Julián Carrón (foto: Lupe de la Vallina/Fraternidad de CL)

El mensaje de Julián Carrón tras su reelección

El sábado 21 de marzo la Diaconía central de la Fraternidad de Comunión y Liberación lo eligió presidente para un nuevo mandato. Esta es su carta

El sábado 21 de marzo de 2020 se celebró en Milán la Diaconía central de la Fraternidad de Comunión y Liberación para la elección de su presidente, al término del mandato de don Julián Carrón, que en 2004 fue indicado por don Luigi Giussani como su sucesor. En la elección, celebrada con voto secreto, participaron todos los miembros de la Diaconía, salvo un ausente justificado, nueve de ellos presentes en la sede respetando las normas sanitarias impuestas por la emergencia del Covid˗19 y 21 conectados por videoconferencia desde Italia y el resto del mundo. Presidió la mesa electoral el vicepresidente de la Fraternidad, Davide Prosperi. Carrón fue reelegido por unanimidad, con un solo voto en blanco, para los próximos seis años. El propio Carrón informa de la reelección con una carta a todo el movimiento.
He aquí el texto:


Queridos amigos,
el pasado sábado 21 de marzo tuvo lugar en Milán la Diaconía central de la Fraternidad. Se trataba de elegir al presidente de la misma al término del mandato actual como prevé su Estatuto.

En plena emergencia por el Coronavirus, nos habíamos preguntado, obviamente, si era oportuno celebrar esta diaconía o bien era mejor posponerla. Hemos valorado que el presidente es la guía del movimiento, y que por ello debe estar plenamente legitimado para desarrollar su papel de guía, en el pleno ejercicio de las prerrogativas que le asigna el Estatuto. Al no poder prever cuánto durará la emergencia, y no sabiendo por tanto a qué fecha podríamos posponer la Diaconía, hemos considerado que no era oportuno que el movimiento fuese guiado demasiado tiempo por un presidente en régimen prolongado de prorogatio. Por tanto, una vez comprobado que se daban las condiciones legales, organizativas y logísticas, hemos decicido confirmar la celebración de la Diaconía.

Hace ya un año, durante la Diaconía de la Fraternidad del 23 de marzo de 2019, había planteado el tema de la elección del presidente. «No me gustaría», había dicho, «llegar a esa fecha como si fuese un gesto formal, sin darnos el tiempo suficiente para prepararnos a través de un diálogo profundo entre nosotros. Si no pensamos durante algún tiempo en una posible alternativa, es como si no hubiese otra posibilidad que la de continuar con lo “ya sabido”. ¡Y esto es justamente lo que no quiero! Por eso os propongo desde ahora que iniciemos un proceso de diálogo con vistas al vencimiento del mandato, algo que nos afecta a todos, a todo el movimiento, y sobre todo a nosotros, que estamos llamados a llevar a cabo esta tarea fundamental para la vida de todos. [...] Antes de pensar en los nombres, se trata de mirar la vida de nuestro pueblo y de preguntarnos: ¿qué necesita? ¿Qué urgencias vemos? ¿Cómo estamos afrontando los distintos desafíos que tenemos ante nosotros?».

De este modo, después de un año de preparación, hemos llegado al momento de la votación. La Diaconía ha decidido por unanimidad mi reelección.

Después de agradecer a todos la confianza que me han otorgado, he aceptado esta responsabilidad con la misma disponibilidad con la que respondí desde el primer instante a la llamada de don Giussani, y con el único deseo de seguir el designio de Otro. Consciente de mis límites, deseo seguir sirviendo a la iniciativa de Aquel que es el verdadero protagonista de lo que vivimos. De hecho, ninguno de nosotros sería capaz de generar lo que vemos que sucede en nosotros y a nuestro alrededor. Todos nos quedamos realmente estupefactos ante semejante riqueza de vida, de iniciativas, de novedad ahora, en un momento particularmente comprometido, en una época en la que el nihilismo se extiende por todas partes. En la circunstancia dramática que estamos atravesando, se ve de modo particular que el recorrido educativo en el que estamos implicados genera personas capaces de estar ante los retos sin ceder al miedo y a la nada.

Os pido que recéis por mí, de modo que pueda estar completamente disponible para secundar lo que el Señor quiere realizar en medio de nosotros. Quiero ser el primero en seguir los signos de la victoria de Cristo en la vida de los que Él elige. Os pido también que recéis para que todos juntos, siguiendo la gracia del carisma y con la ayuda que desde el cielo nos dará don Giussani, podamos responder a la tarea para la que el Espíritu ha suscitado en el mundo el don del carisma, del que cada vez estoy más convencido de que es crucial hoy para nuestra vida, la de la Iglesia y la del mundo.

Aprovecho esta oportunidad para dirigiros un llamamiento a cada uno de vosotros. Como ya es evidente, la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 está teniendo repercusiones en la economía y en la vida de muchas personas en Italia y en numerosos países del mundo. Como consecuencia de ello, la Fraternidad tendrá que afrontar ciertamente muchas necesidades que surjan entre nosotros. En estos días tan dramáticos, todos sentimos más vivo el deseo de acudir en ayuda de tantas necesidades que hay y que habrá en el futuro próximo. Para ayudarnos a afrontar la necesidad y el deseo que suscita, al concebir y vivir cada aspecto particular en nexo con el todo, os pido que consideréis con seriedad el compromiso que cada uno ha asumido o trata de retomar con ese instrumento con el que el movimiento nos ha educado siempre en una «concepción comunional de lo que uno tiene», el Fondo común, de modo que la Fraternidad pueda hacer frente, dentro de los límites de lo posible y teniendo en cuenta todos los factores en juego, a las distintas necesidades que se presenten.

En este momento tan especial a través del que el Misterio nos hace pasar, quiero expresar mi cercanía y la de todo el movimiento a cuantos están implicados en primera línea (como enfermeros, médicos y los que trabajan en servicios de cualquier tipo), a los enfermos y a aquellos que han perdido a algún ser querido. ¡Qué asombro poder vivir y ofrecer todo desde la certeza de Cristo presente!
Vuestro,
don Julián Carrón