Foto Unsplash/Aaron Burden

Una ocasión para aprender a educar

Tres días online con encuentros y talleres para gestores, directores y profesores. «¿Qué lleva hoy a sostener una obra educativa?»
Antonio Autieri

Una ocasión para aprender. Siempre debería ser así cuando hablamos de educación. Pero no puede darse por descontado, menos aún en un momento en que todos los sujetos implicados –directores, profesores y padres– están sometidos a una dura prueba debido a la complicada situación actual, fuente de miedos y preocupaciones. Lo que sigue son impresiones, fruto de la confrontación entre amigos y compañeros, profesores y gestores de centros educativos, en algunos de los momentos más significativos de la XXI edición del Congreso nacional de CdO Obras Educativas – FOE, celebrado del 3 al 5 de marzo. Cuestiones que no solo nos han llamado la atención, sino que pueden convertirse en puntos sobre los que hacer un trabajo en el futuro.

El título era casi osado: “Construir y hacer crecer escuelas hoy”. En tiempos de crisis y pandemia, ya parecería mucho “mantener” a salvo las obras educativas. Pero se trataba de ofrecer en cambio una mirada que relanzara la experiencia de cada uno de los ponentes en los encuentros y talleres temáticos, evidentemente celebrados online. No pensando solo en “jaulas doradas” de realidades bonitas que hay que defender con orgullo, sino en una propuesta educativa para todos, capaz de abrir una brecha en el corazón de los chavales, de tal modo que cuando sean padres deseen la misma experiencia para sus hijos.

Así lo contaba, por ejemplo, el periodista Alessandro Milan de Radio 24, que no solo estigmatizó una cierta visión ideológica que todavía mira a los colegios concertados como si fueran “de ricos”, sino que mostró cómo la experiencia de sus hijos en los salesianos es la misma que él vivió en su juventud, «una época preciosa de mi vida», tanto que ahora se implica como padre. El actor Giacomo Poretti, padre del colegio Zolla en Milán, describió su sorpresa al toparse con una escuela donde no solo los alumnos sino también los padres pueden ser protagonistas.

El encuentro con Alessandro D'Avenia

Para inaugurar las mesas de trabajo, Alessandro D’Avenia, profesor y escritor, destacó el valor de la relación con los alumnos, indispensable para poder dar clase de una manera siempre nueva y potente. Incluso online, gracias a la pasión «por las vidas que tenemos delante. Un profesor ayuda a crecer, pero cuando separamos la instrucción de la educación, la instrucción acaba convertida en adiestramiento», afirmó. En juego está el deseo que mueve a cada uno de nosotros. Solo si lo ponemos en el centro de la relación con el que está al otro lado podrá llegar a impactarles, podrán comprender «que lo que les contamos merece la pena. Requiere un trabajo, pero nos conviene hacerlo».

Sobre la cuestión de “construir escuelas”, algunos testimonios abrieron mente y corazón, como el del padre Alberto Caccaro, misionero del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras). Cuando llegó a Camboya no sabía nada de educación, pero vio que era una manera de conocer gente: a los jóvenes y a sus padres. En veinte años abrió cuatro institutos. Primero para el Estado, luego escuelas libres, cristianas, para todos, fruto del deseo de profundizar en el vínculo que le unía con aquel país y con los amigos que se habían unido a él.

Augusto Bianchini, presidente de la cooperativa social “El Pelícano” en Bolonia (infantil y primaria), no conocía el mundo escolar, pero se implicó por sus hijos y ahora dirige esta entidad que ha tenido que pasar por un momento delicado, como es el paso de los fundadores a una nueva generación de gestores y responsables. Luca Nobili y el padre Luigi Cavagna, de la Academia Symposium, una escuela de formación agroalimentaria y turística, describieron su relación con los empresarios de la zona y cómo esto les llevó a crear una línea de trabajo que da formación laboral en las empresas locales. Ante las dificultades de la construcción, encontraron un compañero de trabajo en el beato Lodovico Pavoni (luego canonizado), en cuya historia descubrieron “coincidencias” significativas.

En los talleres, pensados sobre todo para los que tienen tareas de gestión, era fácil caer en tecnicismos y estrategias de eficiencia. En cambio, aun hablando de rendimientos de cuentas y presupuestos, el núcleo de todas las conversaciones giraba en torno a una pregunta: «¿Qué lleva hoy a sostener una obra educativa?», con toda la precisión que se requiere sobre el terreno. Fue luminoso escuchar a los directores de varios centros y a los responsables de entidades educativas que han transformado imperativos legales en oportunidades, por ejemplo definiendo y comunicando mejor su realidad hacia fuera, con cifras y documentos, una manera distinta de sostener una obra. Se convierten así en ocasiones para todos de ver el “balance de misión” –un documento que describe acciones y objetivos de una actividad social– realizado en el Liceo Malpighi de Bolonia, o el “balance social” con que la asociación Portofranco, dedicada a la ayuda al estudio, ilustra los resultados de su actividad a pesar de la pérdida de inversiones financieras. De este modo, se ayudan mutuamente a ir al fondo de sus iniciativas, mostrando una manera de “hacer” una generosidad compartida.

LEE TAMBIÉN – «Tú, sorpresa de mi vida»

De estas jornadas queda el entusiasmo con que presentaron su actividad todos los que intervinieron, aunque nadie ocultó sus dificultades, mirando con franqueza sus errores y tratando de remediarlos partiendo de lo que habían aprendido. Como debería ser siempre en la educación.