Macao. «El milagro que somos»
Desde Pekín, Shanghái, Hong Kong y Taipéi, vacaciones de la comunidad de CL de lengua china. Tres días de conversaciones, asambleas, juegos y el descubrimiento del don de la unidadDel 18 al 20 octubre la comunidad de CL de lengua china se reunió en Macao para celebrar juntos un gesto de vacaciones partiendo del título de la Jornada de apertura de curso, “Llamados, es decir, enviados: el inicio de la misión”. Organizar estas vacaciones, después de todo lo que ha pasado los últimos años, tras la pandemia del Covid, ya era el primer acontecimiento de estos días. Aceptar la invitación tampoco era algo obvio. Los días libres se conceden con cuentagotas, el viaje era caro, salir y volver a entrar al país de origen no siempre es fácil. Pero más de 60 personas procedentes de Pekín, Shanghái, Hong Kong y Taiwán se dieron cita en una pequeña residencia religiosa junto al mar, lejos del caótico centro que hace que Macao sea conocido como “Las Vegas de Oriente”.
Al llegar, abrazos entre personas que llevan años sin verse y apretones de manos entre nuevos amigos. Algunos, como Gao Xue, son tan introvertidos que ni siquiera se atreven a decir su nombre en voz alta. Quién sabe el deseo que le habrá traído hasta aquí desde la capital china. Otros, como Elaine en cambio, se han atrevido a participar sin conocer a casi nadie, siguiendo el consejo de algún viejo amigo. Su entusiasmo la anima a romper enseguida el hielo. A pesar de ser tan distintas, las dos acaban curiosamente juntas en la misma habitación.
Tras dejar las maletas, cena. Al bendecir la mesa, Paolo Costa invita a todos a que se mezclen en las mesas «para conocerse y descubrir que todos formamos parte de la misma comunidad». Efectivamente, durante la cena las historias personales surgen con sencillez y se entrelazan unas con otras.
Dongdong cuenta que se ha bautizado con su familia después de ir por casualidad a la parroquia de los curas de la Fraternidad San Carlos, Emilia conoció CL porque le llamaba la atención la felicidad que veía en los rostros de algunas fotos de Facebook, Allegra también se bautizó hace poco, después de un encuentro en la universidad. Mientras que Yuwei, en Shanghái, se quedó impactado por su compañera de trabajo Pilar, la primera que le ha mirado a los ojos y le ha dicho: rezo por ti. Multitud de rostros con historias diversas y profundas, donde se vislumbra el enorme deseo de que estos días suceda algo grande.
A las 20h, puntuales, nos reunimos en el salón para una breve introducción sobre el lema de las vacaciones “La libertad es depender de Dios”. La primera canción, 至少還有你 (Zhìshǎo hái yǒu nǐ – Después de todo, me quedas tú), expresa que la libertad va íntimamente ligada al hecho de sentirse amados. Del mismo modo que las cartulinas de colores que Ning ha preparado con mimo nos hacen sentir inmediatamente llamados, esperados. Cada uno encuentra escrito su nombre junto a un dibujo: un círculo con un puntito dentro, unido con una línea a la X que hay fuera del círculo, que indica el vínculo con quien puede hacernos verdaderamente libres. La velada concluye con la misa, mientras las conversaciones personales continúan hasta tarde, signo del gran deseo de estar juntos.
Al día siguiente, después del desayuno, escuchamos el testimonio de Renquan, un joven taiwanés que se ha casado hace poco. «Me he sentido llamado, invitado a una comunidad que con el tiempo está cambiando hasta culturalmente mi manera de concebir la vida y las relaciones. Me he dado cuenta de que el encuentro con Cristo tiene que ver hasta con el uso del dinero. Hablando con mi mujer (que no es creyente) decidí venir aquí porque es bueno para nuestra familia. Este juicio de valor es totalmente nuevo para nosotros. Esta comunidad me está haciendo entender que la fe tiene que ver con la vida».
«Hemos sido llamados, cada uno con su historia. Dios nos viene a buscar muchas veces a los sumideros de nuestra vida y nos sube alto para ver las estrellas», apunta Cesare, que viene de Italia, presentando el tema de la Jornada. «Nuestra compañía es el signo y el cuerpo de Cristo en el mundo, el mayor milagro que está haciendo suceder hoy mediante el carisma de don Giussani». Al anunciar que la llamada de Jesús, su amor, coincide con ser enviados, recuerda a los dos patronos de la misión, paradójicamente tan diferentes y tan unidos en su amor a Cristo y a la Iglesia: Francisco Javier, que recorrió el mundo entero y murió precisamente en un viaje a China, y Teresita de Lisieux, que vivió hasta los 24 años en un convento de clausura (como el que visitamos esa tarde).
Después de la mesa, continúan las conversaciones paseando por la orilla del mar, hundiendo los pies en la arena. La naturaleza no deja de hacernos sentir el afecto de aquel que nos ha llamado juntos. Howard cuenta cómo descubrió la fe entrando en una iglesia de Canadá. «Amad a vuestros enemigos» es una frase que ya nunca le dejó tranquilo. Algo totalmente ajeno a la educación que había recibido hasta entonces. De modo que, de regreso a Pekín, empezó a leer la Biblia y más tarde, visitando una iglesia católica, aquellas palabras se hicieron carne. Una perfecta desconocida se giró hacia él sonriendo, tendiéndole la mano para darle la paz. ¡Algo de otro mundo!
No han faltado detalles simpáticos, como el de Jingya, que llevaba tiempo deseando una novia que compartiera su fe. «Soy católico», escribió en la presentación de su curriculum vitae. El caso es que Phebe, la encargada de hacerle una entrevista de trabajo, le dijo: «Yo también soy católica, ¿podemos conocernos?». Verdaderamente, Dios tiene un gran sentido del humor, pero lo cierto es que ser cristiano, es decir, de Cristo, determina tu nombre y en el fondo tu propia identidad.
Por la tarde, visita al monasterio trapense de Macao, donde madre Caterina, vieja amiga de CL, cuenta su experiencia de la misión. «La misión es una vida y nosotras somos misioneras viviendo sencillamente nuestra comunidad monástica. La conversión que supone pasar del “yo” (del propio egoísmo) al “nosotros” es algo en lo que trabajamos toda la vida, pero no es difícil si estamos juntas». Al terminar, como gesto de agradecimiento, nos pide cantar Povera voce, y ella canta conmovida con nosotros.
Con sus palabras aún en la cabeza, visitamos el centro histórico de Macao, concretamente la fachada de la catedral de san Pablo, símbolo de la ciudad, y las reliquias de los mártires japoneses que se conservan aquí. Decir nuestro “sí” en cada instante de la jornada es el deseo que se despierta inmediatamente en nuestro corazón. Después de una cena típica, volvemos a casa para celebrar una velada de baile, cantos y juegos, organizados de acuerdo con el lema de las vacaciones. La diversión y las risas son, hasta para los más tímidos, una ocasión para abrirse a la belleza de compartir.
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Este clima de amistad se sigue respirando al día siguiente. «Todo lo que quiero testimoniar aquí es que un católico nunca está solo en el mundo». Emanuele Angiola cita durante la misa las palabras de John C.H.Wu, abogado chino convertido al catolicismo el siglo pasado que vivió su fe íntegramente, en medio de las contradicciones de la sociedad de su tiempo. Lo vemos también en cada intervención de la asamblea, que se abre con la conmovedora canción china 分享 (Fēnxiǎng - Compartir).
Gao Xue es un río en crecida. Cuenta conmovida lo acogida que se ha sentido, a pesar de que suele estar en silencio por miedo a equivocarse. Le sigue Renquan: «Esta comunidad me ha enseñado que la oración de estos días puede convertirse en la trama de toda mi vida cotidiana». Xiaohua interviene justo después: «Cuando me quedé viuda y mi hijo creció, hablando con los sacerdotes comprendí que yo también tenía mi propia identidad, que soy responsable de mi vida. Estas vacaciones me han dado una apertura que me permite entender más quién soy y qué es la amistad». Por último, Kunli, un hombre rudo pero siempre disponible: «No soy perfecto, pero aquí puedo tener la esperanza de ver a Dios».
También interviene el padre Bernardo Cervellera, misionero en Hong Kong: «Sobre nuestra fragilidad, Cristo construye su casa. Venimos desde Pekín, Shanghái, Hong Kong, Taipéi, y somos una sola cosa. Rezamos por la gente que hemos encontrado y que encontraremos todos los días en el metro o en el bullicio de los centros comerciales, que buscan a Cristo igual que nosotros, pero que a diferencia de nosotros no saben quién es». Luego termina con un anuncio inesperado: «Estos días hemos descubierto que somos un grupito los de Hong Kong, así que hemos decidido empezar la Escuela de comunidad». El tiempo de Dios no es el nuestro, pero él siempre cumple lo que nos hace desear.
Signo de ello son las palabras de Huiren, que coinciden con las de tantos amigos: «Estos días, escuchando a la gente y viviendo toda esta belleza, he entendido que el verdadero milagro somos nosotros, el hecho de estar juntos. El primer milagro de Giussani es nuestra compañía».