Una voluntaria en el Palacio de Congresos de Rímini

La locura de lo posible

En este «momento vertiginoso de la historia», algunos flashes de una semana inédita recorriendo el camino de lo que “podía no estar y está”. «¿El despertar de lo humano? Está aquí, delante de nuestros ojos»
Alessandra Stoppa

«¿Por qué yo no lo he visto?». Todo un mundo se abre ante la pregunta del pensador español Mikel Azurmendi en uno de los diálogos más sorprendentes del Meeting. «Todo el problema está en ver». También ante una semana como esta, que no se podía dar por descontada. Unos días inéditos, llenos, y al mismo tiempo sacrificados e impactantes porque faltaba lo que siempre los ha animado: ríos de vida, miles de encuentros en carne y hueso, tan incalculables como racionados han sido este año, pues el Palacio de Congresos los iba aceptando uno a uno, con control de código de barras y medición de fiebre a la entrada y a la salida, mascarillas y distanciamiento social. Pero «el problema es no querer ver», como señalaba otro escritor español, J.A. González Sainz, en el precioso ciclo de de conversaciones titulado “Not too much to ask”. «Es importante mantener la tensión viva, hacia las cosas, hacia los hechos, hacia la realidad».

“Sin asombro, nos quedamos sordos ante lo sublime”. Los organizadores describen así la reacción de mucha gente ante el lema: ¿pero cómo se puede hablar ahora de “asombro”? En lo que el Papa define en su mensaje como «un momento vertiginoso de la historia», donde domina una «incertidumbre paralizante», como decía Mario Draghi en el encuentro inaugural, hay un aspecto que escapa de esa incertidumbre, seguía diciendo el expresidente del BCE: «nuestro compromiso ético», como «testimonia el Meeting, encontrando vigor en las dificultades». De hecho, cuando irrumpió esta crisis en marzo, algunos quisieron replantearse todo. «El cierre fue una reapertura», resume Bernhard Scholz, que ha estado al frente de esta special edition pero no se esperaba muchas de las cosas que ha visto. «La mayor sorpresa ha sido el Meeting en las calles». Más de un centenar de ciudades del mundo, desde Karagandá a Buenos Aires, donde la gratuidad creativa de algunos ha hecho que el Meeting llegara a muchos. Luego están los voluntarios, trescientos en vez de los tres mil de otros años, pero llenos de entusiasmo incluso a la hora de tener que hacer tareas aburridas, gastando sus vacaciones aquí, y las exposiciones, digitales y físicas, los invitados, los espectáculos, los conciertos, la radio y los talkshow repletos de actualidad, formatos nuevos, con nuevos problemas y nuevas energías.



«¿El despertar de lo humano? Lo tenemos aquí, delante de nuestros ojos». Julián Carrón empezaba así su conversación sobre la esperanza en Rímini (el texto íntegro se publicará en la revista Huellas de septiembre). «Nadie habría soñado con poder hacer el Meeting, poder expresar recursos ocultos que salen a la luz ante las dificultades. El despertar está sucediendo ante nosotros». No es solo que la estructura del Meeting resista, ni se trata de buscar el lado positivo de una edición mixta. Lo humano se despierta cuando algo le asombra.

«Solo puedes mirar algo cuando lo admiras». Así respondía Azurmendi a la pregunta inicial, narrando con una rara lealtad su búsqueda, su encuentro con la comunidad cristiana que dio un vuelco a sus convicciones («no esperaba encontrarme nada de esto en la vida»), hasta tal punto que le dedicó un libro (El abrazo, Almuzara). Pero tampoco se detuvo en lo que escribió en aquellas páginas porque estaba en juego su propia vida, que está viva, en camino, desde que tuvo el deseo de «subir al tragaluz», como él dice, «y os vi a vosotros». Se topó con una voz en la radio, luego con una serie de personas, familias, jóvenes… una “tribu” con un «misterioso estilo de vida».

El mensaje del Papa al Meeting ofrece la clave del lema. «Constituye un reclamo potente para descender a las profundidades del corazón humano por las cuerdas del asombro». La semana riminesa consiste en tirar de esta cuerda adentrándose en la vida: el abismo de los descubrimientos de la biología, desde las microbacterias hasta nuestra propia naturaleza («somos un prodigio, es cierto, pero no somos lo que creemos ser», Gilbert Scott); la respuesta de los médicos inmersos en el drama de la enfermedad y la muerte, antes, durante y después del Covid; la iniciativa de directores y profesores que no se resignan; los jóvenes de la orquesta europea IMF que siguen tocando juntos desde siete países distintos; todos los testimonios donde «la humanidad sale a relucir y es una verdadera maravilla», como decía Joseph Weiler en el encuentro dedicado al lema.

Son muchos los interrogantes que se abren ante los datos de los rebrotes, el aumento de casos, el número de muertos, la caída del empleo, el fracaso escolar y los problemas de siempre pero más agudizados, desde la deuda a la caída de la natalidad, la burocracia, las desigualdades… Pero no se pueden obviar las preguntas, hay que dejar que la realidad nos las plantee. «Sin cultivar una mirada así», continúa el Papa, «nos volvemos ciegos ante la existencia y dejamos de preguntar a la realidad». Mientras que el «asombro es lo que pone en marcha la vida una y otra vez, permitiéndole volver a empezar en cualquier circunstancia».

En la exposición ''Bethlehem Reborn''

Pero nada es capaz de cultivar este asombro que decae, solo un encuentro carnal. Por los ojos de los ancianos y de los últimos, que «mueren felices», es por donde siempre vuelve a empezar Anna Konstantinovna Federmesser en su red de hospicios en Moscú, como muestran las fotos que enseñó en el Meeting. Lo que se despierta es la mirada cuando se encuentra con otro que ve. Es difícil definir el Meeting, más aún cuando su aspecto cambia tanto como este año, pero su esencia sale a la luz cuando sucede algo distinto, una sobreabundancia, como en el encuentro con Eugenio Borgna y Umberto Galimberti.
Un diálogo in crescendo, donde el espacio de los conceptos se vio invadido «por su conmovedora sinceridad consigo mismos y con todos», señaló Costantino Esposito, que hacía de moderador y fue el primero en sorprenderse. Tras una aguda reflexión sobre el nihilismo y un racionalismo esclavo generado por la técnica, Galimberti, mostrando su dolor por la muerte de su esposa, afirmó que la vida sigue adelante «a golpes de amor», el amor como «facultad cognitiva», sin la cual la existencia se apaga. Borgna se mostraba en cada respuesta “atravesado” por su encuentro con don Giussani, por esos «ojos que desgarran», y lo repitió intensamente. «La mirada. ¡La mirada! Los ojos dicen más que las palabras». Para acabar ofreciendo al público este don, el de la escucha profunda de «algo que se mueve dentro de uno mismo y en el otro».

«En la primera mirada lo comprendí todo». Es una cita de Dostoyevski en El sueño de un hombre ridículo, representado durante el espectáculo inaugural. Matfej es uno de los jóvenes (rusos e italianos) que presentaban su trabajo sobre este texto. «Cuando leí esas palabras pensé en lo que pasa cuando miras algo muy hermoso y ahí sucede todo: ¡bam! Conoces a alguien y, por sus ojos, por su voz, ¡lo comprendes todo! ¡Bam!». La fuerza punzante de un encuentro donde vuelves a ver, comprendes, te conoces a ti mismo y todo lo demás. «¿Qué esperanza podemos tener de que algo vaya a moverse en la vida de quien vive preso de la pérdida del sentido?», se preguntaba Borgna. «Solo puede ser un encuentro. La locura de crear encuentros que tengan la característica de lo posible y no de lo imposible».



El camino del Meeting avanzaba a lo largo de lo que podía no estar y estaba, por el cambio producido bajo el influjo de acciones ocultas. Como «lo que han hecho durante meses y en silencio las familias, el “petróleo” italiano, los médicos, los enfermeros, los que han hecho la compra a sus mayores, los que han hecho de maestros de sus hijos mientras seguían trabajando» (Gigi De Palo). El camino consiste en mirar, como dice Giorgio Vittadini, «no a un país que se ahoga sino a la vitalidad de los que reaccionan», porque «una sospecha excesiva no ayudará a hacer lo que hay que hacer» (Luciano Violante). La pregunta sobre qué es lo que permite, en el presente, volver a generar confianza era la clave de una cadena de encuentros sobre política, democracia, sanidad, formación, empleo, indicando las novedades que ha puesto de manifiesto esta emergencia, las negociaciones europeas, el redescubrimiento de lo esencial en la atención a los pacientes o la centralidad de la escuela y del sistema educativo. No se puede desperdiciar la ocasión de ser más realistas a la hora de tomar decisiones, pero antes hay que asumir una mayor responsabilidad personal. «Mi decisión y vuestra decisión es lo que cambiará el mundo, porque los gobiernos tardan mucho tiempo en decidir», afirmó el Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, describiendo un ritmo insostenible que pone al mundo en riesgo de encallarse.

El horizonte va más allá de la contingencia actual, afecta a una actitud humana ante cualquier dificultad, como mostraban los testimonios del último día, desde Siria, Venezuela, Rusia y Uganda, o como afirmaba el Premio Strega, Maurizio Maggiani, incluso siguiendo «la locura anarquista» en lugares infames –Tuzla asediada, el campo de refugiados de Kigali o los barracones brasileños–, «nunca, nunca he visto solo desesperación», sino que ha visto al hombre «participar del asombro».

¿Recriminar o vivir? Chiara, con su camiseta azul, está contenta mientras se pasa horas bajo el sol, apuntando con su pistola para medir la fiebre, porque «puedo mirar a cada persona a los ojos». Cecilia trabaja durante todo el año en las exposiciones y debe su gratitud «al entusiasmo con que la gente de otros países las están siguiendo. Es impresionante. Le devuelven valor a mi trabajo, un valor que a veces yo pierdo cuando pienso que tiene que ser de una determinada manera». Como dice el artista alemán Gerhard Richter, «hay que hacer que algo suceda en vez de crearlo». De la experiencia del asombro como «antídoto a la ideología» nace su extraordinaria aventura pictórica, mostrada por Giuseppe Frangi en el encuentro dedicado al arte de este «hijo de un escepticismo que nunca se rinde a sí mismo».

Se dibuja una necesidad en el desarrollo de esta semana, la necesidad de nuestro momento actual. En el encuentro del último día, el cardenal Gualtiero Bassetti decía que este es «el tiempo de los profetas», de aquellos que «saben ponerse a la escucha», «leer en profundidad el mundo que nos rodea». Algo de lo que se hacía eco Cornel West en su denso y exuberante video-diálogo con el jurista Robert George. «Profeta es aquel que siente una llamada profunda, algo más grande que él mismo».

En el centro del Meeting, incluso físicamente, estaba la exposición sobre la Basílica de la Natividad. Su esplendor plantea a los hombres de todos los tiempos dónde apoyan su esperanza.
Azurmendi terminaba diciendo que «en Dios no hubiera creído. Porque Dios es una idea. Pero la verdad produce vida. Si esa vida es mi objeto de admiración, tengo que admirar el motor que da vida».