El paso fronterizo de Pacaraima, en el estado de Roraima (foto: Francesco Pistilli para la Fundación AVSI en Brasil)

Brasil, una puerta que acoge

Cada día entran 500 venezolanos. Llegan a pie, en bicicleta, en autobús. Cruzan huyendo la frontera de Pacaraima. Como diría Camus, «viven a medio camino entre la miseria y el sol»
Julián de la Morena

La frontera brasileña de Pacaraima, en el estado de Roraima, se ha convertido en una puerta de esperanza para los 500 venezolanos que entran por día en Brasil huyendo de su país.
Muchos llegan exhaustos, caminando o en bicicleta, otros en autobuses. Cargan pocas pertenencias, quizás las más valiosas que tienen.
La mayoría son personas muy vulnerables que no pueden más y deciden abandonar su tierra. Un hombre de 30 años llega en silla de ruedas, también una madre con su hija que tiene un embarazo de riesgo; llegan también grupos grandes: una familia con muchos niños pequeños o un grupo de 30 indígenas de la etnia pemón. Todos llegan al puesto fronterizo con la expectativa de buscar un mundo mejor y dejar una situación hostil.

En el camino algunos han sido robados o extorsionados y han perdido sus documentos. Cuando vivimos situaciones extremas sale lo mejor y lo peor de nosotros, y esto es lo que sucede con los refugiados que viven en la frontera. Como decía Camus, «viven a medio camino entre la miseria y el sol».

Estamos acostumbrados a ver la frontera como un muro que separa. Pero en este caso, la frontera brasileña se ha trasformado en un suspiro para quien huye y en una puerta de esperanza. Hoy este lugar es una tierra que acoge, una tierra que llora y sangra.



En 60 minutos, el grupo que organiza la operación de acogida recibe a cada venezolano cordialmente con un vaso de agua o refresco. Les informa de que es bienvenido y les ofrece alimento, vacunas, regularización legal en el país con estatuto de residente o refugiado y les ofrece la documentación necesaria que permite viajar libremente o trabajar en el país, además de la asistencia sanitaria como a cualquier brasileño.

La mayoría de los venezolanos que entran en Brasil por el estado de Roraima están a muchos kilómetros de poblaciones grandes y carecen de los medios necesarios para llegar a sus destinos. Los más vulnerables son acogidos en los numerosos abrigos, bien organizados en la ciudad de Boa Vista, que dista a tres horas de automóvil. La mayoría de estos refugios son gestionados por AVSI. Otras personas son cuidadas y alimentadas por las parroquias católicas, o de otras confesiones religiosas, que entregan diariamente 1.500 comidas. En la atención de los últimos están las hermanas de la madre Teresa de Calcuta.

Este operativo humanitario es hoy por hoy el mejor referente mundial de acogida a emigrantes, y está demostrando una gran profesionalidad gracias a la coordinación y colaboración de la ONU, a través de la agencia para los refugiados ACNUR, que junto al ejército brasileño y AVSI trabajan con gran motivación y acierto.



El equipo de AVSI actúa como socorrista que salva náufragos. La mayoría de las 150 personas que trabajan en esta operación de acogida son jóvenes brasileños motivados por el deseo de ser útiles al mundo. Otra gran novedad es que el 20% de los trabajadores son venezolanos, que entraron en Brasil como refugiados y que gracias a su competencia hoy están ayudando a sus compatriotas.

El éxito de esta operación humanitaria, que no termina solo en la acogida fronteriza sino que continúa con la búsqueda de trabajo y acompañamiento a quien es internado en las diferentes regiones del Brasil, tiene tres características que son fruto de un método, en definitiva de una educación: la primera es el realismo equilibrado con el que se está concretando esta situación de emergencia, la segunda es cómo se están articulando soluciones duraderas para los refugia-dos, y la última es el fruto de la colaboración y amistad entre las instituciones que están llevando adelante todo el trabajo que ofrece al mundo la utilidad de la subsidiaridad para las relaciones internacionales y el trabajo social.