«Un gesto que vuelve a decirme quién soy»

En este momento de emergencia, el reclamo al valor del fondo común, una ocasión para volver a preguntarse por su significado, y cómo nos ayuda a vivir la fe

Querido Julián:
Acabo de leer tu carta con motivo de tu reelección como presidente de la Fraternidad. Te escribo, sobre todo, para darte las gracias por la ternura con que nos reclamas al fondo común. No hay nada más correspondiente. Esos días, mi mujer y yo nos hemos preguntado muchas veces por la oportunidad de hacer una pequeña donación en este momento tan especial que estamos viviendo. Nos habíamos encasquillado un poco a la hora de identificar el destinatario, porque todas las contribuciones que podemos hacer nos parecían un poco parciales, no tanto en sentido material –está claro que lo nuestro es una gota en el océano– sino más bien por el objetivo último de dicha donación. La pregunta era: «con este dinero, ¿a qué queremos contribuir?».

No lográbamos responder del todo ni, por tanto, decidir. Habíamos pensado preguntar a algunos amigos qué entidades tenían más necesidad de ayuda para movernos en consecuencia, y tampoco lo hemos descartado pues no nos parece equivocado. Pero sentíamos que eso no bastaba. Luego leí tu carta y hubo dos consecuencias inmediatas. La primera fue hablar con mi mujer y juntos decidimos hacer un pequeño “ingreso extraordinario” al movimiento. También ha sido la ocasión de volver a plantearnos la cantidad de nuestro fondo común mensual individual, que sigue inmutable sustancialmente desde que éramos estudiantes. Hace unos meses, mi mujer y yo, por gracia de Dios, adquirimos una posición laboral más estable y, por tanto, una disponibilidad distinta. Lo que ha pasado ha tenido la fuerza rompedora de poder responder concretamente a mi pregunta: «¿a qué contribuir?».

LEE TAMBIÉN – «Nuestro paso de autoconciencia»

La respuesta es evidente, y es que el uso de este dinero también contribuye a acrecentar nuestra autoconciencia, algo que urge más que nunca. Nos dice de nuevo quiénes somos, para qué estamos hechos y a qué esperanza estamos llamados. Hace unos días leía la Escuela de comunidad y no entendía bien cuando dice: «Un encuentro, si es totalizador, se traduce en una forma y no solamente en un ámbito nuevo de relaciones: no provoca simplemente una compañía entendida como lugar de relaciones, sino que establece la forma en que estas se conciben y se viven». Este gesto ha sido la ocasión de adentrarme más en la carne de esta “forma”.

Vincenzo