Elegida para cosas grandes

Su familia pensaba para Catalina en un buen matrimonio y una vida tranquila. Pero el Señor la llamó cuando solo tenía seis años. Por eso sacude hasta a los poderosos de la Tierra. Una lectura recomendada para los bachilleres este verano
Sara Tosi

Más que una invitación a la lectura, esto pretende ser una advertencia. De hecho, conocer a Catalina de Siena conlleva un riesgo que no suele dejar indiferente. ¿De qué “riesgo” se trata?
Catalina fue elegida. Durante toda su vida, a través de las tremendas luchas y tentaciones que trataban de separarla de su inmensa llamada, permaneció fiel a ese inicio, cuando a sus apenas seis años comprendió que pertenecía por entero a Dios. Fue elegida para cosas grandes. Tal vez ni siquiera ella imaginaba cuán grandes. Catalina lo quería todo y esa radicalidad, esa hambre insaciable de lo verdadero, la convertía en una figura incómoda. Para su familia, que intentó por todos los medios de “normalizarla”, educándola, programando un buen matrimonio para ella, dando por descontado que debería hacer el camino típico de cualquier joven de la Siena del siglo XIV. Para la congregación de monjas a la que pedirá entrar insistentemente –hasta conseguirlo–, a la que puso patas arriba hasta el punto de ser sospechosa de herejía. Entre la “gente importante” de Siena, de Italia y de toda la cristiandad, cuando tuvo la osadía de dirigirse nada menos que al Papa en persona. Por todos los medios tratarán de reducir el abrumador impacto que esta delgada y ardiente muchacha podía provocar en sus vidas. Las cartas, algunas de las cuales reproduce De Wohl, que Catalina enviaba a los poderosos del mundo, sorprenden por su fuerza y su franqueza. Ninguna broma, ningún prejuicio, ninguna nadería, comentario vano o cuchicheo podían impedir que el fuego que Catalina llevaba dentro ardiera provocando crisis y por tanto nuevos juicios que llevaban, hasta de manera dramática, a los que se topaban con ella a hacerse preguntas, a cambiar su mirada y su vida.

Aquel fuego ardía hasta el punto de que Catalina, consciente de su pequeñez pero no determinada por ella, no dudó en lanzarse a la lucha de la realidad, cualquiera que fuera el aspecto con que esta se presentara: los amigos y pobres que tenía alrededor, la epidemia de peste, la política, la gran cuestión del Papado en Aviñón. Ante ella era imposible esconderse. Se tergiversaba, se intentaba justificar, pero Catalina no se conformaba con medias tintas, buscaba la medida de Otro. Llegando a desafiar incluso a Dios: «Señor, me habías prometido que nada mío se perdería, ¿así es como mantienes tu palabra?».

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¿Quién de nosotros no lo quiere todo? Catalina plantea un desafío a este nivel. No puede evitar sentirse atraída, advertir el deseo de jugárselo todo siguiendo esa llama por vivir que ardía en su corazón y que habita, aunque a veces acallada, en cada uno de nosotros. Por eso es un acontecimiento. «Si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego». ¿Dejaremos que las palabras de Catalina resuenen en nuestro corazón? Y si lo hacemos, ¿qué pasará?

Louis de Wohl
Al asalto del cielo
Palabra
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