John Henry Newman

El corazón de Newman y nuestro tiempo

El cristianismo como “hecho”, la razonabilidad de la fe y su idea de razón. El cardenal inglés, protagonista de un encuentro virtual organizado por el Centro Cultural de Milán
Laura Ferrario

El Centro Cultural de Milán ha propuesto un encuentro sobre el pensamiento del “gigante de Oxford”, Henry Newman, un intento de hacer sencilla y accesible para todos a esta figura excepcional. Un diálogo plagado de sugerencias donde se percibe toda su actualidad y afinidad con el pensamiento de Luigi Giussani, gran estudioso del teólogo inglés, en el que ve expresada la razonabilidad de la fe y su idea de razón, la concepción del cristianismo como “hecho”, que luego desarrolló en El sentido religioso, como señaló Monica Scholz, profesora de Ciencias lingüísticas y culturales en la Universidad Albert-Ludwig de Friburgo, coordinadora de este encuentro. Cor a cor loquitor, el corazón habla al corazón, este fue el lema del cardenal Newman. Toda su vasta obra siempre tuvo como hilo conductor el de darse razones de los pasos que iba dando.

El punto central del trabajo de Newman es la verdad, es decir, salir de lo oscuro, como pidió que se escribiera en su tumba, «de las sombras a la verdad». «A Newman le preocupaban las reducciones de la razón, y el hecho de que la cuestión de la verdad quedara en segundo plano, sustituida por las opiniones y los bandos, que quieren hacer que prevalezca una opinión. Él quiere seguir la verdad y ser iluminado», señaló Onorato Grassi, profesor de Historia del pensamiento tardo-medieval y renacentista en la Universidad Católica de Milán y en la Lumsa de Roma. No quiere ver la escena final, le basta con que la luz ilumine el paso que debe dar ahora. La búsqueda de la verdad es entonces la búsqueda de los pasos que dar hacia la verdad, que tiene los rasgos de los hechos, de cosas concretas dentro de un camino.



Para Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz, profesora emérita de Filosofía de las religiones y ciencias religiosas comparadas en la Universidad técnica de Dresde, dos hechos marcaron la vida del cardenal inglés: una crisis nerviosa y la muerte inesperada de su hermana Mary. Newman se dio cuenta de que el enfoque racionalista no podía responder al dolor que sentía, buscaba una verdad a la altura de toda la amplitud de lo humano. Capta así la evidencia inextirpable que une al yo con su propio origen: «mi creador y yo éramos los dos únicos seres cuya existencia se impone arrolladoramente in rerum natura». La profesora de Dresde puso el ejemplo de la cuerda, cuyos hilos pueden romperse fácilmente por separado, pero unidos se vuelven indestructibles. «Normalmente no se llega a la convicción desde la base de una constatación decisiva sino a través del conjunto de muchas circunstancias insignificantes, cuyo espíritu separadamente no sería capaz de tomarse en consideración ni traducirse metodológicamente en una demostración». ¿Acaso no es este el error común y fatal de un mundo que se considera juez de las verdades religiosas sin la aprobación del corazón?

«Vivir es cambiar», destacó Grassi, citando una famosa frase de Newman: «En un mundo más elevado será de otro modo pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo». Para él, imperfección «significa retirarse de la historia, separarse de la realidad, refugiándose en abstracciones, pero sin querer confrontarse con lo que uno sabe y es; la confrontación a nuestro alrededor “es imprescindible”, como él decía, aunque pueda ser arriesgado». El cambio es el alma de la vida. Se puede llegar a un cambio que te aleje de la idea original, pero indica otro camino, explicaba Grassi. «La verdad cristiana no se conserva metiéndola bajo tierra o en un museo sino poniéndola en circulación, y por tanto corriendo el riesgo de ponerla en juego. Esta fue la gran intuición que le llevó al catolicismo».

¿Cómo es posible la certeza cuando existe un cambio continuo, cuando las decisiones que debemos tomar son provisionales? Newman era bien consciente del problema y entendió que había una solución: vivimos en la incertidumbre, sí, pero el último paso es un acto de voluntad que nos da la certeza. El juicio, la decisión, se apoya en la voluntad, la voluntad de creer, como dirá más adelante. El asentimiento es un acto incondicional, pero debe ser puesto a prueba. Newman es consciente de que se puede asentir incluso a cosas equivocadas, la certeza se adquiere cuando el asentimiento ha superado la prueba y se mantiene.

Por último, abordaron la cuestión de la conciencia. Para Newman, la conciencia es la prueba más importante de la existencia de Dios. «De no ser por esta voz que tan claramente habla a mi conciencia y a mi corazón, cuando miro a este mundo yo sería ateo, panteísta o politeísta. Si se me pregunta por qué creo en Dios, respondo: porque creo en mí mismo. Encuentro, en efecto, imposible creer en mi propia existencia sin creer también en la existencia de quien vive en mi conciencia como un ser personal que todo ve, todo juzga».

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Para terminar, Monica Scholz lanzó el desafío de «dejar salir las preguntas que nacen de esta intensa relación con la realidad sin miedo a tocar el vértigo, la humillación y el aislamiento». Y dio al papa Benedicto XVI la última palabra sobre el cardenal inglés: «Durante toda su vida, Newman fue una persona en permanente estado de conversión, una persona en permanente trance de transformación, y por eso siempre permaneció y llegó a ser cada vez más él mismo. La conversión es el iter, es decir, el camino de toda una vida. Y la fe es siempre desarrollo, y precisamente de esta manera es la madurez del alma en la verdad, en Dios, que es más íntimo a nosotros de lo que somos nosotros mismos».