simplemente necesitan más información. Pero el punto no es la información. «Hay un nivel más profundo, y en consecuencia hace falta una solución que esté a ese nivel más profundo». Para Balsbaugh, la segunda consecuencia de esta afirmación de Giussani es que «el cristianismo, hasta en sus formulaciones doctrinales, es y define una modalidad de ser humano». La educación al cristianismo debe ser, por tanto, una educación a la vida y a la humanidad entera. Luego avanzó el tercer punto, «captar hasta el fondo la condición humana es condición necesaria para comprender el cristianismo como algo distinto a un conjunto de doctrinas o prácticas». En definitiva, señaló que la educación, como Giussani reitera tantas veces, debe abrir a los estudiantes a afrontar la realidad de un modo más profundo. «Debemos estructurar nuestras escuelas de tal manera que sean un lugar rico en encuentros».

Para terminar, Savorana retomó la pregunta de Marcie Stockman sobre cómo los padres de Giussani le habían educado y cómo eso había incidido en él. «La relación con sus padres fue al mismo tiempo normal, como cualquier niño, y excepcional, porque ya desde pequeño él vivía la realidad con gran intensidad», afirmó Savorana, añadiendo que Giussani aprendió muchísimas cosas de su padre y de su madre. Por ejemplo, cuando el padre de Giussani, durante la crisis económica, «en una casa pobre en pan» (como dijo el entonces cardenal Ratzinger en el funeral), contrató a un cuarteto musical para que tocara un domingo para ellos. «Para su padre, la belleza era más importante que el pan». Savorana destacó también que el primerísimo punto para Giussani era «ser humano, es decir, consciente de uno mismo, y eso se aprende en la realidad, pues no hay otra manera de vivir, crecer, hacerse humano. Él descubrió a Cristo como vida de su vida en la realidad de su humanidad personal». Y añadió, hablando de la educación como “riesgo” en relación con la libertad del otro, que «no hay verdad que se pueda imponer, solo acoger». El método educativo de Giussani siempre ha ido orientado a «comunicar a Cristo no como una idea, una teoría, una doctrina, sino como una presencia, como el significado de la vida». El genio de Giussani, por tanto, radica en «un método para ser humanos en cualquier situación. No hace falta ninguna condición particular. La única condición es ser humanos, tener los ojos abiertos».