Wiktoria Niemczak Ulma con sus hijos

Polonia. Los Ulma y la santidad de la puerta de al lado

Varios amigos polacos participaron en la beatificación de una familia asesinada por los nazis por esconder a judíos. «Nos han enseñado que la santidad es un camino posible para todos»

Entre los objetos que encontraron en casa de los Ulma hay un libro titulado Historia bíblica de la antigua y la nueva Alianza, donde los padres habían rodeado en rojo un fragmento del capítulo El mandamiento del amor – El buen samaritano, tomado del evangelio de Lucas. Junto al texto se ve escrita a mano la palabra “sí”. Un primer testimonio de su apertura caritativa hacia los que tenían graves dificultades. De hecho, la familia Ulma ocultó a judíos durante la Segunda Guerra Mundial y por ello fue asesinada. Pero su martirio solo es el culmen de toda una vida.

El padre, Józef Ulma, nació en 1900, era un hombre con una gran curiosidad por el mundo y un apasionado de la fotografía. Gracias a ello han llegado hasta nosotros fotografías que ofrecen un retrato muy vivo de esta familia, de cómo vivían, cómo rezaban, lo que hacían. Una de las fotos está manchada de sangre: es la sangre de cuando fueron ajusticiados por los invasores alemanes el 24 de marzo de 1944.

Józef conoció a su futura esposa en una reunión del círculo ZMW Wici (Asociación rural juvenil, ndt) de Markowa. Wiktoria Niemczak, doce años más joven que él, vivía en una casa no muy lejos de la suya, iba a la Universidad popular del pueblo y estaba muy implicada en la vida cultural local. Se casaron en 1935 y la familia empezó a crecer enseguida. En sus nueve años de matrimonio nacieron seis hijos: Stanisława en 1936, Barbara en 1937, Władysław en 1938, Franciszek en 1940, Antoni en 1941 y Maria en 1942. Iban a la parroquia de Santa Dorotea, Józef era miembro de la Juventud Católica y ambos pertenecían a la Hermandad del Rosario Viviente. Al aumentar la familia, tenían previsto mudarse a una casa más grande pero el estallido de la guerra lo paró todo.

Los nazis entraron en Markowa el 9 de septiembre de 1939, y desde el primer día instauraron un régimen de terror. Los judíos de la zona, unas treinta familias, enseguida se vieron privados de todos sus derechos y obligados a huir o esconderse. Cualquiera que les ayudara era castigado con la muerte. Aun así los campesinos del lugar solían aceptar hospedarles unos días y luego los despedían dándoles tan solo algo de comida. Pero no todos. Algunas familias polacas decidieron acogerá los fugitivos. Entre ellos los Ulma, que ocultaron a los miembros de la familia Goldman en el desván. Eran ocho: Saul Goldman con sus hijos Baruch, Mechel, Joachim y Moses, y las hijas de Chajm Goldman, Gołda Grünfeld, Lea Didner y la pequeña Reszla. Aunque su casa estaba situada a las afueras, enseguida se notó que los Ulma compraban más comida de lo habitual y así fueron descubiertos.

El 24 de marzo de 1944 un grupo de militares alemanes bajo el mando de Eilert Dieken, junto a los llamados “policías azules” (cuerpo policial creado durante la Segunda Guerra Mundial en la Polonia ocupada por los alemanes, ndt), rodearon la casa de los Ulma. Primero mataron a los judíos que estaban ocultos, luego sacaron a Józef y Wiktoria Ulma de casa y los fusilaron allí mismo. Después de sus padres y por orden personal de Dieken, mataron también a los seis niños: Stasia, Basia, Władziu, Franuś, Antoś, Marysia y el séptimo bebé, cuyo parto se desencadenó en plena masacre. Los habitantes de Markowa recibieron de los alemanes la orden de retirar los cuerpos y excavar una gran fosa común. La noticia de la masacre se difundió con gran rapidez. Al acabar la ocupación alemana, el 11 de enero de 1945, sus restos fueron sepultados en el cementerio parroquial. Desde el día de su beatificación, cuyo proceso fue seguido por el obispo Jamrozek y el padre Witold Burda, sus reliquias están expuestas en la iglesia de Markowa.

«Esta beatificación es un gran regalo. Quería estar presente en esta ceremonia por encima de todo y cambié para ello todos mis planes (incluidas unas vacaciones con mi mujer que llevábamos cinco años preparando)», escribe Pawel Kuglarz, de la comunidad de CL en Cracovia-Varsovia. «Me parecía un evento muy importante para la Iglesia, pero sobre todo para mí. De hecho, durante la beatificación también pudimos vernos con los habitantes de Markowa y el alcalde de Esens, de donde era el criminal alemán que ordenó los asesinatos, Eilert Dieken.

Sin duda, la familia Ulma es un auténtico modelo y me alegra especialmente que su memoria litúrgica sea el 7 de julio, día de su boda, y no el aniversario de su martirio. Corremos el riesgo de fijar la mirada en su martirio pero, como dijo el cardenal Semeraro en la homilía de beatificación, “sería un error que el día de la beatificación de la familia Ulma solo sirviera para traer a la memoria el terror de estas atrocidades. Queremos que hoy sea un día de alegría porque las páginas del evangelio escritas en el papel se han convertido para nosotros en una realidad viva que resplandece de forma luminosa en el testimonio cristiano de los esposos Ulma y en el martirio de los nuevos beatos. Vale la pena mirar su vida entera porque también puede ser un modelo para nuestros días”».

De hecho, para Izabela y Tomasz, de la comunidad de CL en Łodz, el día de la beatificación fue precioso. «No hay amor más grande que el de quien da la vida por otra persona. A pesar de las dificultades de la guerra, los Ulma lograron formar una familia verdaderamente cristiana con su trabajo y su vida diaria. En una época de crisis para la familia, los nacimientos y la educación, es precioso ver cómo una familia normal recorre el camino de la santidad. Todos estamos llamados a la santidad, que es un proceso, un camino donde también se contemplan las caídas y debilidades humanas. Para nosotros ha sido muy importante redescubrir que los santos nacen en un contexto determinado, al que deben mucho, y al mismo tiempo están llamados a generarlo. De tal modo que los gestos normales de un cristiano pueden convertirse en motivo de fe para el mundo».

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En la beatificación también estuvieron Barbara y Damian con sus hijos, Jan y Maria, también de la comunidad de CL en Łódź. «Nos preguntábamos qué es lo que permitía a los Ulma tener esa confianza incluso en unas circunstancias así. Solo una fuerte adhesión a Dios, reforzada por el amor, por la confianza y por la educación familiar, podría llevarles a ayudar a aquellos a los que se les habían quitado todos sus derechos. Ante una catástrofe así, en la que el mal parece haber triunfado, los Ulma salieron vencedores. Aplastados por el odio, condenados a ser borrados de la memoria, se han convertido en un modelo inequívoco y sólido para el mundo entero. Esta beatificación no solo es un acontecimiento para la Iglesia universal, sino también para toda Polonia. A nuestro país, víctima de dos totalitarismos (alemán y soviético), se le acusa muchas veces de haber “ayudado demasiado poco”. Esta familia polaca de Markowa, ahora beatificada, ha rescatado el buen nombre de Polonia y ha ayudado al mundo a comprender que, incluso en la peor de las tempestades, el Señor sigue presente y actúa».
Pawel, Barbara, Damian, Izabela y Tomasz (CL Polonia)