El imprevisto de una amistad

Francisco visita Asia. Entre los pocos cristianos, un pequeño grupo de CL también espera el encuentro con él. Una historia que nació por casualidad hace veinte años. «Entre gente no perfecta, pero que Él ha elegido»

¿Quién lo hubiera dicho? El Papa en Myanmar (o Birmania, como se decía antes). Para quien escribe, lo que está ocurriendo es algo extraordinario. Estoy aquí para compartir con los amigos birmanos este momento histórico. O, más sencillamente, como cuando a un amigo le pasa algo bonito y vas a celebrarlo con él. No tengo otra cosa que decir.

Esta amistad nació el 11 de febrero de 1995 con el padre John y que luego se extendió a otros. Estaba en Birmania porque me encantan los viajes solitarios intrépidos, pero con la orden perentoria de mi mujer de ir a misa por lo menos el 11 de febrero. Fue increíble. En medio de los arrozales birmanos, no solo encontré una misa, sino un santuario de la Virgen de Lourdes donde se celebraba una ceremonia con el arzobispo. De todos los curas que había, por casualidad, me dirigí a uno que en un principio me habló en inglés, pero cuando saludé al obispo y le dije que era de CL se puso a hablar en italiano y me dijo que había leído los libros de don Giussani. Pasamos todo el día juntos y nos hicimos amigos y “compañeros de aventuras”. Desde entonces, desde hace más de veinte años, voy a verle o él viene al Meeting, hablamos por teléfono y nos mandamos cordialmente “a freír espárragos”. Incluso, en un contexto político-religioso “particular”, con algunos amigos, de forma esporádica, hace Escuela de Comunidad.

Y ahora este imprevisto, ¡el Papa en Birmania! Ninguna frase fue más verdadera: «Un imprevisto es la única esperanza». Podía no haber encontrado el santuario, podía no haberme dirigido, entre muchos curas, a él (probablemente la única persona entre 60 millones de birmanos que entonces hablaba italiano, ahora son muchos los que lo hablan), podía no haber leído a don Giussani. Podía no... En cambio, ha sido así. Llamadla casualidad, designo, providencia u otra cosa, pero es un hecho. Yo, pase lo que pase, estoy seguro de que no fue por casualidad.

Y ahora Francisco está aquí y yo estoy con ellos. ¿Quiénes son “ellos”? El padre John ya no es el director del seminario, pero desde hace 10 años traduce la Biblia al birmano (porque antes no existía); ahora es el padre Marco quien dirige el Seminario de Mandalay. El padre Alfonso era seminarista en Roma (por Navidad nos visitaba en Val Badia, él que no había visto la nieve en su vida y sacaba fotos sin parar) y ahora es párroco en un pueblo perdido en la frontera con India (y está aterrorizado porque un tigre ha matado a dos feligreses). Y luego están el padre Dominique (un “pieza”), el padre Peter (el serio del grupo) Liza, al que un encuentro con los Ceresani ha revolucionado su vida, Federik, que ha dejado el seminario pero no deja de seguir aquel encuentro (trabaja como guía para los turistas italianos y está casado con dos hijos) y el padre Benjamin, que con Avsi y sus campesinos ha constituido una cooperativa.

Ahora mismo estamos cenando todos juntos, con un calor aplastante, esperando a mañana, el gran día. Podía no ser. En cambio, ha sido. ¿Existía un designio desde el 11 de febrero de 1995? Los designios de Dios son inescrutables, pero nunca como en este caso reconozco la gracia de Dios y la libertad de los hombres. Porque desde siempre «Dios necesita de los hombres». Han sido necesarios siglos de testimonios para que hoy el Papa esté aquí. Durante muchos años, en los siglos pasados, en los registros de los misioneros se apuntaban más muertes que bautizos. Hombres como el padre Clemente Vismara y muchos otros del Pime, de los oblatos y salesianos, el padre Domenico Tarolli y, antes, laicos como comerciantes armenios por la ruta de la seda y los piratas portugueses deportados al interior. Y las mujeres: muchas monjas de Maria Bambina que venían a ayudar a los misioneros en los orfanatos y en las leproserias. Y esta noche estos rostros. Hay un hilo conductor que los relaciona. Hoy sigue necesitando hombres que lo testimonien mediante la grandeza de lo divino y la miseria de lo humano. Nuestros amigos no son perfectos, pero son los que Él ha elegido. Y mañana vendrá Francisco.

Silvio, Pietra Ligure (Savona)