Daniele Mencarelli en el Meeting de Rímini 2019 (© Archivio Meeting)

Mencarelli: «Mi vida es una caza a quien me da la salvación»

Estos meses ha tenido cientos de encuentros con jóvenes por Zoom debido a sus libros. El escritor premiado con el “Strega juvenil” cuenta qué significa «que en los otros hay una posibilidad para mí». Aunque sean «cuatro locos en una sala...»
Paola Bergamini

«Los encuentros son lo más importante de mi vida. Especialmente en los últimos meses, con los jóvenes con los que me he “encontrado” por Zoom». Así empezaba Daniele Mencarelli, escritor de 46 años, su diálogo sobre su novela Tutto chiede salvezza (Todo pide salvación, ndt.), editado por Mondadori, ganador de la primera edición del premio “Strega juvenil” y finalista del Strega, (el premio literario más importante de Italia, ndt.). Igual que su libro anterior, La casa degli sguardi (La casa de las miradas, ndt.), es autobiográfico: Daniele tiene veinte años y, después de un violento estallido de rabia por abuso de drogas y alcohol que causa una crisis nerviosa a su padre, tiene que someterse a un tratamiento obligatorio de desintoxicación. Durante siete días –uno por cada capítulo del libro– convive en una sala con cinco hombres con problemas mentales.

Empecemos por los jóvenes, ¿qué les llama la atención del libro?
En el protagonista interceptamos dos elementos que le son propios, pero que el mundo adulto suele querer apagar: la libertad y el valor de poner su corazón en lo que vive. Daniele es su coetáneo, afronta su naturaleza a 360 grados, en el sentido de no acallar sus preguntas sobre la existencia. Y las afronta en la relación con sus compañeros de habitación, desde Gianluca, homosexual bipolar, hasta el maestro Mario, enfermo de depresión, que le habla de la belleza. Los jóvenes están rodeados de gente que les dice: yo te explico la vida. Creo que eso no puede ser.

¿Y qué les dice?
Para empezar esto: no he entrado en vuestra vida durante una hora para venderos una moto –en este caso un libro– y ya está. Pongo mi dirección de correo electrónico para quien desee continuar este diálogo o hacer alguna pregunta. Esta disponibilidad que va más allá de la exposición verbal les llama la atención. Creo que es lo que dice Carrón en Un brillo en los ojos cuando se detiene en el dato de la carnalidad. Uno no se sorprende por los razonamientos o las palabras sino por alguien que se da por entero en una relación. Luego les cuento que yo empecé a escribir cuando, mirando a mi madre, experimenté el terror a poderla perder. Les desafío diciendo: ¿quién de vosotros no ha sentido la percepción de la pérdida de un ser amado y no ha sufrido por ello?

¿Cómo reaccionan?
Se despiertan. Todos experimentamos el terror a la pérdida de los seres que amamos, ya sea la madre, el padre, un amigo. Ante este sentimiento tenemos dos vías de salida: aceptar esta idea y hacerse esclavo de los que quieren convertir esta percepción en una construcción de nuestra imaginación con la que debemos convivir.

¿O?
O rebelarse y seguir. Mi vida ha consistido en una forma de rebelión ante los que quieren afirmar que lo que amamos antes o después se pierde porque ha nacido de la nada y a la nada volverá.

¿Qué salva ese amor entonces?
La rebelión es un movimiento dinámico, un empuje. En el momento en que “desobedeces” te ves movido por una fuerza que te proyecta hacia la realidad. Te hace correr en busca de lo que puede salvarte, algo que tiene fuerza frente a la nada. Mi vida es esta caza del hombre, de quien me da la salvación.

En el libro la salvación pasa por el rostro de cinco enfermos mentales.
Sí, porque la salvación no la construyes tú solo. Esos hombres me dieron una certeza: en los otros existe una posibilidad. Luego yo puedo perderla como conciencia, hundiéndome en el dolor y en el alcohol. Solo cuando me encuentre con la monja del Niño Jesús de la que hablo en La Casa degli sguardi, esta posibilidad volverá a surgir de manera poderosa.

¿A qué posibilidad se refiere?
A que la realidad se desvele. Cada encuentro revela algo siempre. En aquella sala sofocante esos hombres me revelaron que existe una posibilidad en el mundo de encontrar a otros hombres que no te imponen una receta sino que te abrazan y te muestran tu propia naturaleza, y quieren de ti palabras que acompañen tu sufrir, vivir y amar. En el fondo, don Giussani hizo de esta revelación una semilla poética de la que nació el movimiento.

¿En qué sentido?
Se dio cuenta de que el camino del conocimiento de Cristo debe hacerse dentro de una relación, debe partir de una planta que genera, que es una amistad. Solos no llegamos a ninguna parte. Pienso en mí, en mi encuentro con esa monja. Podía ser una revelación que corría el riesgo de fosilizarse, sin un contexto de amistad y diálogo continuos. Esta fuerza la alimentan muchas voces. Es asombrosa la explosión de vida que ha habido estos dos últimos años, si pienso en algunos mensajes que he recibido.

¿Por ejemplo?
Un chico me escribió: «Me había dado al alcohol y la monja del Niño Jesús me ha dado fuerzas para intentar dejarlo». La revelación de la monja volvió a vivir ahí, en aquellas palabras. Otra persona en tratamiento de desintoxicación me dijo: «Conozco esos “círculos” y yo también quiero escuchar esa palabra: “salvación”».

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Una gran responsabilidad para un escritor…
Para mí la escritura es un primer gesto, un gesto que obedece. Escribo una grandeza que no es mía, la he vivido y la traslado al lector, pero no es mía.