Foto Avsi/Andrea Signori

Una convivencia fecunda para el Líbano

Un país sacudido por el Covid y por una profunda crisis socioeconómica. En los campos de refugiados se trabaja para lograr que un pueblo vuelva a ponerse en marcha
Giorgio Paolucci

«Querida Teresa, me he roto una mano jugando con mis hermanos, pero no te preocupes, estoy bien. ¿Y tú qué tal estás en Italia? ¿Te da miedo el Covid? ¡Por favor, cuídate!». Mohamed es un niño sirio que viven con su familia en el campo de refugiados de Marjayoun, al sur del Líbano. También allí ha llegado el virus y Mohamed se ve obligado a permanecer en casa, que en su caso es una tienda de pocos metros cuadrados sin aseos. Pero le preocupan las noticias que llegan desde Italia, donde vive Teresa, que hace unos años se convirtió en su “madrina” a través de AVSI. En la carta que le escribe, dibuja una casa de colores que la protege, con las palabras “tu casa está a salvo”. Es el gesto sencillo y humanísimo de un niño que saca fuerzas del vínculo creado por una adopción a distancia, un abrazo que une a personas geográficamente alejadas. Teresa se queda conmovida e incrédula. Desde su tienda en el campo de refugiados, Mohamed piensa en ella. Le responde que está bien, que espera que algún día puedan conocerse, tal vez en Siria, cuando esta emergencia y la guerra que ha obligado a la familia de Mohamed a huir acaben.

Foto Avsi/Andrea Signori

Marjayoun es un distrito del Líbano en la frontera con Israel donde se concentra uno de los proyectos de AVSI para la campaña de este año que apoya a 1.200 niños con sus familias. «Durante el periodo de la emergencia que estamos viviendo, hemos reprogramado nuestras intervenciones para poder seguir garantizando el acompañamiento de estos niños, que en este momento necesitan aún más cuidado y atención», explica Chafica Abdou Kahale, responsable del proyecto de AVSI. La ayuda se destina sobre todo a niños libaneses, pero también hay sirios entre los beneficiarios: cursos de recuperación de inglés, francés, árabe, matemáticas (todo “en remoto”, con profesores que envían al teléfono de los padres los deberes que hay que hacer), reparto de material didáctico, comida y kits sanitarios. Además, un asistencia social promueve espectáculos de marionetas y un club de lectura de cuentos. «Para las familias se han activado dos líneas telefónicas de atención psicológica para ofrecer apoyo y consejo a las familias durante el largo periodo de cuarentena. También hemos organizado una campaña de sensibilización por WhatsApp, teléfono y redes sociales para difundir las normas higiénico-sanitarias impuestas contra el Covid19 y repartir alimentos entre las familias más pobres».

El Líbano vive una crisis económica y política muy dura, agravada por la llegada del Covid y la explosión del pasado 4 de agosto en el puerto de Beirut, que aparte de causar doscientas muertes y destruir cientos de edificios, ha provocado un efecto en cadena por todo el país, con actividades económicas bloqueadas y decenas de miles de desempleados. Más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza, lo que tensa aún más la relación entre la población local y los refugiados: un millón y medio de sirios y 300.000 palestinos, cifras que dada la situación complican aún más la prestación de servicios básicos.

AVSI, presente en Líbano desde 1996, trabaja desde 2006 en el distrito de Marjayoun, que hasta 2011 estaba habitado por seis mil cristianos y 25.000 musulmanes chiítas, a los que se sumaron, al comenzar el conflicto en Siria, diez mil refugiados musulmanes sunitas, procedentes en su mayoría de Idlib y que viven bajo el mandato de la UNIFIL, la fuerza militar de la ONU.

Además de responder a las exigencias esenciales de alimentación, atención sanitaria y educación, se promueven varias actividades generadoras de ingresos. «Con la emergencia de Covid, hemos implicado a grupos de mujeres en la producción de mascarillas que se entregan a los ayuntamientos, mientras los hombres trabajan en la actividad agrícola», explica Marina Molino Lova, responsable de AVSI en el Líbano. «Concretamente, dentro de unos meses se pondrá en marcha una iniciativa de colaboración con dos emprendedores locales, uno cristiano y otro chiíta, que se han comprometido a repartir una parte de la producción agrícola entre la parroquia y el ayuntamiento, que luego llegará a libaneses y sirios. El trabajo se paga según el método del “cash for work”: cada día son seis dólares (casi cincuenta mil liras libanesas)».

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Mientras tanto, en la zona continúa la construcción de la “Casa AVSI”, diseñada gratuitamente por el arquitecto italiano Mario Botta, destinada a convertirse en punto de referencia educativa, cultural y profesional para más de cien mil personas. «Sobre todo será el lugar donde testimoniar la posibilidad de una convivencia fecunda entre personas de credos y culturas diferentes», comenta Marina Molino Lova. «Es el mensaje que el Líbano, a pesar de tantas dificultades y contradicciones, lleva siglos transmitiendo al mundo entero. Ahora es más necesario que nunca».