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El «combate» con Dios

El 16 de junio, el papa Francisco concluyó la segunda parte de su ciclo de catequesis dedicado a la oración. «Más fuerte que cualquier argumento en contra, en el corazón de un hombre hay una voz que invoca»
Paolo Cremonesi

«Nunca estamos solos. Jesús, en la cruz, ha rezado por mí. Hemos sido “rezados”». Con este neologismo, que se suma a los muchos que ha acuñado, el Papa concluyó el miércoles 16 de junio la segunda parte del ciclo de catequesis dedicado a la oración, que ha durado un año: 38 audiencias que comenzaron a mediados de 2020, cuando aún no se vislumbraba una vía de salida a la pandemia. Francisco ha desarrollado un denso itinerario donde se mezclan figuras del Antiguo Testamento con el camino del pueblo de Dios, testimonios de los santos con destellos de la vida cotidiana, el Evangelio con experiencias de los benedictinos y los Padres de la Iglesia.

«Más fuerte que cualquier argumento en contra, en el corazón de un hombre hay una voz que invoca», observaba al comenzar este camino. «Todos tenemos esta voz dentro. Una voz que brota espontáneamente, sin que nadie la mande, una voz que se interroga sobre el sentido de nuestro camino aquí abajo, especialmente cuando nos encontramos en la oscuridad... porque el hombre es un “mendigo de Dios”. Hermosa definición del hombre: “mendigo de Dios”».

La oración del cristiano es un diálogo, no una repetición de fórmulas. «Se puede rezar como los loros —bla, bla, bla, bla, bla— pero esto no es oración», comenta con ironía (12 de mayo). Ahondando en esta meditación, añade: «El cristiano, cuando reza, no se pone en búsqueda del núcleo más profundo de su yo. Esto es lícito, pero el cristiano busca otra cosa. La oración del cristiano es sobre todo encuentro con el Otro, con el Otro pero con la O mayúscula» (28 de abril).
La oración, señala, es una relación, un diálogo, un «encuentro entre el “yo” y el “Tú”», que la Iglesia hace presente. «Cada vez que juntamos las manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en compañía de santos anónimos y santos reconocidos que rezan con nosotros. En la Iglesia no hay duelo solitario, no hay lágrima que caiga en el olvido, porque todo respira y participa de una gracia común» (7 de abril).

Durante este ciclo de catequesis, Francisco no ha dudado en tocar temas incómodos, como por ejemplo la experiencia de una oración por la curación o por el fin de una guerra que aparentemente no es escuchada, cuando «Tú, Dios mío, parece que haces de todo para que yo deje de creer en Ti» (19 de mayo). «Todos nosotros tenemos experiencia de esto: hemos rezado por la enfermedad de este amigo, de este papá, de esta mamá y después se han ido, Dios no nos ha escuchado. El Catecismo nos ofrece una buena síntesis sobre la cuestión (2734). Nos advierte del riesgo de transformar la relación con Dios en algo mágico. La oración no es una varita mágica: es un diálogo... Jesús tuvo una gran sabiduría poniendo en nuestros labios el “Padre nuestro”. Es una oración solo de peticiones, pero las primeras que pronunciamos están todas del lado de Dios. Mejor dejar hacer a Él: “sea santificado tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad”» (26 de mayo). «Y cuando no se cumple la gracia, hará otra» (12 de mayo).
La oración se convierte así en un «combate» con Dios (un término que le gusta mucho a Bergoglio), tanto que le dedica una audiencia completa, la del 12 de mayo, donde recuerda a uno de sus fieles, cuando era obispo de buenos Aires, que pasó la noche rezando delante de las puertas cerradas del santuario de Nuestra Señora de Luján para pedir la curación de su hija.

Muchos son los enemigos de la oración: distracción, aridez, pereza, un corazón gris. El Catecismo de la Iglesia católica, en el número 2728 ofrece un detallado elenco. Son los resultados de una «vida que nos obliga a correr continuamente» (28 de abril). «Cada vez que queremos rezar, enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes. Esto me sucede también a mí. Casi siempre, después de haber pospuesto la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizá hemos perdido el tiempo. El Enemigo nos engaña así» (12 de mayo).
«Ninguno de nosotros», advierte Bergoglio, «nace santo, y cuando estos sentimientos malos llaman a la puerta de nuestro corazón es necesario ser capaces de desactivarlos» (21 de abril).
¿Con qué armas? El Papa recuerda que la oración vocal es la más segura, y siempre es posible realizarla. Los sentimientos van y vienen, en cambio la oración de los labios que se susurra o se recita a coro siempre está disponible.
«Todos deberíamos tener la humildad de ciertos ancianos que, en la iglesia, quizá porque su oído ya no está bien, recitan a media voz las oraciones que aprendieron de niños… son los robles que cada año extienden sus ramas, para dar sombra al mayor número de personas» (21 de abril). Francisco siente especial predilección por la oración del peregrino ruso: «¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de nosotros, pecadores!». Cita esta jaculatoria en varias audiencias, en las que recomienda leer los relatos del peregrino ruso.

Otro gran camino que indica contra la distracción es el de la memoria y la identificación. «Cristo no está lejos, sino que está siempre en relación con nosotros. Cada momento de la vida terrena de Jesús se puede convertir para nosotros en contemporáneo, gracias al Espíritu Santo. Gracias a Él, también nosotros estamos presentes en el río Jordán, cuando Jesús se sumerge en él para recibir el bautismo. También nosotros somos comensales de las bodas de Caná… También nosotros asistimos asombrados a las muchas sanaciones realizadas por el Maestro… somos como el leproso purificado, el ciego Bartimeo, Lázaro que sale del sepulcro...» (28 de abril).

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La oración se convierte así en una pauta musical donde se sitúa la melodía de la vida. No hay contraposición entre realidad cotidiana y espíritu, entre contemplación y acción. «Esta puede que provenga de la influencia de algún filósofo neoplatónico» (5 de mayo). Y añade: «En el ser humano todo es binario: nuestro cuerpo es simétrico, tenemos dos brazos, dos ojos, dos manos… Así también el trabajo y la oración son complementarios... Las manos entrelazadas del monje llevan los callos de quien empuña pala y azada».
Con estas catequesis, que todas juntas constituyen casi una encíclica, Francisco ha querido llamar la atención de la Iglesia sobre la importancia de la oración en un momento histórico desafiante. Existe el riesgo de transformarla en una organización de «empresarios de la fe que hacen beneficencia, muchas cosas» (14 de abril) y, retomando la pregunta de Jesús en el Evangelio de Lucas (18,8), plantea: «Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».