Sandra Sabattini (Riccione, 19 de agosto 1961 - Bologna, 2 de mayo 1984)

El secreto de Sandra

«Si no te conociera, ni siquiera mi respiración tendría sentido». Sandra Sabattini será beatificada el 24 de octubre. En sus 23 años de vida no hay nada “heroico”. Solo un gran amor
Paola Ronconi

«La vida cristiana, y por tanto la santidad, es tomar en serio el Bautismo». Son palabras del beato Ildefonso Schuster, cardenal arzobispo de Milán, que describen mejor que otras muchas la breve vida de Sandra Sabattini, que el domingo 24 de octubre será proclamada beata. En sus 23 años de existencia, no hallamos hechos extraordinarios, actos heroicos, testimonios sorprendentes, solo una fe tan discreta como radical. Podríamos decir que ser santos está al alcance de todos. «Es lo más sencillo y difícil que existe», admite Giuseppe Tognacci, delegado episcopal instructor de la causa de beatificación y canonización en la fase diocesana de Sandra. Sencillo porque basta con el Bautismo, difícil porque basta con el Bautismo.

Sandra nació el 19 de agosto de 1961 en una familia muy religiosa. Cuando tenía cuatro años, los Sabattini se mudaron a la casa parroquial de San Jerónimo en Rímini, donde era párroco su tío Giuseppe Bonini. Allí conocerá a Oreste Benzi, responsable de la Comunidad Juan XXIII, nacida en 1968.

En el verano de 1974, participa en un campamento para adolescentes en los Dolomitas, acompañando a jóvenes con discapacidad. Fue un momento clave. «Acabamos doblados, pero a esa gente no la abandonaría por nada del mundo», dijo a su madre al volver. Y así fue porque nunca dejaría de relacionarse con los necesitados. Pero eso no es todo. «Benzi tenía una personalidad muy fuerte», cuenta Tognacci. «El anuncio cristiano lo hacía con mucha fuerza y claridad. La Juan XXIII proponía a los jóvenes la oración, la adoración, la atención a los necesitados y muchos momentos de encuentro». A Sandra le fascinó, quedó cautivada.

Sandra con Oreste Benzi en 1979 (Foto: Riccardo Ghinelli)

Sandra empezó a escribir un diario en 1972. El propio Benzi, después de su muerte, se encargó de recoger sus textos para publicarlos: páginas del diario, notas en trozos de papel, apuntes de encuentros de la Juan XXIII. Gracias a esas páginas, podemos seguirla paso a paso mientras lucha con su carácter, con su timidez, con la continua necesidad de aceptarse tal como era. Desde muy jovencita esas líneas muestran una estrecha relación con Jesús, al principio más infantil, a veces ingenua, y luego cada vez más consciente. «Si no hago una hora de oración al día ni siquiera me acuerdo de que soy cristiana. Si quiero conocer mejor a una persona, tengo que estar con él, es decir, con Cristo», escribe a los 14 años, el 4 de noviembre de 1975. La oración, los sacramentos, la adoración son fieles compañeros del camino de Sandra.

Su tío Giuseppe contará que cuando Sandra era aún muy pequeña se la encontraba muchas mañanas en la iglesia muy temprano, a oscuras, rezando delante del Santísimo.
Por su diario pasan también muchos momentos de malestar, propios de su edad, pero también un ánimo insatisfecho por la mediocridad de la vida que se plantea preguntas importantes. «Debería ser feliz, tengo todo lo que quiero pero de noche solo siento un vacío» (7 de diciembre de 1975). «Esta noche me siento llena de nada» (12 de enero de 1977). «Soy y siempre seré un signo interrogativo. Desearía, ¡me gustaría tanto saber y poder alabarte también en el dolor! Pero soy mezquina y en el dolor siempre te olvido. ¿Puedes volver a perdonarme?» (13 de febrero de 1977). «No sé, no quiero darme cuenta de que Tú eres quien lo decide todo y no yo» (12 de marzo de 1977).

Amar a los demás se convierte para Sandra en el principal camino para dar un sentido a su vida, que pasa por los drogodependientes de las casas de recuperación que nacían en el seno de la Juan XXIII, los necesitados que se encontraba por la calle o las amigas con las que compartía el estudio. Al terminar sus estudios, elige la facultad de Medicina, en Bolonia, para ser médico y partir a África. Pero incluso ayudar a los demás pierde significado si no es por amor a Él. El 26 de febrero de 1978 escribe: «Decir que elijo a los pobres es demasiado fácil, no sirve de nada si luego sales y todo sigue igual que antes. No. Te elijo a Ti y basta». Sucede así también con Guido, al que Sandra conoce en 1978 y al cabo de dos años se convierte en su novio. En una bolsa de bombones, Sandra le escribe: «Debemos estar todos los días delante de Dios con las manos vacías, como mendigos».

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Su inquietud por la fe y la vocación toma en ella el rostro de una alegría discreta pero firme. Así es Sandra para quien la conoce. La oración se vuelve cada vez más esencial. «Tres cosas te pido cada día: verte más claro, amarte más profundamente y servirte más de cerca» (11 de abril de 1982). «Si no te conociera, ni siquiera mi respiración tendría sentido. Mis horas podrían ser una alabanza continua a Ti» (19 de agosto de 1982). Dios cada vez está más presente. «Mi problema no es estar con los pobres, sino con el Señor. La relación íntima con Dios hace crecer cada vez más mi relación con los demás» (10 de septiembre de 1982).
Benzi vio en ella «la frescura interior y la adhesión total para seguir a Cristo sin compromisos», afirma Tognacci, pero «la radicalidad de la elección de Sandra por el Señor se verá con más claridad después de su muerte». Benzi propondrá la vida de Sandra como ejemplo al que mirar, como testimonio vivo para todos los amigos de la Juan XXIII. «Ese es su secreto», decía: «Alguien que es su vida continuamente».

El 29 de abril de 1984, nada más llegar a Igea Marina, donde debía asistir con su amigo Elio y su novio Guido a una asamblea de la Juan XXIII, un coche la atropella. Entra en coma y el 2 de mayo muere. Las últimas palabras del diario son del 27 de abril: «Esta vida se está desarrollando marcada por un respiro regular que no es mío, animada por una serenidad que no es mía. No hay nada en este mundo que sea tuyo. ¡Sandra! ¡Date cuenta! Todo es un don, en el que el Donante puede intervenir cuando y como quiera. Cuida el regalo que te hacen, haz que sea más bonito y pleno para cuando llegue la hora».

Por su intercesión, Stefano Vitali, secretario de Benzi y expresidente de la provincia de Rímini, se curó inexplicablemente de un tumor que no tenía salida. Él escribió un libro donde cuenta que, después del diagnóstico, le asediaba una pregunta: «¿Por qué a mí?». Pregunta que no le ha abandonado después del milagro. De hecho, ahora se ha hecho más aguda.
Gracias a esta curación, el 24 de octubre Sandra será proclamada beata en la catedral de Rímini, en presencia del cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.
Ha superado en tiempo a su “maestro” don Oreste, cuya causa sigue abierta. Será la primera novia beata.