El cardenal Pietro Parolin en Santa María la Mayor (Foto: Vito Sidoti)

Parolin: «Giussani, Pedro y la eficaz la pedagogía de Cristo»

La homilía del cardenal Secretario de Estado vaticano el día del aniversario de la muerte del fundador de CL, el 22 de febrero en Roma. «Había una especial consonancia humana entre el apóstol Pedro y don Giussani»
Pietro Parolin

Eminencias, Excelencias,
querido don Julián y sacerdotes concelebrantes,
queridos hermanos y hermanas,

me alegra poder celebrar esta noche con vosotros la Eucaristía de acción de gracias –eucharistein– por el don de la vida y del ministerio sacerdotal del Siervo de Dios monseñor Luigi Giussani, en el 15º aniversario de su retorno a la Casa del Padre y en ocasión del 38º aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación, fruto maduro, junto a los Memores Domini, de su celo pastoral.

«Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lev, 19,2). Con estas palabras del Levítico, la liturgia de hoy nos pone ante el sentido de la vida, llamada a tender hacia el Señor y a cumplirse en el encuentro definitivo con Él. La santidad es la meta de toda vocación cristiana, como recordaba en otros términos san Agustín: «Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».

Un corazón inquieto era el corazón de “don Gius”, como le llamaban cariñosamente, tendiendo continuamente a la búsqueda de la belleza y la verdad. Un corazón inquieto y mendigo del amor del Señor Jesús, pero siempre sostenido por la certeza de que Jesús era ante todo mendigo de su corazón. «El verdadero protagonista de la historia –decía– es el mendigo: Cristo, mendigo del corazón del hombre, y el corazón del hombre, mendigo de Cristo».

La verdadera y evidente novedad del cristianismo era para don Giussani que el misterio mismo de Dios nos sale al encuentro, se hace carne y, por tanto, se vuelve una realidad cognoscible y encontrable. El encuentro personal con Cristo fue el centro de toda su vida, empezando por su infancia en familia y los años que pasó en el seminario, hasta el nacimiento y difusión de Comunión y Liberación.

Don Giussani intuyó desde joven que el mundo se estaba descristianizando progresivamente, volviéndose indiferente e ignorante respecto de la fe, más que hostil hacia ella. Comprendió que el cristianismo ya no incidía en la vida de la gente, más allá de una tradición por entonces todavía viva que, sin embargo, se iba reduciendo a sus aspectos doctrinales y morales. Para don Giussani, en cambio, es un acontecimiento que brota de la presencia de Cristo en la historia, es «el anuncio de un acontecimiento que acaece, que sorprende a los hombres del mismo modo en que, hace dos mil años, el anuncio de los ángeles en Belén sorprendió a los pobres pastores». Y es precisamente la percepción de este acontecimiento lo que despierta o potencia el sentido religioso. Por tanto, había que devolver la vitalidad del cristianismo a los ámbitos de la vida cotidiana. Esta fue la percepción que le llevó a pedir a su arzobispo, el beato Alfredo Ildefonso Schuster, dejar la enseñanza en el seminario para irse a la escuela superior.

Desde el principio de su docencia en el Liceo clásico Berchet de Milán, «se dedicó por entero a despertar en los jóvenes el amor a Cristo, “Camino, Verdad y Vida”, repitiendo que solo Él es el camino hacia la realización de los deseos más profundos del corazón del hombre, y que Cristo no nos salva a pesar de nuestra humanidad, sino a través de ella», como os recordó Benedicto XVI en la audiencia que concedió al movimiento en 2007.

La vida de don Giussani siempre estuvo, como recita la oración colecta que hemos rezado al principio de la misa, atenta a la voz del Espíritu para conocer lo que era conforme a la voluntad de Dios y llevarlo a sus palabras y obras. Dócil a lo que Dios suscitaba en él, don Giussani tenía el don indudable de saber despertar las preguntas más verdaderas y profundas que alberga el corazón de todo ser humano, consciente como era de que si la pregunta existe es porque la respuesta existe: solo espera poder ser conocida, encontrada. Él lograba encontrar el terreno común por el que conectar con la humanidad del otro. No importaba si era creyente o ateo, judío o budista. También era consciente de que el Señor Jesús suscita en el hombre un profundo atractivo ante el cual no puede quedar indiferente.

Con Julián Carrón

El misterio de la libertad humana se ve así solicitado y vigorizado, puesto ante la alternativa de dejarse vencer por el amor de Dios o rechazarlo. La santidad, a la que nos reclama la liturgia de hoy, es precisamente nuestra respuesta afirmativa ante la turbadora novedad de Dios que nos precede y nos alcanza, cambiando nuestra vida. «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo». Toda la vida de don Giussani fue un continuo renovarse del “sí” que pronunció el día de su ordenación sacerdotal. Donando su vida, «encontró la vida, no solo para sí, sino también para muchos otros», guiando a las personas «no hacia sí, sino hacia Cristo», como recordaba el entonces cardenal Ratzinger durante las exequias en el Duomo de Milán.

De la adhesión libre y consciente al Señor por parte de don Giussani nació el movimiento de Comunión y Liberación, don de Dios a la Iglesia, del que es parte viva e integrante. Por otro lado, todo don auténtico de Dios, todo carisma, es necesariamente universal, es decir, para toda la Iglesia. Tras las huellas de don Giussani, Comunión y Liberación está llamado a seguir ofreciendo su contribución eclesial, mostrando –tal vez ahora aún más que en el pasado– la razonabilidad de la fe y su pertinencia en la vida cotidiana, así como la urgencia de testimoniar al Señor Jesús en todos los ámbitos en que os encontréis viviendo y trabajando.

La fecundidad espiritual de don Giussani no puede reducirse, como os dijo el papa Francisco hace un tiempo, «a un museo de recuerdos, de decisiones tomadas, de normas de conducta». Está llamada a renovarse hoy a través del “sí” personal de cada uno de vosotros al Señor, teniendo bien presente la advertencia que san Pablo nos dirige en la segunda lectura: «que nadie se gloríe en los hombres».

Cada vez que se pierde de vista el corazón del acontecimiento cristiano, surgen fácilmente luchas y litigios. Lo que se nos ha donado puede convertirse en objeto de pretensión y dominio. Entonces nos encontrará divididos: los de Cefas, los de Pablo, los de Apolo. En cambio, don Giussani enseñó que solo permaneciendo apegados al Señor y a la Iglesia se puede ser verdaderamente fecundos «porque todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios» (1Cor 3,23).

Al término de una larga enfermedad, don Giussani concluía su peregrinación terrena para dirigirse al encuentro definitivo con el Señor Jesús el 22 de febrero de 2005, fiesta de la Cátedra de san Pedro. Había una especial consonancia humana entre el apóstol Pedro y don Giussani. En la vida de Pedro, don Giussani veía reflejaba toda la eficacia de la pedagogía de Cristo. En su fogosidad, en su generoso ímpetu ideal, así como en la fragilidad de pedro, puede decirse que Giussani veía el emblema de la criatura redimida. En él se nota la fuerza del encuentro con Cristo –«venid y veréis» (Jn 1,39)–, el drama del pecado –«me negarás tres veces» (Mt 26, 75)– y la potencia de la misericordia divina –«¿me amas más que estos?» (Jn 21,15).

«Gracias a este abrazo de misericordia –os decía el papa Francisco– vienen ganas de responder y cambiar, y puede brotar una vida diversa. La moral cristiana no es el esfuerzo titánico, voluntarista de quien decide ser coherente y lo logra, una especie de desafío solitario ante el mundo [sino] la respuesta conmovida ante una misericordia sorprendente, imprevisible, incluso “injusta” según los criterios humanos, de uno que me conoce, conoce mis traiciones y me quiere lo mismo, me estima, me abraza, me llama de nuevo, espera en mí, espera de mí. La moral cristiana no es no caer jamás, sino levantarse siempre, gracias a su mano que nos toma».

LEE TAMBIÉN – Misas de aniversario. «Cristo, horizonte total de nuestra existencia»

La Providencia tal vez eligió precisamente este día para llamar consigo a don Giussani, para recordarnos a cada uno el profundo vínculo que le ligaba a Pedro y a sus sucesores, a los que siempre amó y sirvió con filial devoción, enseñando a hacer lo mismo a los miembros de Comunión y Liberación. Don Giussani sabía que en Pedro –y por tanto en el Papa– está la roca sobre la que el Señor eligió edificar la Iglesia, su pueblo, signo objetivo y eficaz de su divina presencia en el mundo a lo largo de los siglos.

Renovando al Señor nuestra alabanza por el don de monseñor Giussani, nos confiamos a María, madre de la Iglesia y madre nuestra, en esta basílica dedicada a ella. Que ella, que con su “sí” nos abrió las puertas de la eterna salvación, nos sostenga en las fragilidades y debilidades de nuestra vida cotidiana y nos conceda renovar confiados nuestro “sí” personal al Señor para esparcir por todo el mundo el aroma de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor (cfr. 2Cor 2,15). Así sea.

#donGiussani