Foto Unsplash/Dylan Ferreira

«Educación, la responsabilidad de la mirada»

Escritor y profesor, Affinati fundó en Roma la “Penny Wirton”, una escuela gratuita de italiano para inmigrantes que ahora también da clases online. De cara al encuentro con Carrón del 30 de enero, se mide con la carta de los profesores de CL
Eraldo Affinati

Debemos seguir confiando en nuestros alumnos y profesores. Creo que esta es la indicación esencial que mana de la carta de un grupo de profesores y educadores de CL publicada en el Corriere della Sera el pasado 10 de enero. ¿Cómo no estar de acuerdo? A menudo la cuestión de las clases online se usa de manera conflictiva cuando debería estar claro que estamos hablando del bien común por antonomasia, la educación nacional, que debería ser ajena a cualquier manipulación posible.

Evidentemente, la educación presencial es insustituible, a todos nos gustaría que fuera posible, sería inútil seguir insistiendo en la insatisfacción que nos causa la educación digital, pero se trata de optar por el mal menor, dentro de un delicado y complejo sistema social que implica a los centros educativos, el transporte, los indicadores de contagio y la organización familiar. Se trata de obtener el máximo posible de la dramática situación en que nos encontramos, de señalar, en medio de la confusión actual, con tantos problemas derivados de la desigualdad tecnológica y del doloroso crecimiento del fracaso escolar, la conciencia coral que está madurando en los adolescentes y en los adultos. Cuando todo esto acabe, si no hemos olvidado este sentimiento de unidad en medio de la tempestad, al menos tendremos un fruto de la terrible experiencia de esta pandemia. Es importante subrayar la consternación de los profesores, en distintos grados, pero no se aleja demasiado del malestar que sienten los alumnos. Me llama la atención esta frase de la carta: «¿Cómo estar delante de un chaval que ha perdido a un ser querido por la pandemia, o que ha dejado de asistir a clase porque se ha dejado devorar por la apatía o el desinterés?».

Eraldo Affinati (Foto Massimo Quattrucci)

Es una pregunta que nace cuando no te conformas con realizar tu trabajo, sino que entras en una profunda relación con la persona que tienes delante. Si no sintiéramos el impulso de responder a una exigencia interior así, como profesores nos quedaríamos aún más insatisfechos. En esta perspectiva, hasta el aspecto informático puede ofrecer ocasiones muy valiosas. Hace unos días, Letizia Perticarini, voluntaria de la Penny Wirton para la enseñanza de italiano a inmigrantes, nos contaba una de sus clases por videollamada entre Bari, donde ella estaba, Roma, donde está la casa familiar de su alumno Jabar, y Senegal, lugar de tránsito de Matar, mediador cultural que les acompañaba en su conversación por WhatsApp. Le pregunté a “Letiziar”, como la llaman dos inmigrantes afectuosamente, qué le parecía esa experiencia. «Me falta el cuerpo a cuerpo», dijo. «Esa experiencia táctil que caracterizaba nuestros encuentros presenciales, pero la experiencia sensorial que permite la tecnología nos está haciendo redescubrir algo que también es muy importante y muy útil para crear valores y un nuevo modelo de compromiso social y ético».

En efecto, el oído, la vista y la voz no son menos significativos que el tacto y el olfato. Descubrir las cartas, trabajar todos juntos, con la responsabilidad de mirar al otro, nos hace más auténticos, debido tal vez a la tragedia sanitaria y a la forzosa reclusión doméstica, y podría llevarnos a reflexionar sobre ciertos mecanismos de evaluación a veces automáticos, que en mi opinión no se pueden reducir al mero balance de competencias adquiridas o ausentes.

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Por último, hay otro aspecto de la carta publicada en el Corriere delle Sera que identifico también en mí, y es el que se refiere a la encarnación de los contenidos. Ningún educador puede limitarse a ser un expendedor de conceptos. Ahora más que nunca hace falta recuperar las razones más profundas de nuestra vocación, mostrando a los que tenemos delante, aunque solo sea por la pantalla del ordenador, que vamos en serio, que realmente creemos que podemos incidir, desde nuestra pequeñez, en la historia del mundo. El Covid acabará pasando, los problemas de la escuela quedarán abiertos, pero si entendemos esto, saldremos del túnel mejor que como entramos.