Sor Ann Rose Nu Thawng delante de los soldados el 1 de febrero de 2021 (Fuente: Twitter)

Myanmar. De rodillas por la paz

Su foto suplicando a los militares que pararan la violencia dio la vuelta al mundo y la BBC la ha incluido entre las cien mujeres del año 2021. Un año después, hablamos con sor Ann Rose Nu Thawng
Alberto Perrucchini

«Matadme a mí, no a la gente», decía sor Ann Rose Nu Thawng a los soldados. Hace justo un año, el 1 de febrero de 2021, los militares tomaban el poder en Myanmar. En medio del tumulto, se disparó esta foto que retrata a una monja de rodillas delante de los militares armados que dio la vuelta al mundo. Sor Ann pertenece a la orden de San Francisco Javier, vive y trabaja como enfermera en un país que pocos sabrían señalar en un mapa y fue elegida por la BBC entre las cien mujeres del año 2021. La hemos buscado para saber de dónde nació ese gesto y qué está pasando un año después.

Hace un año, el 1 de febrero de 2021, Myanmar sufrió un golpe de estado, ¿cómo es hoy la situación?
El escenario político en que nos encontramos es difícil de describir. Un año después, podemos decir que un grupo de militares ha sumido a nuestro país en la oscuridad. Ya no hay seguridad, la gente vive con miedo y la situación no deja de empeorar. Cada día se reza por la paz y la libertad, pero el ejército sigue matando civiles. Tras los primeros meses de protestas pacíficas, los jóvenes dejaron sus casas y se fueron a combatir, de modo que las familias se están disgregando. Mucha gente se ha visto obligada a abandonar su vivienda por los enfrentamientos entre los militares y los ejércitos de las comunidades étnicas. Incluso algunas iglesias han sido incendiadas y varios curas han tenido que huir. Un hecho nuevo al que hemos asistido ha sido ver a los diversos grupos étnicos –que viven en las zonas más periféricas del país– rebelarse y unirse entre sí. Antes, en la capital no sabían lo que pasaba en la periferia. Ahora sí, por fin la gente entiende la situación de las minorías étnicas que llevan décadas luchando con el gobierno.

Sor Ann Rose Nu Thawng

¿Y la situación sanitaria?
Varios médicos y enfermeros han sido asesinados, otros encarcelados. Yo seguí trayendo niños al mundo y yendo por la noche a las casas hasta que prohibieron salir. Durante dos meses me quedé en la clínica, prácticamente blindada. Debido a la guerra civil y al Covid, la vida cotidiana de la mayoría de la gente se ha complicado mucho. Son muchos los que sufren enfermedades físicas o patologías psíquicas. Los niños no pueden ir al colegio y eso complica aún más las cosas. Además, algunos jóvenes se han visto obligados a casarse sin poder hacer ningún tipo de celebración. Lo peor es que no se ve ninguna perspectiva de solución. Predomina el caos.

¿Y usted cómo está?
Yo sigo trabajando en nuestro hospital. Mis superiores me han pedido que deje de salir a la calle a protestar por razones de seguridad. Militares y policías han venido varias veces a registrar a los pacientes y a pedir información sobre ellos. Pero no tengo miedo, reconozco en mí la presencia del Señor que me sostiene y me protege. Yo también contraje el Covid durante la segunda ola, pero no he dejado de atender a la gente. Utilizando todos los dispositivos de seguridad necesarios, trato de atender a los que lo necesitan, sobre todo garantizando que haya oxígeno para los que están peor e intentando ir a sus casas en la medida de lo posible. Debido al calor y la humedad, resulta muy difícil trabajar con todos los elementos de protección, pero el Señor siempre ha estado conmigo.

Covid y guerra civil. ¿Cómo ha vivido estos meses?
Ha sido un periodo duro. Estos meses, debido a la penuria de médicos y enfermeros, muchas mujeres embarazadas se han dirigido a nosotros. En pocos meses ayudé a muchas mujeres a dar a luz. He traído al mundo a más de sesenta niños, la mitad de ellos en el mes de diciembre. Faltan médicos y he tenido que asumir una responsabilidad muy pesada. Pedía ayuda al Señor, sobre todo en los partos más complicados o cuando tenía que utilizar el bisturí. Con el dinero que nos llega de los benefactores hemos podido abrir una pequeña sala de parto en una zona de la clínica.

El 17 de marzo, en su audiencia general, el Papa decía: «También yo me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia!». ¿La gente de su país siente la cercanía del Santo Padre y de la Iglesia?
Todo el pueblo de Myanmar quedó muy impactado por las palabras del papa, signo de su amor por esta gente. Francisco sentía el dolor del pueblo birmano como si fuese suyo y expresó su cercanía y atención. Por eso se lo agradezco de corazón. Su oración también impactó mucho fuera de las fronteras de Myanmar y gracias a él se ha hablado de la situación en nuestro país. Necesitamos la ayuda de otros países para poder recuperar algún día la vida y la normalidad.

¿Cómo recibió la noticia de que la BBC la incluyera entre las cien mujeres del año 2021?
La noticia me sorprendió mucho, incluso me dio un poco de miedo. Pero luego pensé que solo soy un instrumento a través del cual Dios actúa. Él nos ha dado un talento a cada uno, lo importante es usarlo bien.

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¿Podría contarnos cómo empezó su vocación?
Tengo un recuerdo de cuando era niña. Durante un Via Crucis en la iglesia, me quedé profundamente impactada por las llagas de Jesús. Me hicieron llorar pero al mismo tiempo despertaron en mí un sentimiento de gratitud por Alguien que, con un gesto de amor, dio la vida por nosotros y por todo su pueblo. Siguiendo sus huellas, decidí que yo también me iba a entregar por los demás. Mi vocación como religiosa con las monjas de San Francisco Javier nació cuando me di cuenta de que en mi pueblo natal, situado en la frontera entre el estado de Shan y el de Kachin, al norte de Myanmar, no había monjas trabajando en la pastoral. Entré en el noviciado de Pathein, al sur del país. Luego pasé una etapa como enfermera en Yangon y trabajé durante un año en un hospital privado gestionado por musulmanes. Cuando regresé a Pathein, hice un curso de formación de cinco años que me llevó hasta mi profesión religiosa. Seguí estudiando en la universidad, hice el doctorado en psicología, y desde hace casi trece años trabajo como enfermera en la clínica diocesana de Myitkyina, capital del estado de Kachin.

¿Qué es para usted la esperanza? ¿Dónde la percibe?
Una persona sin esperanza no puede hacer nada, su vida carece de significado, se vuelve árida. Por eso no olvidamos nunca al Señor y suplicamos a la Virgen ayuda para superar las dificultades. En todo momento pido al Señor afrontar la vida y la realidad con esperanza. Dios creó todo para el bien, y no nos dejará nunca. Aunque nos equivoquemos, si volvemos a Él arrepentidos, Dios nos acogerá, pues es Padre de misericordia. Hay gente que no piensa en el bien de la gente sino solo en su propio interés. Nosotros rezamos por ellos. No podemos vencer con las armas, pero sí con la oración y con la ayuda del Señor. Otra cosa que me da esperanza es ver que, mientras antes había hostilidad entre una comunidad étnica y otra, o entre religiones, ahora en cambio estamos experimentando un camino de unidad que puede llegar a ser una vía hacia la victoria sobre las armas.

(con la colaboración de sor Margaret Htu Hkawng y Gerolamo Fazzini)