Oxford Convergence 2024

Oxford. Libertad para cambiar la historia

Los desafíos más urgentes de nuestro tiempo han sido el centro de Convergence 2024 en Reino Unido. Una ocasión para redescubrir nuestra responsabilidad personal
Giuseppe Pezzini y Maria Ubiali

«Imaginaos la experiencia de los que nacieron (como yo) entre el Jubileo de oro y el de diamante de la reina Victoria (1887-1897). Nuestras sensaciones de seguridad se fueron desvaneciendo progresivamente. Ahora nos encontramos desnudos ante Dios, respondiendo de nosotros mismos y de nuestra forma de afrontar el tiempo». Muchos podrían aplicar estas palabras de J.R.R. Tolkien a su experiencia de los tres últimos años, marcados por una serie de acontecimientos que han «barrido» todas nuestras seguridades, desde la pandemia de Covid hasta todo tipo de crisis en nuestras comunidades, grandes o pequeñas. Es como si la historia volviera atrás, con toda su fuerza.

La historia no ha llegado a su meta, a pesar de lo que se decía hace años. La guerra ha vuelto a hacer su aparición en Europa y en el mundo, con viejos y nuevos imperialismos que reavivan su retórica día tras día. La globalización ya no augura un final feliz inevitable. La ética del capitalismo ya no resulta tan atractiva para las generaciones jóvenes. Las viejas ideologías han vuelto, acompañadas de un recrudecimiento de las batallas culturales. La cohesión social parece estar a punto de derrumbarse, con una brecha económica en aumento y una radicalización del conflicto entre bandos, culturas y generaciones distintas. La tecnología y las redes sociales tampoco ayudan y muchos viven atrapados en burbujas de rabia y soledad, sin entender nada. La salud mental se ha deteriorado hasta un punto crítico, sobre todo entre los jóvenes. La mayoría de las certezas sobre la naturaleza humana y social se han puesto en cuestión, o por el contrario se apoyan en un resentimiento que suele traducirse en miedos y dudas internas, o en una obstinada falta de realismo.

Acto sobre inteligencia artificial

El deseo del que nació Convergence (evento cultural de dos días celebrado en Oxford, Reino Unido, el 23-24 de marzo) estaba íntimamente ligado a esta experiencia. Frente a todos los desafíos de nuestro tiempo, se ha propagado la tentación de retirarse de la historia y buscar formas de evitar plantarle cara a la realidad. Formas que pueden ser, entre otras muchas, un individualismo desenfrenado, en el que cada uno se ocupa de cuidar su huerto (que día a día se va haciendo más pequeño y oscuro) y que puede ceder a una inercia nostálgica, como si los mejores días de nuestra vida hubieran pasado para no volver. También se puede caer en un enfoque ideológico, de todo tipo, incluida una supuesta ideología cristiana que solo lleva al odio y la violencia.

El punto de partida de nuestro impulso cultural ha sido una amistad que ha despertado en cada uno la urgencia de vivir plenamente «el tiempo que se nos ha dado», siguiendo la convicción de John Henry Newman, para quien «la única manera de ser perfecto es haber cambiado con frecuencia». Es decir, que la única forma de no perderse uno mismo es comprometerse con el presente y abrazar los nuevos inicios que se presentan siempre ante la mirada que los busca. El cambio que buscábamos preparando Convergence no era una ruptura con el pasado ni con la tradición, abrazando ciegamente los errores de las nuevas generaciones, sino más bien el crecimiento y desarrollo de un ser vivo. Un cambio que quiere evitar tanto el tradicionalismo como el progresismo, así como cualquier polarización en general. Un cambio que exige una identidad clara que permita compartir la vida con valentía y con todo el mundo.

Convergence 2024 –y todo el trabajo que ha supuesto su desarrollo– ha servido para ejemplificar y verificar la verdad de todo esto. El tema central de estos dos días (en los que participaron casi trescientas personas) era la posibilidad de afrontar los tiempos de crisis, riesgo e incertidumbre sin miedo. Una de las principales inspiraciones fue el documental Vivir sin miedo en la edad de la incerteza, con declaraciones de Rowan Williams, Charles Taylor y Julián Carrón. Durante estas jornadas se proyectaron varios fragmentos, pero el video ante todo nos inspiró algo nuevo que tomó la forma de una exposición titulada “Provocaciones”, construida en torno a las experiencias de un crítico de arte y un escritor. Partiendo de sus reacciones frente a la poesía y el arte contemporáneo, y a través de su amistad, se mostraba su correspondencia que les llevaba a ir cada vez más al fondo de sí mismos, hasta descubrir algo que expresaba de forma espléndida la frase de don Giussani en el último panel: «yo soy, existo porque Tú me haces, y este descubrimiento está lleno de gratitud».

Mesa sobre salud mental

El corazón de Convergence era una serie de mesas redondas dedicadas a lo que hemos identificado como los desafíos más urgentes de nuestro tiempo: inteligencia artificial, guerra y reconciliación, crisis social, naturaleza del ser humano y salud mental.

Una de las cosas que más nos ha impactado ha sido la variedad del gesto, junto a una unidad inesperada que se ha visto durante todo el evento. Una diversidad de historias y sensibilidades, tanto entre las personas que organizaban los actos como entre los participantes. Una diversidad de enfoques, con ciertos debates que ofrecían respuestas más directas sobre cómo afrontar los desafíos de los tiempos modernos, especialmente el diálogo con el teólogo Daniel De Haan sobre la ética de la virtud en la era de las redes sociales, mostrando cómo la falta de una experiencia de comunidad puede acabar desembocando en tribalismo.

Otros actos sirvieron para suscitar preguntas, con largos diálogos, como sucedió en la discusión sobre la inteligencia artificial, con Jonah Lynch y el pianista Francesco Pasqualotto, que ofreció un ejemplo práctico de lo excepcional que puede llegar a ser la creatividad humana, que paradójicamente también es lo que puede permitir que el desafío de la IA llegue a transformarse en una oportunidad para la humanidad. Otros dos encuentros podrían definirse más propiamente como testimonios. El primero, acompañado de una exposición, se centró en la figura de Takashi Nagai. Gabriele di Comite nos describió cómo la experiencia de Nagai en la guerra se transformó después de su conversión, llevándole a ser una fuerza positiva de reconciliación tras el horror de la bomba para el bien del mundo entero. James Nolan nos mostró, a través de los ojos de Takashi Nagai y las personas que lo conocieron, el significado del sufrimiento y cómo la esperanza de este hombre transformó la vida de muchas personas.

El segundo encuentro testimonió la labor de personas implicadas en uno de los campos de batalla más candentes en nuestra sociedad, la crisis de salud mental en niños y adolescentes, que compartieron su dolorosa experiencia sugiriendo como única esperanza posible una relación. Por último, también hubo un diálogo entre un educador y un economista, sobre cómo el colapso económico y educativo de nuestra sociedad son dos caras de la misma crisis. Esta diversidad de contextos y enfoques se reflejaba también en la pluralidad de gente que participó en el evento, que fue una ocasión de encuentro entre grupos e identidades diferentes (con diversas comunidades católicas que viven en Oxford, entre otras).

Velada musical dedicada a los Beatles

A pesar de esa diversidad, Convergence ha mostrado una unidad inesperada y el resultado ha sido mucho más grande que la suma de lo que los organizadores y voluntarios habían realizado, algo que nos ha llenado de asombro y de ganas de continuar este viaje. Había una unidad temática, en el sentido de que cada acto suponía una etapa de un camino que llevaba al final a la conciencia de que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad que asumir. Porque todos tenemos libertad para cambiar la historia, no según la medida del mundo, en términos de resultados o impacto político, sino a un nivel mucho más profundo: colaborar para crear lugares donde poder compartir el dolor, donde nuestros corazones puedan cambiar y se pueda encontrar la esperanza, recuperando una verdadera personalidad humana.

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Pero también, y quizá es lo más importante, una unidad entre las personas que construían este evento, en todas sus facetas. Como decía uno de nosotros, durante Convergence hemos podido «tocar con los dedos una unidad tangible, una unidad en la que cada uno de nosotros encontraba su lugar, superando cualquier oposición entre la afirmación del “yo” y el “nosotros”».