Don Julián Carrón (Foto: Pino Franchino)

Carrón: «La herencia de don Giussani es la experiencia de la presencia de Cristo en su vida»

Saludo final de Julián Carrón en la Misa por el centenario del nacimiento de don Giussani. Duomo de Milán, 28 de febrero de 2022

Queridísima Excelencia,
yo también deseo unirme a la gratitud expresada por Davide por haber podido festejar con usted el centenario del nacimiento de don Giussani justo aquí, en el Duomo de Milán, donde fue ordenado sacerdote ambrosiano y donde el cardenal Ratzinger celebró su funeral.
Nosotros hemos empezado a amar la tradición ambrosiana –¿cómo no pensar en esta tierra donde fue generado en la fe?– gracias a don Giussani, que nos adentró en ella a través de su experiencia.
Cuántas veces le hemos oído recordar su amado Seminario de Venegono y a los profesores que le comunicaron la Tradición de la Iglesia no como una palabra del pasado sino como un hecho presente, como ese “hermoso día” –así lo llamaba– del encuentro con Cristo que respondía a la inquietud de su corazón.

Respondiendo a su vez al don recibido, secundó esta gracia. Lo expresó en muchas ocasiones mediante las fórmulas de la Liturgia ambrosiana. ¡Cuántas veces nos hizo revivir esas grandes palabras testimoniándolas con su propia vida! Solía repetir: «Señor Dios, en la sencillez de mi corazón te he dado todo con alegría» (Antífona del Ofertorio de la antigua liturgia en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, Misal Ambrosiano. De Pascua a Adviento, Milán 1942, p. 225); o bien: «Haré evidente mi presencia en la alegría de sus corazones» (Fracción del pan del IV Domingo de Adviento ambrosiano, Misal Ambrosiano. De Adviento a Sábado Santo, Milán 1942, p. 78). Esto era lo que veíamos en él cuando nos comunicaba lo que le pasaba al secundar la gracia que recibía constantemente. ¡De qué manera se conmovía al escuchar el himno ambrosiano del siglo V para la dedicación del Templo «Christe, cunctorum dominator alme»! «Aquí, oh Cristo, nos liberas de la culpa; todo miedo y tristeza son expulsados. […] Ninguna tempestad turbe nuestra vida, sean los días alegres y las noches serenas».

Ojalá seamos cada vez más hijos de don Giussani. La experiencia de la presencia de Cristo en su vida es su herencia y la responsabilidad a la que estamos llamados ante nuestros hermanos los hombres en este momento de turbación al que se usted refería al comienzo de su homilía y que nosotros mismos estamos viviendo.
La única palabra breve que puedo añadir, pensando en la dolorosa situación que vive el mundo de hoy, es algo que decía don Giussani en su intervención en el Sínodo de los laicos de 1987: «El hombre de hoy espera, quizá inconscientemente, la experiencia del encuentro con personas para las que Cristo es una realidad tan presente que su vida ya no es la misma. Lo que puede provocar al hombre de hoy es un impacto humano, un acontecimiento que es eco del acontecimiento inicial, como cuando Jesús levantó la mirada y dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”» (L. Giussani, L’avvenimento cristiano, Bur, Milán 2003, p. 24).

Ojalá también nosotros podamos comunicar ese impacto con nuestra vida cambiada, de tal modo que pueda acontecer ese “hermoso día” con cualquiera que se encuentre con nosotros, y de esta manera podamos contribuir a dar esperanza a un mundo tan atribulado.
¡Gracias, Excelencia!