Padre Claudio Lurati (foto Semanario Diocesano de Como)

Claudio Lurati: «Dios vuelve a quererme en Egipto»

La Santa Sede acaba de anunciar el nombramiento del misionero comboniano como vicario apostólico de Alejandría de Egipto. Regresa al lugar donde vivió doce años y donde vio nacer obras y grandes amistades
Giorgio Paolucci

Es pequeño el rebaño de católicos latinos en Egipto. Setenta mil fieles, una minoría dentro de la minoría de una comunidad cristiana que allí comprende a muchas familias –la más numerosa es la copta–, surgidas de una historia antigua y arraigada en la pluriformidad de la Iglesia. Para guiarlas, el papa Francisco llamó hace unos días al padre Claudio Lurati, nacido en 1962, un comboniano que –como el fundador de su congregación– siempre lleva a África en su corazón. Después de estudiar Teología en Kenia, vivió cinco años en Verona, uno en Sudán y doce en Egipto. Luego estuvo en Roma como ecónomo general y ahora llega su nombramiento como vicario apostólico en Alejandría de Egipto, donde se reencontrará con muchos rostros amigos.

«Ser una comunidad tan pequeña en un país fuertemente marcado por la presencia musulmana es una gran oportunidad para recuperar las razones de una presencia que no depende de las cifras ni de las obras, aunque estas tengan su valor», afirma el padre Claudio. «Las razones nos las da la persona de Jesús, que estamos llamados a testimoniar con nuestra vida, viendo con asombro que puede llegar hasta las personas y lugares más inesperados y que pueden nacer relaciones significativas y múltiples posibilidades de caminar juntos incluso con los que son diferentes a ti».

Alejandría de Egipto (foto Flo P/Unsplash)

Dos canales de testimonio y diálogo que han dado mucho fruto son las escuelas fundadas por la Iglesia –que gozan de gran prestigio en el país por la calidad de la educación, donde la asistencia de estudiantes musulmanes puede llegar al 50% del total– y las obras de caridad, como dispensarios, centros médicos, iniciativas para la formación de mujeres y a favor de los refugiados y desplazados, procedentes sobre todo de Sudán y Eritrea. Muchas de ellas son católicas y conforman el último eslabón de una larga cadena que comenzó hace ochocientos años con la visita de san Francisco a Damieta –aunque las primeras iglesias no surgieron hasta 1600– con la predicación de los franciscanos, a la que se sumó en el siglo XIX la llegada de emigrantes franceses e italianos y –más recientemente– europeos y americanos, que se quedan varios años con contratos de trabajo, aparte de la presencia de personas procedentes de Asia y otros países africanos. «Este es el testimonio elocuente de qué quiere decir “catolicidad”, la universalidad de una Iglesia donde viven sensibilidades, lenguas y tradiciones distintas, como experimenté ejerciendo el ministerio sacerdotal en una parroquia dirigida por los combonianos en el centro de El Cairo. Esta universalidad es un mensaje importante no solo para nuestros hermanos en la fe sino para toda la sociedad egipcia, que después de los cambios conocidos estos años está viviendo un momento de transición muy delicado, buscando su propio equilibrio».

Se trata de un reclamo para mirar más allá de los confines de la propia comunidad, prosigue. «Para considerar al “otro” como alguien que no puedes despreciar, que es muy valioso para la construcción de una identidad abierta y para una convivencia que se enriquece en el encuentro de la diversidad». Una experiencia que el padre Claudio vivió durante años con sus amigos de la comunidad de CL de Alejandría de Egipto –que nació hace unos veinte años– y que con el tiempo se ha enriquecido con encuentros significativos como el del profesor Wael Farouq y otras personas de tradición musulmana, muchas de las cuales han protagonizado acontecimientos muy significativos, como las dos ediciones del Meeting Cairo en 2010 y 2011.

Lurati también lee en la historia de Egipto hechos bíblicos de gran valor profético que tienen mucho que ver con el momento actual. «Pienso en el éxodo del pueblo judío, guiado por Moisés desde la esclavitud egipcia a la Tierra Prometida, y pienso en la huida de Egipto de la familia de Jesús, dos acontecimientos que en muchos aspectos recuerdan a los éxodos actuales de miles de personas que dejan su tierra de origen. Además, esta es una tierra que ha visto nacer la tradición monástica, que ha marcado profundamente la historia de la cristiandad».

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Más recientemente, la vida de Daniele Comboni también se topó con estas tierras. Gracias a él y a su carisma misionero, en la segunda mitad del XIX, El Cairo se convirtió en un lugar privilegiado para la entrada y difusión del cristianismo en África continental, una ocasión de encuentro y mestizaje entre europeos y africanos. Un lugar que también le “contaminó” a él. «Recuerdo que en 1989, en un viaje de regreso de Kenia a Italia, decidí quedarme allí unos días para conocer la ciudad. Y me dije: “Qué calor tan insoportable, qué idioma tan difícil, nunca vendré a trabajar aquí”. Pero Dios me llevó a Egipto durante doce años y ahora el papa Francisco me quiere allí».