Visita guiada en la exposición sobre Pessoa en Rímini

Pessoa. El deseo infinito de un “Tú”

Ellos son los guías de la exposición dedicada al escritor portugués en el Meeting de Rímini. Portugueses e italianos, se han juntado para compartir la experiencia de esos días. Estos son algunos apuntes de su diálogo

Para muchos fue toda una sorpresa. Entrar en el mundo de Fernando Pessoa, en ese «baúl lleno de gente» que creó este gran autor portugués dando vida a un ejército de heterónimos (sus alter ego, cada uno con su biografía, su poética y su corpus de obras), impactó a numerosos visitantes en la exposición “Si quiero, quiero el infinito”, que le dedicó el último Meeting de Rímini. Pero aparte de los textos y de la profundidad infinita de este autor, llamaban la atención sus guías. Es decir, el grupo de universitarios que, junto a algunos adultos, se encargó de la exposición. Al terminar el Meeting, durante una cena, contaron su experiencia, que mostramos a continuación mediante los apuntes que recogieron los que allí estaban.

Tiago. Para mí ha sido una sorpresa. No esperaba llegar a conocer tan a fondo a Pessoa. Él fragmenta su persona igual que fragmentamos todos nuestro yo, nuestra personalidad, para alcanzar una cierta imagen que deseamos. Al final encuentra una respuesta: que el yo no se hace solo, necesita un “tú” para llegar a ser él mismo. Es hermosos porque muestra que el yo es algo pequeño pero tiene una tarea muy grande en el mundo: seguir ese “tú”.

Leonor. Lo más bonito para mí ha sido entender que mi labor no era el centro de la exposición. El centro no estaba en mí, sino en los que se encontraban conmigo: los visitantes, los amigos que se han sumado… He estado preparando la exposición todo el año, pero al final he aprendido un montón de cosas esta semana. Los visitantes hacían muchísimas preguntas, han sido un estímulo y una ayuda para descubrir cosas muy bonitas. Cuando se la enseñé a monseñor Santoro (arzobispo de Taranto, ndr), él siempre repetía lo último que yo decía. Para el grupo y para mí. Me conmovió. Cuando uno hace la misma cosa muchas veces, puedes llegar a acostumbrarte. Pero yo no quiero eso para mi vida. Tener a alguien que me repetía estas cosas me ha ayudado a entender mejor lo que repetía tantas veces todos los días.

Diogo. Al principio me daba un poco de vergüenza. Estaba más a gusto en el control de entrada, prefería no ser guía. Luego Sofia me invitó a presentarla juntos y fue muy bonito. Que Pessoa sea un compañero de mi vida se ha hecho mucho más evidente. Me daba cuenta de que en las presentaciones decía cosas que no había pensado hasta que, en un momento dado, he caído en la cuenta de que Pessoa escribe sobre mis preguntas, sobre mi propia vida. La amistad con él ha crecido día tras día.

Mariana. Nosotros nos encargábamos de preparar la exposición pero los que llegaban nos mostraban cosas que nosotros a veces no habíamos visto. Me ha llamado la atención un hombre que, al terminar una visita, dijo: «Es impresionante pensar que don Giussani y Pessoa no se conocieron. Pero Pessoa es Giussani en poesía». O una mujer que estuvo todo el tiempo muy atenta y que se notaba que estaba tocada por lo que estaba viendo. Al final se conmovió. Leímos el Ave María de Pessoa en portugués y ella –que no entendía el idioma– se echó a llorar solo por la belleza de cómo sonaba.

Pedro. Esta exposición me ha hecho desear tomar más en serio mis preguntas. Hoy, después de guiar una visita, una chica me decía: no entiendo cómo es posible que un “tú” fuera de mí llegue a cambiarme la vida. Desafiado por esta pregunta, he entendido que un “tú” no te cambia la vida entera en un solo momento, pero yo necesito un “tú” en cada momento para seguir siendo fiel. Mientras se lo decía, recordaba un montón de cosas que han pasado esta semana, y que para mí han sido verdaderos encuentros. Todo esto me ha hecho entender que en este lugar, con esta compañía, tienen lugar encuentros que yo necesito para vivir.



Ana. Sabía que Pessoa es un poeta complejo, pero en clase no nos hablan de su humanidad. En cambio, aquí he visto su deseo y su inquietud. Otra cosa que no sabía antes es el verdadero motivo por el que he venido al Meeting: necesitaba encontrar personas que tienen las mismas preguntas que yo. La amistad que se ve aquí, entre personas que en el fondo son desconocidos entre sí, es tan bonita que solo puede explicarla un misterio. Me ha llamado la atención una persona que, cuando hablábamos de la fragmentación del yo y del cansancio de Alvaro de Campos (uno de los heterónimos, ndr), de este deseo del corazón que ni siquiera se llena por muchas cosas que hagamos, se ha puesto a llorar. He visto a mucha gente que se comparaba con la humanidad de Pessoa y estoy realmente agradecida.

Teresa. Descubrí a Pessoa hace cinco años, en clase. Me impactó mucho un poema suyo sobre el cansancio. Él habla de este deseo de infinito que persigue siempre sin alcanzar, y dice que en este ímpetu hay un cansancio último. Este ha sido también el año en que he conocido el movimiento. Hoy escuchaba a Pedro, delante de una visitante que preguntaba cómo es posible que un encuentro te cambie la vida entera. Y me daba cuenta de que yo todavía tengo colgada esa poesía en la pared de mi habitación, igual que hace cinco años. Pero hoy ese cansancio que siento no es igual que el de antes. Es algo que me lleva a decir: estoy cansada, pero esa no es la última palabra de mi jornada. He entendido que es verdad, que un encuentro me ha cambiado la vida.

Manuel. Lo primero que he visto ha sido una unidad en todo lo que se hace en el Meeting. Estaba en el encuentro sobre la teología de don Giussani y me venían a la cabeza cosas de la exposición de Pessoa. He visto que en este lugar soy uno. Lo que Pessoa buscó durante su vida, yo lo he encontrado aquí. Teología, política, poesía no son cosas separadas. No es que un hombre sea uno en la poesía, otro en la teología y otro en la política. También he visto que hay una manera de hacer las cosas automática, pero arriesgarme, lanzarme en primera persona, es otra cosa. El primer día, por la barrera lingüística y porque pensaba que la exposición era algo ya sabido, hacía las cosas mecánicamente, sin preguntarme qué tenían que ver conmigo. Llegaba al final y no tenía nada más que contar. Pero veía que mis amigos tenían unos encuentros en los que aprendían muchas cosas y me daba envidia. Entonces fui a ver sus presentaciones y me di cuenta, viéndoles hablar de sí mismos y de lo que habían aprendido, que eso yo no lo hacía. Así que el segundo día me senté y me puse a escribir en italiano lo que había aprendido. A medida que veía algo nuevo, iba descubriendo más cosas, y buscaba la manera de decirlo en italiano, y todo eso se iba haciendo cada vez más interesante, para mí y para los que venían a escuchar. La gente hacía muchas preguntas, pero uno solo hace una pregunta si se siente interpelado.

Ricardo. Desde el principio me llamó la atención cómo muchos de vosotros os sumergíais en Pessoa, se notaba que para vosotros era un amigo, que habíais hecho una cierta experiencia. Pero para muchos el idioma era una limitación. El deseo de ayudar fue creciendo, veía en vosotros un punto de verdad, y lo más bonito me parecía poder ponerme de alguna manera al servicio de vuestra conmoción. Pero luego me di cuenta de que eso no bastaba. Podía estar en la exposición y ayudaros, pero Pessoa seguía estando lejos. Mirándoos, me surgió el deseo de dejarme herir por sus textos. Empecé a leerlo todo. Hasta que yo también empecé a verlo como a un amigo, alguien que me describía. Cuando no estaba en la exposición, sus frases resonaban muchas veces en mí. Pero lo más bonito, y lo más verdadero, sucedió ayer cuando me puse a reescribir con una compañera ciertas partes en italiano para entenderlo mejor. Ella me dijo: «¿Cómo estás? ¿Cómo ha ido el día?». Le hablé de mí, de mis inquietudes con los amigos que había conocía. Se puso a llorar y me dijo: «A mí me pasa lo mismo, también siento la misma inquietud, como si faltara algo». Fue precioso que entre dos extrañas, que es lo que somos, podamos sentirnos tan libres y tan “en casa” que podamos mostrar todo lo que llevamos dentro. Después nos pusimos a escribir el final de la exposición y le pregunté: ¿qué te gustaría contar a todos? Ella dijo: quiero hablar del amigo íntimo que Pessoa buscó durante toda su vida. Y yo: ¿pero ese amigo íntimo cómo es para ti?, ¿cómo lo describes? Fue conmovedor. Ella empezó a describirlo y se notaba que mientras hablaba estaba pensando en ese “Tú” que ha conquistado su vida, y que le echaba de menos. Si cuando empezamos a hablar se percibía una vaga nostalgia, según iba avanzando se notaba más que echaba de menos a un amigo concreto, a un “Tú” concreto. Fue un momento muy verdadero. Mientras la miraba, pensaba: esto es lo más grande que he encontrado en la vida. Ese “Tú” que me ha conquistado a mí y te ha conquistado a ti. Y deseo que suceda.

Emma. Este Meeting me daba un poco de miedo porque llegaba después de unas semanas duras. Pero me he dado cuenta de que al final del día, a pesar de las miles de cosas que hacer, las exposiciones que veía y todo lo demás, nunca me sentía cansada. Y tampoco sola. Siempre había alguien que me reclamaba. Alguien que a veces acababa de conocer –como los portugueses, por los que me he sentido tan querida– pero a quien le interesaba que yo estuviera presente. Por eso me preguntaban cosas, me pedían ayuda con la traducción, me proponían estar con ellos. Y me he dado cuenta de que yo les ayudaba, pero ellos también me ayudaban porque me llamaban a algo distinto. Y ese “algo” era exactamente eso que me permitía no sentirme cansada.

João. He aprendido mucho de Pessoa en este Meeting, más que en todas las clases que he dado de literatura en mi vida. Muchas veces lo metes en el cajón del nihilismo o del futurismo, pero Pessoa es un ser humano igual que todos nosotros. Tiene un deseo de belleza y de verdad gigantesco.

Miguel. Como me invitaron a presentar la muestra, quería estudiar antes el contenido. Pero, mirando cómo lo hacían los demás, me di cuenta de que debía ser algo que hiciera en primer lugar para mí. Porque para saber algo de Pessoa, podemos ir a Wikipedia… Así que me puse a leer intentando ver qué me decía cada uno de sus textos. Un día estaba con una amiga discutiendo sobre cada uno de sus heterónimos y la cabeza estaba a punto de estallarme. En un momento dado ella me pregunta: ¿pero qué es el infinito? Nos quedamos mirando, incapaces de decir nada, pero esa pregunta nos puso en movimiento. Después he entendido que Pessoa también tenía esa pregunta y por eso ahora es mi amigo.

Maria. Ayer, mientras estábamos en la sala de los heterónimos, una chica empezó a llorar desconsoladamente. Me sentí mal porque pensé que debía de haber dicho algo que la había herido. Al terminar, ella se quedó allí, con sus dos amigos, que la abrazaban. Al rato fui a buscarla y le dije: «Perdona». Ella, cuando me vio mirándola a los ojos, volvió a llorar, pero me dijo: «No tienes que disculparte». «¿Pero qué ha pasado?», le pregunté. «No lo sé». Empezó a hablarme de lo que había vivido esos días en el Meeting. Me dijo que el primer día se sentía totalmente fuera, que necesitaba guiarse por los excesos, como Álvaro de Campos, que se puso a caminar descalza atravesando todas las piscinas, saltando de un lado a otro. Pero al día siguiente se sentía completamente árida, exactamente igual que vivía Campos. Luego llegó a la exposición. Yo no dije nada. Solo había preguntas. Pero al final me dio las gracias. Y lo hizo por lo mismo que lo han hecho otros muchos: por haber mostrado, aparte de la humanidad de Pessoa, mi propia humanidad. El segundo día del Meeting, igual que esa chica, yo también estuve llorando con mis amigas porque no lograba mantenerme unida. Lloraba mientras les decía que nunca podría ser yo misma de verdad con ellas. La cuestión es que el lema, “Una pasión por el hombre”, entraba en contradicción conmigo porque no lograba sentir pasión por mi humanidad. Pedro me dijo un día: «¿No te da la risa? ¿Dices que eres muchas personas y que no logras mantenerte unida cuando estamos haciendo una exposición sobre Pessoa?». La noche de mis llantos había estado con Pedro y Luis, bombardeándoles porque quería leer en portugués mis poesías preferidas. Esa noche lo hicieron tan gratuitamente, a pesar del cansancio, que a partir de ese momento quise compartirlo todo con ellos. Estos días he sentido un inmenso agradecimiento a Dios por llegar realmente hasta mi corazón, hasta mi destino. Eso es una rareza.

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Beatriz. Ayer estuve todo el día enfadada. Estaba muy cansada. Estaba harta de visitas porque no soy capaz de hablar en italiano y todo el rato tenía que estar leyendo el mismo guion. Me sentía muy triste. Me he dado cuenta de que Pessoa escribe sobre mí, lo descubro todos los días. Pero yo he ido solo en automático. Así que hoy he decidido intentar no leer. Ha sido difícil por el idioma. Las visitas, que antes eran de 25 minutos, ahora son de 50… Pero he intentado ponerme en juego a pesar de la barrera lingüística, y he visto que tengo muchas cosas que decir. Siempre tengo la tentación de pensar que a la gente no le gustará tanto como a mí, por eso me da miedo no transmitir toda la belleza de la exposición. Pero después de ver que la gente me miraba con los ojos brillantes y se quedaba allí haciendo preguntas o hablando de su vida, he comprendido que si hago algo grande no es porque soy capaz. Es un regalo.

Gonçalo. Es la primera vez que vengo al Meeting. El padre João me insistió en que viniera durante veinte años. Estoy casado, tengo cinco hijos y sabía que esto implicaría el sacrificio de no estar con ellos. Este año he cumplido los cincuenta y mis amigos de la Fraternidad le han preguntado a mi mujer qué es lo que más quería. Y ella les dijo: ir al Meeting. Anoche fui a uno de los baños de aquí y estaba todo reluciente. Pensé: «Esta gente hace todo esto en sus vacaciones. O están locos, o Cristo existe». Ahí entendí por qué el padre João insistía tanto. Nunca en mi vida había leído a Pessoa. Soy ingeniero aeronáutico y no me interesa la literatura, pero unos días antes de venir vi a Leonor tan entusiasmada por presentar a este poeta que dije: yo también quiero tener ese entusiasmo. Todos los días iba a una visita guiada. Todos los días veía algo distinto, un detalle nuevo. Parece absurdo, conocer a un poeta portugués en Italia y entender la necesidad que él tenía de un “Tú” que en mi vida es tan verdadero.

Cecilia. Estos días me he sentido muy pequeña. Ayer, cuando Maria volvió a la habitación decía que le parecía que esta semana era Navidad. Yo entendí lo que quería decir porque cada noche llegaba como no la había visto nunca. Doy gracias a Pessoa en primer lugar porque me ha hecho entender que para entrar en la exposición y entenderla, necesitaba a alguien que me adentrara en ella. También porque me ha puesto en contacto con vosotros, con otros amigos que he conocido en el Meeting y conmigo misma. Porque cada cosa hablaba de mí. Además de haber tratado esta exposición como una joya, he visto que también habéis tratado a mis amigos como si fueran joyas. Y he aprendido mucho, porque a mí me cuesta querer así.

Maria. Dos días antes de venir empecé a preocuparme. Había poca gente, eran muy pocos los que hablaban italiano, yo tampoco estaba muy al tanto de los contenidos de la exposición… Pero luego pensé: hay dos posibilidades. O me domina todo lo que me parece un límite, o acepto lo que se me da tal como se me da, y pongo toda la espera de mi corazón en esto. Y así llegué. Desde el primer día pasaron un montón de acontecimientos –de verdad, con todo el peso de la palabra– que rompían todos mis esquemas. No hay nada más grande en la vida que se rompan tus esquemas. Nada más llegar, todos empezaron a escribir, a pedir correcciones, a practicar con el italiano. Cada vez que he hecho un pase me he conmovido. Todo es tan desproporcionado en comparación con mi pequeñez que es imposible no conmoverse. He aprendido a dejar que este “Tú” –tan distinto de nosotros, como hemos visto tantas veces– haga grande nuestra vida. Él puede hacer con ella grandes cosas.