Simonas, junto a una compañera, saluda al Papa al llegar a Lituania

Lituania. «La tarea que nos ha dado Francisco»

La misa en Kaunas ante cien mil personas. El encuentro con los jóvenes en Vilna. Pero también las visitas al museo de la persecución comunista, la residencia de ancianos… La comunidad lituana de CL narra cómo ha vivido la visita del Papa
Domantas Markevičius

Durante este fin de semana, Lituania entera miraba a una sola persona, el papa Francisco. Se ha hablado mucho en radio y televisión sobre la verdadera motivación de este viaje. ¿Será acaso porque somos una periferia de Europa? ¿O será porque, mientras el Mediterráneo se enfrenta a la continua llegada de inmigrantes, la gente aquí en cambio, sobre todo los más jóvenes, se van buscando una vida mejor? También se decía que el Papa venía con motivo del centenario de la independencia de los países bálticos… Pero al final esta última hipótesis fue desmentida por la presidenta lituana Grybauskaitė, que recibió al Papa diciendo que su «visita es un gran regalo en los festejos de nuestro centenario, aunque sabemos que para usted son mucho más importantes las personas».

Encuentro con los jóvenes en Vilna

En la misa en Kaunas, a unos cien kilómetros de Vilna, desde primera hora de la mañana se reunieron más de cien mil personas. No se veía una multitud así desde 1993, cuando Juan Pablo II visitó Lituania y cuando en el pueblo aún ardía la llama de la libertad, alimentada por el final de la opresión comunista. La gente por la calle no se conoce, pero se saludan igualmente. «Ni siquiera cuando viene un rey o un príncipe sale a la calle tanta gente como ahora», nos decía una mujer por la calle. Pero también hay quien no piensa así, como un conocido intelectual que expresaba su cinismo en internet. «En el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento se dice continuamente que la gente es hipócrita y mentirosa. No creo que ante la visita del Papa los lituanos dejen de serlo».

¿De verdad esta visita no puede cambiar nada? ¿Es realmente así la experiencia que hemos vivido en primera línea con un grupo de la comunidad lituana de CL siguiendo a Francisco en varias etapas de su viaje?

La misa en Kaunas

«Necesitábamos ver al Papa, necesitábamos que la gente saliera a la calle, porque nosotros solos no somos capaces de darnos la esperanza», dice Gintarė. «Esta atención de Francisco al dirigirse a nosotros, casi como si nos llamara por nuestro nombre...». Gintarė es mi madre. Está sentada en el bar de la estación de Kaunas, mientras esperamos el tren de regreso. En un local lleno de gente, me doy cuenta de que todos los que nos rodean están pegados a la televisión, que transmite en directo el encuentro del Papa con sacerdotes y consagrados en la catedral. Recuerdo una escena parecida en Italia, todos delante del televisor viendo un partido de fútbol. Pero ahora estamos en Kaunas, y lo que sale en pantalla no es fútbol sino Francisco, que está aquí, con nosotros, en nuestras calles.

«La visita del Papa ha sido una provocación para mirarme a mí mismo», cuenta Darius. Su hijo, Simonas, fue de los primeros, junto a sus compañeros de clase, en saludar al Papa nada más bajar del avión. «Hasta ahora podía negar o fingir que no pasaba nada, ignorar los preparativos de la visita, la confusión que se vivía en la ciudad», continúa Darius. «Pero he descubierto que a través del Papa la realidad llama a mi corazón. Así que ahora no puedo negar que algo está pasando, algo que me atrae».



Dalia estaba Vilna hace 25 años, en la calle, recibiendo a Juan Pablo II. «Ahora he recibido a Francisco en Kaunas». No fue fácil levantarse por la noche para subir al tren, ni mucho menos volver la tarde del día siguiente al trabajo. «Podía poner mil excusas, pero decidí ir a ver al Papa. Y me conmoví. Algo cambió en mí, aunque no sé explicarlo muy bien…». Con ella estaba también su hija Aurelija: «Fui a la plaza y no podía creer lo que veían mis ojos cuando me encontré con una compañera que no esperaba ver allí. “Gabija, ¿qué haces tú aquí?”, le pregunté. Me contó que esa mañana puso la televisión y vio al Papa recién llegado. De pronto se dio cuenta de que esto era un gran acontecimiento para Lituania y no podía quedarse en el sillón, se sintió obligada a ir allí». Aurelija continúa: «Han sido precisamente mis compañeros los que me han ayudado a encontrarme con el Papa con el corazón expectante, gente que tal vez no va a la iglesia pero su manera de seguir cada uno de los pasos de Francisco ha derribado mi idea preconcebida y ha vuelto a encender en mí la esperanza de que también en el ámbito laboral pueda suceder un encuentro capaz de sorprenderme y cambiarme».

Cristiana lleva 16 años viviendo en Vilna. «Sorprendí en mí una gran espera ante esta visita y un deseo inmenso de ver su mirada. Así empecé a moverme feliz, dando vueltas por toda la ciudad para encontrarlo. La suya es una alegría contagiosa… ¿cómo no iba a correr tras él?». Para “correr detrás” de Francisco, también viajaron hasta Lituania varios amigos de Rusia (la mayor del grupo de 85 años). Entre ellos estaba Vladimir, de Moscú. «Normalmente los eventos masivos me agotan, pero aquí no me ha pasado. Vuelvo a casa con una fuerza renovada, casi descansado. Volvemos todos plenos por lo que ha pasado estos días. Nos hemos dado cuenta de las heridas que vuestro pueblo sufrió durante la ocupación soviética, pero también del milagro que está sucediendo ahora y que es más grande que las heridas: nuestra amistad, que no se puede dar por descontado».

Ante la catedral de Vilna

Rūta también se ha conmovido estos días. «El crecimiento de nuestra amistad sucede cuando sabemos a quién pertenecemos: a la Iglesia, es decir, a la experiencia de Cristo Resucitado que a través de su mensajero Francisco nos pide acoger la diferencia del otro. Este año he empezado a trabajar en una escuela donde solo hay niños rusos y polacos. Ni un lituano. Por eso me parece concretísimo el reclamo del papa a acoger lo que Jesús nos da en la realidad».

Mientras el Papa visitaba varios lugares del país, era como si nuestra historia, con una actualidad sorprendente, volviera a empezar a hablarnos. Visitó el museo de las víctimas del comunismo, rezó ante el monumento en memoria del holocausto, se detuvo en una residencia de ancianos enfermos a los que “solo” les queda esperar el fin de su vida, se reunió con grupos de familias acogedoras y adoptivas. Como decía Tomas, uno de nosotros, «todos son signos que nos indican qué es lo importante para el Papa y hacia dónde nos llama a prestar atención. En esos lugares hablaron tanto sus palabras como su silencio».

«Mirando el escenario mundial que nos toca vivir, en el que crecen las voces que siembran división y enfrentamiento o que pregonan que la única manera posible de garantizar la seguridad y la subsistencia de una cultura nace buscando eliminar, cancelar o expulsar a las otras, vosotros lituanos tenéis una palabra autóctona que aportar: “albergar las diferencias”. Por medio del diálogo, de la apertura y la comprensión estas pueden convertirse en puente de unión entre el oriente y el occidente europeo», dijo Francisco en el encuentro con las autoridades.

Nos ha llamado mucho la atención que el Papa nos indicara esta dirección, exhortándonos a sacar fuerzas de nuestro propio pasado. «Mantener siempre vivo lo más auténtico y original que vive en vosotros y que os ha permitido crecer y no sucumbir como nación: la tolerancia, la hospitalidad, el respeto y la solidaridad». Y añadió: «Vosotros habéis sufrido en “carne propia” los intentos de imponer un modelo único, que anulase lo diverso con la pretensión de creer que los privilegios de algunos pocos estén por encima de la dignidad de los otros o del bien común».



Exhortaciones que el Papa reiteró también en el encuentro con los jóvenes en Vilna, como cuenta Gabrielė. «Ha insistido mucho en la importancia de tener certeza respecto a la propia identidad y formar parte de un pueblo. Solo estando junto con otros podremos responder a todos los desafíos». Palabras que no solo se referían a los jóvenes, sino al país entero, con más razón en un momento en que crecen las incertidumbres y ansiedad frente al futuro. «El Señor nos salva haciéndonos parte de un pueblo», siguió diciendo Francisco. «No permitáis que el mundo os haga creer que es mejor caminar solos. No somos personas sin raíces». «El Papa nos ha dado una tarea muy clara», afirma Paola, que lleva 18 años viviendo en Lituania, «este es un punto de no retorno».

«Sería estúpido no tomar en serio lo que nos ha dicho el Papa», comenta otro amigo, Juozapas. «Francisco me recuerda a Cristo, que con sencillez y con la mirada fija en el Padre entre en la historia del hombre. Me pregunto si yo también podría caminar en la realidad que me viene dada. El lunes por la mañana, mientras iba a trabajar, estaba oscuro y yo iba medio dormido, con frío y en un atasco… Pero también ahí podían intentar vivir como el Papa nos ha testimoniado: hacerlo todo con la mirada puesta en Cristo, sin pretender cambiar algo, poseer, enfadarse o realizar mis propios proyectos. Cuántos chavales me saludan al entrar en el colegio, qué bueno estaba el café de la mañana, qué interesante es entrar en la jornada esperándole a Él».