Un momento de la peregrinación

El coraje de volver

La peregrinación a Tierra Santa de un grupo de amigos con el arzobispo de Bolonia, cardenal Matteo Zuppi. Como ir a «ver a un amigo que está mal y volver enriquecido. La paz empieza entre nosotros»
Gianni Varani

Desde aquel trágico 7 de octubre de 2023, los turistas y peregrinos prácticamente han desaparecido de Jerusalén, Belén y Palestina. Una tragedia dentro de la tragedia. Se mire por donde se mire. Tiendas cerradas, hoteles desiertos, lugares santos sin fieles, guías turísticos parados. Como decía el acompañante de grupos Nader Tuma a 161 peregrinos italianos que visitaron Tierra Santa del 13 al 16 de junio, «recibiros aquí es un gran signo de esperanza para nosotros. Hoy estamos menos solos». «Lo habéis logrado», es la expresión incrédula con que muchos acogían y aplaudían al grupo por la calle.

El detonante de esta aventura, sin duda audaz, desaconsejada por la mayoría por los riesgos que podía comportar, partió del arzobispo de Bolonia, el cardenal Matteo Zuppi, y su vicario, monseñor Stefano Ottani, como respuesta al llamamiento del patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa: «No nos dejéis solos». El poco más de un mes, más de veinte asociaciones y movimientos y numerosos fieles aceptaron la invitación.

Andrea Babbi, presidente de la agencia de viajes de la curia boloñesa, estaba en un taxi en Nápoles cuando recibió la llamada: «Nos vamos, pronto y muchos, tú te encargas de organizar la peregrinación». Después de un momento de incredulidad y temor, lo primero que hizo fue pedir a sus amigas las hermanas de la Caridad de la Asunción de Nápoles que rezaran para que la peregrinación pudiera celebrarse. Inesperadamente –casi un milagro– pudieron contratar los vuelos, los seguros, un intenso trabajo con los representantes de asociaciones y movimientos para organizar un puente aéreo desde siete ciudades, gestionar las relaciones con las autoridades y cerrar, en la medida de lo posible, el programa por razones de seguridad. Volvía a arrancar la maquinaria para ir a Tierra Santa.

Fue una operación «fraterna y sinodal», comenta Babbi, “intereclesial”, un signo de los tiempos de la Iglesia, y «un gran don para cada uno de nosotros». Antes de partir, hicieron una colecta para llevar ayuda material a la comunidad, recogiendo, entre donaciones privadas y contribuciones de empresas, una cantidad considerable que se repartió entre las parroquias, las obras y el Patriarcado. Al llegar, el cardenal Pizzaballa abrazó a todos diciendo: «¡Gracias! ¡Lo habéis logrado! ¡Habéis sido valientes y ahora seréis contagiosos! Volved a peregrinar para devolvernos la vida y la esperanza».

Fueron pocos días pero muy intensos. Solían empezar antes del alba rezando en los lugares más sagrados de la cristiandad, luego se separaban en pequeños grupos. Se han encontrado con judíos, ortodoxos, cristianos, protestantes, palestinos, musulmanes, gente común y líderes religiosos. Algunos en situaciones especialmente dramáticas, como los padres de los jóvenes judíos secuestrados por Hamás, el párroco de Gaza, las monjas del Baby Hospital, el grupo scout de Belén o los amigos de la Casa de los Reyes Magos-DAM.

En esta situación de conflicto y precariedad, donde falta todo, hasta los bienes de primera necesidad, ¿cuál es la necesidad más urgente? «¡La educación! Las escuelas cristianas están abiertas a todas las religiones y a todos los pueblos en Tierra Santa. Son un punto de unidad y esperanza para el futuro de esta tierra», respondió el padre Marcelo, párroco de Gaza.

«Tierra Santa es un lugar complejo y no hace falta encajarlo y entenderlo todo. Aquí se viene en peregrinación para visitar los lugares de Jesús. No pretendáis encontrar respuesta a todas las preguntas que surjan estos días. No necesitamos gente que rece por nosotros, sino con nosotros. Hay que estar a la escucha. Este es el mejor momento para venir». Son palabras de sor Valentina, del St Joseph Hospital. Un latigazo para Federica: «No me dejó tranquila, me hizo afrontar la experiencia de la peregrinación de otra manera».
Ante esta tragedia con miles de muertos, vuelve a aflorar la pregunta: ¿cómo es posible seguir creyendo en un Dios? Responden las palabras de Su Beatitud Michel Sabbah: «Esta tierra es del misterio de Dios. Nosotros vivimos aquí y somos incapaces de entenderlo, no entendemos qué quiere Dios de nosotros, pero sí que quiere mostrarnos cómo vivir en paz. La religión es relación con Dios, los intereses personales sirven para la guerra. Donde hay guerra, no está Dios».

Encuentro con el patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén

Los peregrinos querían verificar personalmente la invitación que les hizo el padre Gianfranco, guía en Jerusalén: «Tierra Santa es un lugar para “tocar”. Veréis que todos los lugares santos piden ser tocados». «Ese podría ser el resumen de nuestra peregrinación», afirma Lucia.

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«Hemos tocado los lugares santos, Dios nos ha pedido que le tocáramos y lo hemos hecho en las heridas de los habitantes de estos lugares, a un lado y a otro. Hemos metido nuestra mano en el agujero donde estuvo la Cruz. Del mismo modo, hemos dejado que judíos, árabes, cristianos, israelíes y palestinos mezclaran sus vidas con las nuestras». Después de poner sus manos en el Santo Sepulcro, arrodillado, a Matías se le quedaron grabadas las palabras del cardenal Zuppi: «La resurrección no llega sin la cruz, sino que la incluye. El mal nunca tiene la última palabra». Al volver decía: «Hemos ido. Igual que vas a ver a un amigo que está mal, que necesita algo, y vuelves enriquecido. La paz empieza en nosotros, entre nosotros, en casa, ahora».

Un viaje que a nivel internacional solo puede ser el inicio del retorno de las peregrinaciones.