Papa Francisco

Papa Francisco: «O somos hermanos o se viene todo abajo»

El mensaje del Pontífice para la Jornada mundial de la Fraternidad. Su amistad con el Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb, su gratitud a Mohammed bin Zayed. «Es el momento de la escucha. Es el momento de la aceptación sincera»
Papa Francisco

Hermanas y hermanos, esa es la palabra: hermanas y hermanos. Afirmar la fraternidad, de modo especial a usted, mi hermano, mi amigo, mi compañero de desafíos y de riesgos en la lucha por la fraternidad, el Gran Imán Ahmed el Tayeb, a quien le agradezco la compañía en el camino por la reflexión y la redacción de este documento que fue presentado hace dos años.
Su testimonio me ayudó mucho porque fue un testimonio valiente. Yo sé que no era una tarea fácil. Pero con usted pudimos hacerla juntos, y ayudarnos mutuamente. Lo más lindo de todo es que ese primer deseo de fraternidad se fue consolidando en verdadera fraternidad. Gracias hermano, gracias.
También quiero agradecer a su Alteza el Sheikh Mohammed bin Zayed por todos los esfuerzos que ha puesto para lograr seguir adelante en este camino. Creyó en el proyecto. Creyó. Y también creo que es justo agradecer, y me permita usted, señor Juez, la palabra: “l’enfant terrible” de todo este proyecto, el juez Abdel Salam, amigo, trabajador, lleno de ideas, que nos ayudó a seguir adelante.

Gracias a todos por apostar por la fraternidad, porque hoy la fraternidad es la nueva frontera de la humanidad. O somos hermanos, o nos destruimos mutuamente.
Hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos. Con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos —permítanme—, o se viene todo abajo. Es la frontera. La frontera sobre la cual tenemos que construir; es el desafío de nuestro siglo, es el desafío de nuestros tiempos.
Fraternidad quiere decir mano tendida, fraternidad quiere decir respeto. Fraternidad quiere decir escuchar con el corazón abierto. Fraternidad quiere decir firmeza en las propias convicciones. Porque no hay verdadera fraternidad si se negocian las propias convicciones.

Somos hermanos, nacidos de un mismo Padre. Con culturas, tradiciones diferentes, pero todos hermanos. Y respetando nuestras culturas y tradiciones diferentes, nuestras ciudadanías diferentes, hay que construir esta fraternidad. No negociándola.
Es el momento de la escucha. Es el momento de la aceptación sincera. Es el momento de la certeza de que un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos. Quiero subrayar esto. No podemos decir: o hermanos o no hermanos. Digámoslo bien: o hermanos, o enemigos. Porque la prescindencia es una forma muy sutil de la enemistad.
No solo hace falta una guerra para hacer enemigos. Basta con prescindir. Basta con esa técnica —se ha transformado en técnica—, esa actitud de mirar para otra parte, prescindiendo del otro, como si no existiera.
Querido hermano Gran Imán: gracias por su ayuda, gracias por su testimonio, gracias por este camino que hemos hecho juntos.

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Querida hermana, tus últimas palabras no son dichas de oídas o convencionalmente, “somos todos hermanos”. Son el convencimiento. Y un convencimiento plasmado en el dolor, en tus llagas. Vos jugaste tu vida por la sonrisa, jugaste tu vida por el no resentimiento y a través del dolor de perder un hijo —solamente una madre sabe lo que es perder un hijo— a través de ese dolor tú te animas a decir “somos todos hermanos” y a sembrar palabras de amor. Gracias por tu testimonio. Y gracias por ser madre de tu hijo, de tantos chicos y chicas; por ser madre hoy de esta humanidad que te está escuchando y que aprende de vos: o el camino de la fraternidad, o hermanos, o perdemos todo.
Gracias, gracias.