Susanna Tamaro (foto Leonardo Cendamo/Getty Images)

Susanna Tamaro. Verse inesperadamente

«Ya no aceptamos la arriesgada complejidad de nuestra humanidad». El malestar extendido, la necesidad de una mirada, la responsabilidad de los adultos. En Huellas de marzo, la escritora se confronta con la emergencia educativa actual
Silvia Guidi

«La educación es una necesidad primaria, como comer y beber. Necesitamos “comer” historias verdaderas, buenas y hermosas, nutrientes y reconstituyentes para el alma. Alguien debe recordarnos que no estamos solos». Este es uno de los muchos comentarios publicados en redes sociales tras el diálogo del 30 de enero con Julián Carrón, sobre las muchas preguntas que surgen en este tiempo, partiendo de la situación educativa, las clases online, el creciente riesgo de apatía que corroe desde dentro a los chavales. Ahora más que nunca la emergencia educativa afecta a todos, no solo a los expertos en el tema. En su intervención, Carrón citaba una frase de Susanna Tamaro que arrojó una luz inesperada ante un problema tan omnipresente en los medios como a menudo mal entendido, infravalorado, banalizado, ignorando su importancia real. «La pandemia ha revelado (no creado) soledades»; el virus, como escribía Tamaro en el Corriere della Sera, solo ha sido una prueba de fuego que ha sacado a la luz el profundo aislamiento que ya había en el mundo pre-Covid. Ahora vemos la punta –iluminada por el sol de una emergencia que hace imposible ignorarlo– pero el iceberg ya estaba antes. El riesgo que se corre es enorme: dejarse devorar por la indiferencia.
La pandemia ha revelado que todos tienen miedo, un miedo profundo a acabar en la nada. Pensar que el problema es la modalidad didáctica o las técnicas de supervivencia reduce el drama pero, sobre todo, no ayuda a obtener una respuesta. ¿Qué puede responder de verdad a este miedo? Solo aparentemente son preguntas reservadas para el mundo educativo y los “jóvenes” porque están presentes en cualquiera, a cualquier edad. ¿Qué puede volver a despertar el deseo de vivir? Tamaro aceptó confrontarse con estas preguntas desde su retiro en Umbría, donde vive inmersa en la naturaleza, rodeada de plantas, árboles y animales, perros, abejas, mariquitas (veremos por qué son tan importantes las mariquitas en la vida de esta escritora).

Foto Roberto Masi

¿Qué es lo que ve en esta época? ¿Qué está descubriendo?
A decir verdad, el confinamiento no ha cambiado demasiado en alguien solitario como yo, con poco contacto social. En cierto sentido, también ha sido una suerte, he podido comunicarme con mucha gente de una manera que antes era impensable. No puedo acudir a muchos encuentros por motivos de salud, pero con las videoconferencias puedo hablar hasta a quinientas personas a la vez sentada en mi butaca. Las clases online para algunos chavales han sido una gracia. Los tímidos o problemáticos, como yo, se han sentido protegidos. Pero la pandemia también ha sido una prueba de fuego muy reveladora, ha sacado a la luz el abandono educativo que ya se venía produciendo desde hace treinta años.

Abandono educativo…
Llevo desde los años noventa hablando de emergencia educativa, arriesgándome a que me tomen por profetisa de calamidades. Siempre me han tildado de retrógrada, solo porque describía el desastre. He escrito muchos libros para niños y me han invitado a muchos colegios de primaria. A medida que pasa el tiempo hay más niños “certificados”, con problemas, hasta cinco o seis por clase. Es un dato preocupante, indica que el problema va en aumento. Significa que los niños son frágiles en sus fundamentos educativos. Harían falta también escuelas para padres, aparte de las de los pequeños, para entender que un niño no es un adulto. Los tratamos como adultos en miniatura, ignorando que su desarrollo es gradual. Si un niño dicta las leyes en casa, antes o después se sentirá perdido, sin puntos de referencia. La destrucción de la familia ha tenido un efecto devastador, los chicos se han visto obligados a ser superficiales.

Entonces, ¿por dónde empezar para devolver a los niños y jóvenes sus “fundamentos”?
En la educación superior nos encontramos ya con un nivel de desesperación tan alto que es muy difícil hablarles de corazón a corazón. Un buen profesor puede salvarles la vida, literalmente, pero debe llegar a tiempo. Hasta los diez años aún quedan “ventanas” abiertas, después puede ser muy difícil volver a abrirlas. El problema es que los tratamos como contenedores de basura, los llenamos de cosas viles, feas, series televisivas que son la pornografía del mal, aparte de aburridas. Hay familias que, como salmones, intentan nadar contra la corriente, pero tienen que esforzarse mucho porque la presión continua de los medios es cada vez más fuerte. Es una mayoría silenciosa, que no tiene voz.

«Hemos borrado la idea de lo eterno, vivimos comprimidos en el tiempo», escribió hace poco. «Solo podemos relajarnos si pensamos que debemos trascender». ¿Qué quiere decir?
Esta es la gran (y buscada) pobreza del ser humano: la falta del respiro de lo eterno. Ese respiro abierto al misterio que es innato en los niños. Ahí también juega un papel importante la falta de descanso. Nunca estamos quietos, hemos robado tiempo al descanso y eso impide a nuestra mirada permanecer abierta a la complejidad de la existencia. Solo el silencio es capaz de generar de nuevo palabras llenas de sentido, capaces de reactivar el corazón, una palabra tan despreciada y ridiculizada en nuestra época. El silencio y la contemplación de la naturaleza. Hemos eliminado todos los signos visibles del límite, ya no hay ninguna relación física con la muerte, los que mueren desaparecen de repente, se suprime toda relación con el misterio de la muerte. El mundo ya no está abierto a lo eterno, a lo invisible. El abuso de los aparatos electrónicos tampoco ayuda en esto, hace más difícil el contacto con lo más profundo de nuestro ser. Corremos el riesgo de que las generaciones futuras se transformen en un proletariado electrónico de consumidores obedientes. El malestar es cada vez mayor. Son impresionantes las estadísticas publicadas por Mariella Enoch, del hospital pediátrico del Niño Jesús, sobre el boom de ingresos por intentos de suicidio, casos de autolesión, trastornos de alimentación, obsesivos y compulsivos.

«Si alguien te hubiese educado, no podría haberlo hecho más que con su ser, no con sus palabras», decía Pasolini, con esa mirada profética a la que nos tenían acostumbrados muchos de sus textos. ¿Cómo ayudar a los jóvenes a salir de una apatía que bloquea cualquier posibilidad de descubrir algo nuevo de sí mismos y de los demás?
Demasiadas veces los adultos abdican de su rol, se esconden tras los atajos del colegio-trabajo, o colegio-centro comercial. Sin figuras de referencia, los niños y jóvenes se cargan con el peso de los padres, no al contrario. Así nunca llegan a ser adultos. Tampoco funciona siempre el impacto con la naturaleza, el nivel de ceguera ya es tal que hay que volver a enseñarles a mirar, hay que volver a abrir las ventanas del asombro. Si no, hasta el lugar más hermoso se convierte en otro folleto de “paisajes impresionantes” que reducen a una simple postal. Paradójicamente, los profesores de los institutos técnicos y de los centros más desoladores son los que tienen más esperanza de éxito porque allí tienen más hambre de belleza. Los chavales se quedan en silencio cuando se sienten mirados, cuando perciben que el profesor los “ve”. Para existir, para “sentir” que existes, hace falta que el otro te ilumine con su mirada, de lo contrario no saltará ninguna chispa. Antes de este mundo omnipresente del entretenimiento, muchas veces estaban solos. Ahora, protegidos por miles de capas, ya no aceptamos la arriesgada complejidad de nuestra humanidad. La verdadera educación es justo lo contrario, pasa por «verse» inesperadamente como seres humanos. ¿Qué es la amistad sino una atención paciente a la vida del otro?

Tu mirada ilumina el mundo es el título de un libro que ha dedicado a su amigo el poeta Pierluigi Cappello. Necesitamos personas cuya mirada sea capaz de iluminar nuestro camino…
Más que la narrativa, en esta época en que la capacidad de concentración cada vez está más limitada, la poesía será quien reabra ventanas en el corazón de los jóvenes. Breve, fulgurante, esencial. La novela cuesta más. Paradójicamente, la pandemia ha traído un auge del deseo de leer en papel entre los jóvenes, asqueados de la cantidad de tiempo que pasan delante de una pantalla o de un dispositivo luminoso. Estar en el sofá viendo Netflix acaba cansando, luego uno vuelve a tener ganas de jugar al Monopoly con los amigos. Esta situación “extrema” está sacando a la luz semillas de rebelión. Hay que volver a lo manual, a la caligrafía. La conexión mano-cerebro es muy importante. Las cosas que solo se ven en una pantalla no dejan una huella duradera. No en vano, aumentan entre los jóvenes los problemas de motricidad, cada vez son más torpes en sus movimientos, porque si no vinculas el conocimiento con un gesto material corres el riesgo de “perder” ese gesto a nivel neuronal, ya no reactivas la función del conocimiento gesto-pensamiento.

¿Qué ha “aprendido” durante el confinamiento?
He dado en mi página de Facebook un curso de ciencias naturales online sobre lo que sucede en la huerta. Cosas pequeñas, que están a la vista de todos pero que ya nadie “ve”. Lo sabemos todo de los animales más extraños gracias a los documentales, pero ni idea de lombrices o mariquitas. Necesitamos aprender de nuevo a contemplar, a bajar la mirada hacia las cosas pequeñas, volver a poner el bien en el centro del discurso humano. Necesitamos belleza, hace demasiado tiempo que el bien se ridiculiza. Tenemos que volver a empezar a partir de las mariquitas, la naturaleza nos abre las puertas al misterio. Cuando escribí Donde el corazón te lleve, lo que más me impactó fueron las reacciones lívidas que provocó la palabra corazón entre las élites culturales. Consideraron el libro como basura cultural, propio de personas ignorantes a las que se puede engañar fácilmente, algo trivial. Entonces yo era joven y me sorprendió tanta furia. Ahora ya no me sorprendo. La supresión del alma y la supresión del corazón son la misma cosa.