Líbano. Un punto firme ante las inclemencias
A pesar de la guerra, la pequeña comunidad libanesa del movimiento se ha reunido para celebrar la Jornada de apertura de curso. Porque, ¿dónde ponemos si no nuestra esperanza?Beirut, 19 de octubre de 2024. La capital libanesa es un caos, durante la noche los misiles israelíes han vuelto a atacar los barrios del sur mientras la guerra sigue. Pero un grupo de siete amigos decide no atrincherarse en casa y subirse al coche. A media hora de camino se encuentra el monasterio de Charfe, donde les espera monseñor Jules Boutros.
«Decidimos mantener la jornada de apertura de curso de la comunidad libanesa de Comunión y Liberación a pesar de la guerra porque sentíamos la urgencia de estar juntos a pesar de la fatiga y el dolor de estos días», nos cuenta Roni Rameh, uno de los rostros históricos del movimiento en el país de los cedros. Debido a las circunstancias, no todos pudieron estar presentes, pero «todos hemos vivido una profunda comunión».
La jornada fue muy sencilla. La lección del obispo versó sobre la esperanza, citando el texto de los Ejercicios de la Fraternidad predicados por monseñor Giovanni Paccosi y luego hubo un momento de asamblea y la misa. Para volver a poner a Dios en el centro, «que es lo mejor que podemos hacer –afirma monseñor Boutros–. Por eso elegí el tema de la esperanza, me pareció muy pertinente la referencia al símbolo del ancla. Realmente, como dice el texto de los Ejercicios, la esperanza es como un ancla porque no acaba con las tempestades, pero establece un punto firme que no cede a las inclemencias. Se me hacía evidente mirando el rostro de las personas que había allí presentes. O nuestra esperanza está firmemente anclada en Dios, o a lo largo de la jornada nos podemos ver arrastrados por pensamientos oscuros y peligrosos, como el miedo a las bombas, las enfermedades, la dificultad para encontrar solución a los mil problemas del Líbano o la falta de perspectivas para los jóvenes».
Precisamente ellos, los jóvenes, no faltaron a la cita. Entre ellos estaba Marcelo: «Fui a la jornada de apertura de curso con una gran pregunta porque es difícil estar delante de todo lo que está sufriendo el Líbano. ¿Dónde está nuestra verdadera esperanza?». No es una pregunta abstracta. La guerra ha empeorado la ya compleja situación del país. No hay espacios suficientes para acoger a los desplazados, los hospitales están colapsados, la crisis económica y política se precipitan hacia el abismo, mientras llueven ráfagas de misiles por cualquier parte.
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Llevar más de veinte años en este caos no debe ser nada fácil. «La lección del obispo y la asamblea me recordaron que, si nos apoyamos en Dios, podemos afrontarlo todo con confianza. Hasta la guerra. Antes sentía envidia de mis coetáneos europeos, que conocí cuando estudiaba, pero tampoco entendía cómo es posible que lo tengan todos y vivan tristes e infelices. Nosotros ahora estamos llamados a vivir tiempos difíciles, pero tenemos una esperanza más fuerte que todo lo demás porque se apoya en Cristo, y cuento con muchos amigos para que no se me olvide».