La capellanía de la universidad Tilbug (Foto: Luca Fiore)

La voz del movimiento en holandés

La pandemia ha sido la ocasión de traducir varios textos propuestos por CL, para leerlos en la propia lengua materna y para favorecer nuevos encuentros. «Del último que llega aprendemos qué es el carisma»

Desde que empezó la pandemia nos hemos sentido muy acompañados por el movimiento mediante las palabras de Julián Carrón: primero su carta a la Fraternidad, luego el libro El despertar de lo humano, y después la entrevista que Julián concedió en mayo a una revista protestante holandesa, De Nieuwe Koers, titulada “Expón tu fe ante la crisis y aprende qué significa vivir”.
Durante todo el primer confinamiento, cada mañana a las 8.15h quedábamos online para leer juntos una página de El despertar y luego rezar el Angelus. Este gesto tan sencillo nos permitía experimentar, dándonos una sugerencia también para “después”, en qué se puede convertir una jornada –cualquier jornada– cuando esta comienza con un momento de silencio, es decir, de petición y apertura a una propuesta de vida que nos ha alcanzado y nos alcanza ahora.

Le mandamos a mucha gente el pdf con la traducción del libro. Sin darnos cuenta, también al encargado del molino de viento que teníamos previsto visitar con los juveniles antes de que el Covid lo impidiera. Nos respondió: «Me ha gustado mucho este librito de Julián Carrón. He guardado el texto en mi ordenador y lo retomaré. En estos tiempos de incertidumbre, hay que decidir de nuevo cada mañana al despertar: me atrevo y quiero creer en el cuidado y protección de Cristo o me dejo arrastrar por el miedo que acecha constantemente. Te deseo mucha fuerza en tu amistad con los jóvenes, que tienen que estar llenos de preguntas. ¡Quiera Dios que podamos vernos pronto en el molino de Vessem!».

El tiempo de “confinamiento” en casa fue para nosotros un tiempo muy fecundo en traducciones. Aparte de El despertar, pudimos publicar también en holandés Un brillo en los ojos –que impactó y sigue impactando mucho a los que lo leen, hasta el punto de que todavía seguimos encargando copias para amigos que nos lo piden–, Educación. Comunicación de uno mismo, también de Julián Carrón –este último lo presentaremos en un encuentro público online el próximo 24 de abril–, y las Cartas desde el dolor de Emmanuel Mounier, que tras una presentación online el 30 de enero propusimos como lectura de acompañamiento en este tiempo. Siempre me ha preocupado mucho la traducción al holandés de los textos propuestos por el movimiento. Cuando volví a Holanda, en 2012, empecé a traducir los textos literarios que, en la universidad, habían sido decisivos en mi encuentro con CL: Pèguy, Claudel, Miguel Mañara… Para mí era como entrar de manera literaria dentro del espíritu del cristianismo, y ha sido el camino que me ha permitido proponérselo también a los jóvenes de la universidad de Tilburg. Estas traducciones también eran la ocasión de hacer presentaciones públicas y encuentros. Luego decidimos proponer también en holandés los textos de don Giussani: Educar es un riesgo, El sentido religioso, Crear huellas en la historia del mundo. Porque lo que lees en tu lengua materna entra más en tu corazón, toca tus emociones, entra en tu vida cotidiana. Pero me daba cuenta de que esta exigencia, en un momento como el de esta pandemia, se hace aún más urgente. Teníamos que ofrecer la posibilidad de vivir el movimiento a este nivel de intensidad, dentro de la situación presente.

Por eso, a diferencia de lo que habíamos hecho hasta ahora, decidimos usar las energías que teníamos para traducir hasta los textos más ligados al momento actual. Esto me permitió, con otros amigos, vivir la experiencia del movimiento no como un camino genérico, sino como una compañía contemporánea dentro de la circunstancia histórica que estábamos viviendo. Carrón, en su diálogo con esta revista protestante, insistía mucho en que es como si los cristianos viviéramos otros problemas, mientras que nos preocupan las mismas cosas que a todos. Para mí, leer estos textos ha sido una manera de no sentirme encerrado en casa, sino lanzado a la vida.
No es que lo ha hacíamos antes (traducir solo los “grandes” textos) fuera un error, pero hoy la exigencia de un acompañamiento cotidiano resulta más urgente. Por eso propusimos las Cartas desde el dolor de Mounier, porque son muy pertinentes en este momento.

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En la capellanía universitaria, desde septiembre, propongo un curso en holandés sobre El sentido religioso, que enseguida se transformó en un curso online. Pero eso ha permitido que universitarios y jóvenes trabajadores que viven en otras ciudades pudieran participar en este camino, pues de otro modo se les hacía imposible. A Edith, por ejemplo, que vive en la provincia de Zelanda (donde no hay nadie más del movimiento), solo la conocemos online, de momento. También se conecta Hans van Mourik Broekman (ver Huellas de febrero), un holandés en Liverpool, que conocimos en enero. Él estaba escribiendo un libro de catequesis para utilizarlo en su escuela pública (donde tiene que dar diez clases de religión al año) y me pidió que leyera las pruebas. Me sorprendió su disponibilidad para confrontarse y su libertad para aceptar mis sugerencias de corrección. Me llamó la atención que en un capítulo dijera que «el encuentro con Cristo hoy no es como hace dos mil años». Me permití decirle que, por mi experiencia, en esa frase habría que quitar el “no”. De ahí surgió una conversación fascinante y muy útil. Veo en él a una persona que deja que su vida se vea alterada por un encuentro con la comunidad cristiana. Mirándole, entiendo mejor el significado que damos a la palabra “encuentro”. Es verdad lo que repite tanto Carrón: del último que llega aprendemos qué es el carisma que hemos recibido.
Michiel Peeters, Tilburg (Holanda)