La misa de Papa Francisco en Yangon, Myanmar

El Papa en Myanmar y la identidad de un pueblo

Diario de un italiano y sus amigos birmanos durante la visita de Francisco a Asia. La espera de miles de personas de todo el país, la misa en Yangon y la invitación a ser «constructores de paz»

Son las 5.30 de la mañana y con los amigos curas nos dirigimos al parque para la misa con el Papa. Ya hace calor. A las 6.30 estamos dentro, excepto un pequeño problema: me confiscan las cámaras porque no tengo acreditación. Esperemos que me las devuelvan. Mientras que los amigos curas van a la enorme sacristía, yo doy vueltas por el parque cotilleando a la gente que ha venido con los trajes tradicionales de cada región. Y esto me suscita mucha curiosidad. Ha venido todo el mundo, incluso desde la frontera con Tailandia y China. Se estiman 150-200.000 personas. ¡Increíble si pensamos que son alrededor de 500.000 los católicos en toda Birmania! Para ellos ha supuesto un esfuerzo físico (hasta 24 horas de autobús) y económico importante (aquí un sueldo es aproximadamente de 70 dólares).

A las 8.30 empieza la misa. La voz del Papa es tenue. Me parece que lo estoy viendo en el parque de Monza, cuando empezó la misa en voz baja para luego animarse poco a poco. La homilía es sencilla (ante él tiene a gente común), pero dice cosas fundamentales. En primer lugar, deja sin palabras a los que piensan que ha venido para enseñar algo. No, empieza diciendo que ha venido para aprender y repartir palabras de esperanza y consuelo. Luego, enseguida, va al grano de las cuestiones: el pueblo está herido por la violencia, pero la venganza no es el camino adecuado. El camino de Jesús es distinto. Él respondió con el perdón desde la cruz. Luego, el pasaje que más me impacta: todo esto podría ser un buen principio, por supuesto una buena lección, pero desencarnado (casi ideológico). Pero no. Con el don del Espíritu también nosotros podemos hacer este camino en la vida. «De esta forma, seréis testigos». Es decir, no la paz en nombre de la paz, sino en nombre de Cristo. Mis amigos comentan: «No conseguimos que la gente entienda que no adoramos a un hombre-Dios que está muerto. ¡Murió, pero perdonando, y resucitó! ». Finalmente, recuerda que la Iglesia desde hace siglos no deja de actuar con obras de caridad sin distinguir raza ni religión, y lleva la fe a las minorías, pero sin forzar nada: «Sois constructores de paz y os animo a seguir así».



Luego comparto algunos comentarios personales con mis amigos. Los propios curas birmanos nunca habían participado en una misa con tantos pueblos distintos, aunque del mismo país. Cada uno había celebrado en su diócesis, pero nunca todos juntos. Incluso para ellos fue muy impactante ver esta multietnia reunida. Sabían que era así, pero verla en acción es distinto. Han podido experimentar lo que significa ser un “pueblo”, no del grupo de la parroquia o de la diócesis. Es la primera vez que ocurre.

Alguien preguntaba por qué el Papa viene hasta aquí... Me tomo la libertad de aclarar ciertos aspectos que se podrían malinterpretar. Solo ha habido un aplauso, cuando el Papa ha saludado en birmano: «Mingalaba». Le pregunto por qué a mis amigos y su respuesta es muy sencilla: «En la iglesia no se aplaude». Otro aspecto típico asiático, o mejor dicho, de una cultura que está preñada de budismo: al pasar Francisco en coche, veo ondear banderas, gritos (no “el caos” de los países latinos o africanos), pero nadie intentando enseñarle a un niño para que lo bendiga o le dé un beso… Aquí también hace falta contextualizar en un país de cultura budista, donde, resumiendo muy brevemente, la gente piensa: «No seas demasiado feliz, porque mañana podrías no serlo ya; aprieta el freno de mano, porque nunca se sabe». Por otra parte, he visto niveles de participación intensa, atención, silencio y oración, que no se suelen ver en otros encuentros en el mundo occidental.



Por último, algo que yo doy por descontado, porque vengo a este país desde hace 20 años, pero que no hay que dar por supuesto. Incluso en Muse, en la frontera con China, o en las diócesis más lejanas, cada día las misas se celebran alternando birmano, inglés y latín. Por eso es increíble ver a campesinos birmanos rezar perfectamente en latín toda la misa, incluso el Te Deum, el Rorate, etc. ¿Creéis que no entienden lo que dicen? Por supuesto, no todos. Sin embargo, os podrían sorprender ciertas respuestas, sobre todo ver que de esta forma se comunica la universalidad de la Iglesia.

Silvio, Pietra Ligure (Savona)