El arzobispo de Milán, monseñor Mario Delpini (Foto Pino Franchino/Fraternità CL)

El pueblo de la paz construye obras de paz

La homilía del arzobispo de Milán, monseñor Mario Delpini, y el saludo de Davide Prosperi en la misa en el Duomo por el 18° aniversario de la muerte de don Giussani
Mario Delpini

1. Al principio el don
Al principio está el don, al principio está la manifestación de la gloria de Dios que llena la vida, la tierra, y alegra al mismo Dios: “Y vio que era bueno, era muy bueno”. Y llega el tiempo en que los hijos amados, colmados de todo bien, dotados de toda belleza y ricos en todos los dones, llegan a tomar conciencia. ¿Qué forma tendrá la conciencia de los bienes innumerables que los hijos amados reciben como don? ¿Qué palabras dirán? ¿Qué historia querrán escribir al respecto del Padre bueno, del Dios altísimo?

2. En vez del reconocimiento...
Cuando la conciencia madura puede ser que la primera palabra sea la de autocomplacerse: ¡qué bello soy!, ¡qué inteligente!, ¡cuántas cosas soy capaz de hacer, y de hacer bien! La autocomplacencia puede hacer que se insinúe una tentación, puede llevar a replegarse sobre uno mismo, a una especie de inmovilismo infantil, como el reposo de Narciso al borde del estanque.
Tomar conciencia de los dones recibidos también puede alimentar la presunción. La presunción es una forma de embotamiento. Ignora, en efecto, que cada cosa es un don recibido, olvida de quién viene la gracia de estar vivos y dotados de toda gracia, se apropia de su condición y la considera un derecho propio. Así es como la presunción empieza a aconsejar empresas osadas, alimenta entusiasmos injustificados, sugiere ideas de desprecio a los otros, que siguen siendo hermanos amados por el único Padre. Del desprecio y de la presunción derivan proyectos de dominio y también de ahí nacen conflictos y luchas, como apunta Santiago. ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra (Sant 4,1s).
De la consideración de los dones recibidos puede nacer incluso el resentimiento y la envidia, al tomar en consideración los dones de los hermanos. Así se originó la ira de Caín, que le devoró el alma y oscureció su mente: ¿por qué el Padre no me ha dado a mí lo que le ha dado a mi hermano? ¿Por qué el Padre prefiere a mi hermano antes que a mí?

Foto Pino Franchino/Fraternità CL

3. Competid en la estima mutua
El pueblo de la paz rechaza la tentación de la autocomplacencia, de la presunción, de la envidia. La primera palabra es, en cambio, el reconocimiento. Estamos aquí reunidos para pronunciar la primera palabra razonable, buena y virtuosa: “¡Gracias, Padre, por todos los dones que enriquecen nuestra vida! ¡Gracias, hoy, en particular, por el don del encuentro, del carisma y del testimonio de don Giussani!”. El alma alegre y agradecida practica las virtudes recomendadas por Pablo.
Competir por estimarse mutuamente es el camino más prometedor para el conocimiento. La estima no es solo admiración por lo que otros tienen o son, sino la disposición de quien espera algo, de quien recibe las palabras y obras de los demás como una revelación luminosa y un don deseado. Cuando uno se siente estimado se anima a reconocer también sus propias cualidades y a intentar dar fruto, dando lo mejor de sí. Quien estima a las personas con las que se encuentra, con las que comparte su vida, en la familia, en el trabajo, en la vida social, en la política, escucha de buen grado, se enriquece también por los dones de los demás y llega a ser mejor gracias al encuentro, a la posibilidad de trabajar juntos, de construir juntos. La estima es el acompañamiento que hace posible que los padres y los educadores en general animen a los más jóvenes a vivir la vida como vocación y a dar fruto por los dones recibidos, incluso por aquellos que tal vez ni siquiera aún reconocen. La estima entre adultos, entre grupos, asociaciones y movimientos, es condición necesaria para que la comunidad crezca como una casa común, llena de dones diversos y habitada por la alegría, a la altura de la misión. La estima entre los pueblos predispone para el camino de la paz, de la alianza y del intercambio de dones. ¿El pueblo de la paz será capaz de introducir en las relaciones entre los pueblos esta competición por estimarse mutuamente?

4. Inclinaos en cambio ante los humildes
Mientras la presunción predispone a la rivalidad, al desprecio a los demás y por tanto a los conflictos y luchas, la actitud del reconocimiento predispone a la humildad, a ser serviciales los unos con los otros, lo que sostiene el camino de aquellos que están llamados a ser alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación y perseverantes en la oración. El pueblo de la paz acoge la invitación de Pablo: no aspiréis a cosas demasiado elevadas, inclinaos en cambio ante los humildes.

5. María Reina de la Paz; el movimiento de Comunión y Liberación, pueblo de la paz
La pertenencia agradecida al movimiento de CL ha reunido aquí y en todos los rincones de la tierra a un pueblo numeroso, convocado por el reconocimiento, llamado a acoger la invitación de Pablo a competir por la estima mutua y a inclinarse ante los humildes, invocando a María, reina de la paz, porque hay demasiadas guerras absurdas y sin solución, por lo que parece, que afligen la tierra. Lloremos con los que lloran.
Que la intercesión de María y el carisma de don Giussani animen a todos a ser el pueblo de la paz, por la armonía fraterna entre todos los miembros de CL, por el don de la difusión internacional del movimiento que reavive la estima entre los pueblos y la asunción de responsabilidades para ser constructores de paz.