Muhammad Bin Abdul Karim Al-Issa y el cardenal Miguel Àngel Ayuso Guixot

Tauran. El hombre que quería dialogar

Un congreso en Milán recuerda al cardenal que en 2018 visitó Arabia Saudita y sentó las bases del Documento sobre la Fraternidad, firmado por el Papa en Abu Dabi. Las intervenciones de Al-Issa, de la Liga Musulmanda, y monseñor Ayuso Guixot
Giorgio Paolucci

Un congreso “en memoria” corre el riesgo de obligar al público asistente a mirar atrás. Como si la memoria se pudiera reducir a una re-visitación del pasado que no tiene mucho que decir al presente, y mucho menos al futuro. El homenaje al cardenal Jean-Louis Tauran, fallecido el 5 de julio de 2018, durante once años presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, hombre de lanza de la diplomacia vaticana, que tuvo lugar en el aula magna de la Universidad Católica de Milán, supuso en cambio la posibilidad de volver a ver en acción a un hombre que dedicó muchos años de su vida a dar cuerpo a una palabra muy usada y abusada, “diálogo”, y mostrar toda la actualidad y profecía de su mensaje. Un hombre que no solo es recordado y honrado sino que te enseña, alguien que no pertenece al pasado sino que, como recordaba Roberto Fontolan, periodista y director del Centro Internacional de Comunión y Liberación en Roma, al presentar el congreso, «nos anticipa el futuro y prepara procesos (como dice el papa Francisco), empujándonos a atesorar su herencia y hacerla fructificar».

El rector Franco Anelli destacó el hecho de que el encuentro tuviera lugar en una universidad católica, lugar de educación en el conocimiento y en un diálogo «que no nace de diluir las particularidades de cada uno sino de un deseo auténtico de conocer al otro». El verdadero diálogo, subrayó Wael Farouq, profesor de Lengua y Literatura árabe en el ateneo milanés, «tiene como objetivo una comprensión de sí más profunda en la relación con el otro, en una realidad que es el resultado de un encuentro continuo con Dios». La identidad, otra palabra muy usada y abusada, «no es algo que se hereda del pasado sino el presente en acción para construir el futuro. La identidad es allí donde pasado y futuro se encuentran».



Para rendir homenaje al cardenal Tauran llegó desde Arabia Saudita Muhammad Bin Abdul Karim Al-Issa, secretario de la Liga Musulmana Mundial, que engloba a ONG de más de cincuenta países, en su mayoría musulmanas. Lo conoció en 2018 en Riad, cuna del islam, con motivo de la histórica visita guiada y tan deseada por Tauran, y el año pasado con motivo de su encuentro en el Vaticano con el papa Francisco. Lo recuerda como un «modelo maravilloso de diálogo y amistad, lo más bello de lo que se puede hablar», una persona que testimoniaba que «aceptar las diferencias presentes entre los hombres es el camino para construir un diálogo eficaz». «Cuando Dios creó la humanidad, lo hizo de modo que cada uno necesitara siempre al otro», y la memoria viva de esto es el antídoto más poderoso frente a la hostilidad entre los pueblos. En la intervención de Al-Issa resonaban algunos pasajes del Documento sobre la fraternidad humana firmado el 4 de febrero del año pasado en Abu Dabi por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmad Al Tayeb, piedra angular de un camino tan largo y fatigoso como necesario, que encontró en Tauran a un constructor incansable. El pasaje más destacado fue el dedicado a la urgencia de una educación que ofrecer a los jóvenes y la necesidad de interceptar lo que ellos esperan, que demasiado a menudo se ve defraudado por propuestas (incluso religiosas) que se muestran ineficaces porque no interceptan sus verdaderas preguntas, «no saben hablar a la religión ni al espíritu».

La estatura intelectual, humana y religiosa de Tauran, sus cualidades de diplomático audaz unidas a su curiosidad por el otro revivieron en las palabras de su sucesor al frente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Miguel Àngel Ayuso Guixot. Él también participó en el histórico viaje de Tauran a Arabia Saudita y recordó que en su discurso abordó con valentía un tema crucial como es el de la ciudadanía, «diciendo que se es ciudadano de pleno derecho independientemente de la religión a la que se pertenezca, y que no se pueden usar dos pesos o medidas porque eso perjudicaría la imagen de la gente, de la comunidad, de los países y de las religiones». Evitando cualquier forma de irenismo interreligioso, Tauran «siempre estuvo convencido de que las buenas relaciones entre cristianos y musulmanes podían ofrecer una contribución insustituible a la paz en el mundo, sosteniendo que la verdadera amenaza no era el choque de civilizaciones, en el que no creía, sino sobre todo el choque de ignorancias y radicalismos». A los que señalaban con el dedo a las religiones como culpables de proponer verdades absolutas en una época que se postra al relativismo, respondía que «las religiones no son el problema sino parte de la solución», y que el diálogo interreligioso no era una opción sino una necesidad, como recordó en su intervención en el Meeting de Rímini de 2015: «Estamos llamados a compartir las riquezas de nuestras culturas y practicar nuestras religiones respetando nuestras especificidades. Hace falta un diálogo interreligioso orientado a elaborar una cultura que permita a todos vivir en libertad con dignidad y seguridad».



Para que el diálogo sea eficaz debe cumplir tres características: identidad, alteridad y sinceridad. El cardenal Ayuso citó las palabras de Tauran en el quincuagésimo aniversario de la Nostra Aetate, el documento del Concilio Vaticano II sobre la relación de la Iglesia católica con las religiones no cristianas: «En estos tiempos, oscuros y complicados por muchos motivos, estoy convencido de que el objetivo del diálogo entre religiones es el de hacer un camino común hacia la verdad. Un camino que debe tener en cuenta la identidad de los que dialogan, no se puede dialogar en la ambigüedad; la atención al otro, quien reza y piensa de manera diferente no es enemigo; y la sinceridad de las intenciones de cada uno».

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El recuerdo de Tauran que el papa Francisco tuvo el pasado octubre, con el que quiso cerrar su discurso el cardenal Ayuso, devuelve con gran claridad el perfil humano de su figura. «En junio de 1993 en Viena, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre derechos humanos, terminó su intervención reclamando la necesidad de diálogo. Al dejar la tribuna se encontró casualmente con un miembro de la delegación de Arabia Saudita que le pidió profundizar en la importancia del diálogo. Su respuesta fue: “Lo podremos hacer cuando vaya a su país”. Ese deseo le acompañó durante años y solo llegó a realizarse unos meses antes de su retorno a la casa del Padre con su visita a Riad en abril de 2018». Dios atendió su deseo de encontrarse con los musulmanes en su propia casa.