Dino Buzzati en la gala del XII Premio Strega en 1958 (Foto Mondadori Portfolio)

El pasado mañana de Buzzati

El 28 de enero de hace 50 años moría el escritor italiano. En sus obras, la concreción más sencilla se une a una aguda sensación de misterio. Una espiral que se abre paso hasta en las situaciones más oscuras. «Sin la gracia, no hago nada»
Andrea Fazioli

Vísperas de Navidad de 1920. Al final de una larga carta, el joven de catorce años Dino Buzzati desea una feliz Navidad a su amigo Arturo Brambilla. Luego añade: «No te felicito el año nuevo porque te escribiré mañana, pasado mañana, pasado pasado mañana, pasado pasado pasado mañana, etc… etc… y entonces tendré tiempo de hacerlo». No es más que el ingenioso saludo de un adolescente, pero esa serie de “pasados” evoca en mí una sensación que no sabría definir más que con el adjetivo buzzatiana. La tensión hacia algo que está más allá, la confianza en las palabras que se pronunciarán (confianza que persistirá hasta en sus perspectivas más oscuras), la amistad, la espera, la fidelidad… son siempre temas fundamentales en la obra del escritor que nació en Belluno en 1906 y murió en Milán hace cincuenta años, el 28 de enero de 1972.

Buzzati y Brambilla se conocieron en el colegio en 1916, cuando ambos tenían diez años. En las décadas siguientes Buzzati enviará más de trescientas cartas a su amigo, un corpus epistolar en el que poco a poco se desvelan los rasgos más destacados de su escritura. Es uno de los pocos autores italianos del siglo XX a los que se puede atribuir un adjetivo propio. Sus narraciones tienen un toque inconfundible, una originalidad que consiste en una mezcla entre evocación fantástica, sentido aventurero e indagación existencial. Todo ello con un estilo sobrio y poético a la vez.

Buzzati trabajó en el Corriere della Sera durante más de cincuenta años, primero como redactor en prácticas y luego como cronista, columnista y periodista en general. También era poeta, dramaturgo, pintor y diseñador. En 1969 su Poema a fumetti, que revisita en clave onírica el mito de Morfeo y Eurídice, anunció con décadas de antelación la evolución del cómic contemporáneo (la llamada novela gráfica).

¿Qué decir de Buzzati en pocas líneas? Su obra es amplia y magnífica, como sus queridas cumbres de los Dolomitas. «Se necesita un guía natural para conducirnos a lugares de los que despedirse», anotaba el autor en su agenda pocos meses antes de morir por un tumor de páncreas. Luego añadió: «O, más sencillo, las cosas mismas empiezan a hablar». Para mí, esta es la principal característica en los relatos de Buzzati: la concreción, la sencillez de las cosas diarias se une a una aguda sensación de misterio. Como él mismo diría en una entrevista, «sin una intervención ajena, que no depende de nosotros, sin la gracia, digo bien, la gracia, no se hace nada. Yo, particularmente, no hago nada».

¿Qué valor tiene la palabra «gracia» tal como la entiende Buzzati? No era creyente, en sus relatos mostraba a menudo un cierto pesimismo, un malestar ante la muerte. Pero hasta en las situaciones más oscuras aparece un «pasado pasado pasado mañana», una espiral hacia el futuro. El precioso final de El desierto de los tártaros es un ejemplo. No voy a desvelarlo, me limitaré a decir que es como una sonrisa, una pequeña sonrisa que aparece cuando todo parece inútil y perdido. «No existe una página de Buzzati que no remita a otro significado. Siempre hay algo que se sobreentiende, un guiño, a veces malicioso, a veces surrealista, a veces sarcástico, a veces conmovido, no importa, pero siempre remite a un significado misterioso que es distinto al que aparentemente pretende», decía Lucia Bellaspiga, experta en Buzzati, durante una intervención de hace unos años en el Centro Cultural de Milán.

Tal vez sea este “más allá” lo que me fascinó cuando leí por primera vez a Buzzati cuando era joven. Me pasó sobre todo cuando cayó en mis manos su último libro Los milagros de Val Morel (1971). Era una edición viejísima donde Buzzati pintaba una serie de cuadros inspirados en los tradicionales exvotos, donde la gente expresa su agradecimiento por una gracia recibida. El autor aborda el tema con ironía, de manera surrealista, pintando y narrando una serie de milagros “imposibles” de santa Rita. Me llamó especialmente la atención la «breve invasión de hormigas mentales» que tuvo lugar en «Longarone y en el Valle de Zoldo, en el año 1871». El autor imagina un cierto tipo de pensamiento obsesivo como una hormiga que se instala en las «circunvalaciones mentales». Esos animalitos despiertan angustiosas dudas, como: «¿Sabes que no existes? ¿O que, si existes, existes mal?». El vértigo de esa pregunta me conmovió siendo adolescente y todavía hoy me conmueve. Estamos ante un autor que, partiendo del tema de los exvotos, con su franqueza y su candor, va directo al grano. ¿Pero yo existo realmente? ¿Qué significa estar en el mundo?

El librito que Buzzati llegó a tiempo de ver impreso pocas semanas antes de morir enumera una serie de monstruos pintorescos, como los gatos volcánicos, los avispones, el serpentón de los mares, el gato mimado, el diablo puercoespín, y también el colombre, protagonista del famoso cuento homónimo. Debemos llamarlo «monstruo», explica Buzzati, «porque es maravilloso y no por ser causante de desgracias». A partir de ese momento, leyendo los relatos y artículo de Buzzati, comprendí que lo «maravilloso» lleva dentro una fuerza positiva, insertada en su capacidad de suscitar preguntas y remover el tran-tran de una vida sin sorpresas. Por eso al final el colombre se revela como una criatura benéfica. ¿Es posible? Parece mentira, pero el monstruoso colombre es una criatura nueva.

LEE TAMBIÉN – Rusos y ucranianos rezan juntos por la paz

Más allá de la concreción, el misterio y lo maravilloso, el amor y la bondad también están en el centro de la obra de Buzzati. Tal vez solo como nostalgia, tal vez incluso como reconocimiento de una «gracia» inexplicable, oculta en la promesa de un «pasado mañana» al que el autor se mantiene fiel. Así escribía Buzzati el 6 de junio de 1963 en un artículo en memoria del papa Juan XXIII: «Hasta los corazones que aparentemente son de piedra o de yeso, en un momento dado pueden entender, al menos entrever, que la bondad es lo que más vale en este mundo». Por todas partes asoma en los relatos de Buzzati esta «bondad», esta palabrita que normalmente nos parece demasiado simple e ingenua, pero que en realidad es tan grande como el universo.