Monseñor Juan Carlos Bravo Salazar visita la exposición sobre José Gregorio Hernández

El beato Hernández, en Roma

La exposición del Meeting dedicada al médico venezolano llega a la capital italiana. El obispo de Caracas, Bravo Salazar, la ha visitado
Giorgio Paolucci

Como cualquier venezolano, conoce muy bien a José Gregorio Hernández y aceptó gustoso a visitar la exposición dedicada a este “médico del pueblo” instalada en Roma con motivo de una fiesta popular organizada por la asociación Gracias al Cielo.

Juan Carlos Bravo Salazar, 56 años, es obispo de Petare, un barrio oriental de Caracas, y el 90% de su diócesis está ocupada por la favela más grande y poblada de Sudamérica, donde dos millones de personas conviven a diario con la pobreza y el crimen. Escucha atentamente a una estudiante de medicina que le presenta esta exposición que narra la vida y obra de José Hernández (1864-1919, proclamado beato en 2021), que se inauguró en el Meeting de Rímini de 2023 y que del 19 al 27 de octubre estará también en Caracas. Al término de la visita, el obispo disfrutó de la fiesta, conversando con sesenta jóvenes músicos de la Mauro Moruzzi Junior Band de Cremona, escuchando música brasileña y saboreando los espectaculares cannoli sicilianos preparados por nuestros amigos de Rossa Sera, en un evento que contaba con la participación de treinta asociaciones de voluntariado.

Una inmersión en el pueblo romano que de algún modo le recordaría a su pueblo y a su Iglesia. Bravo Salazar está participando en los trabajos del Sínodo como delegado de la Iglesia venezolana y define a José Gregorio Hernández como un «gran testigo de la fe y una auténtica figura sinodal. Se entregó sin reservas buscando el bien para su pueblo, y lo hizo como uno más de la comunidad, no como un héroe solitario. Interpreta así plenamente el tema del Sínodo: caminar juntos. En mi país, cada familia podría contar algún milagro que ha recibido por su intercesión, las calles y casas están llenas de imágenes suyas. Todos los venezolanos lo llevan en su corazón, fue verdaderamente el médico del pueblo, pues supo conjugar en su vida fe, humanidad y ciencia».

En una época en la que no había asistencia sanitaria nacional, atendía gratuitamente a los pobres, pagaba de su bolsillo las medicinas y se las llevaba a los más necesitados. A su caridad se unía una gran preparación. Inauguró la cátedra de Bacteriología en la Universidad de Caracas, la primera de América Latina, e introdujo el uso del microscopio en su país. «Un médico lleno de ciencia y de fe –así lo definió el papa Francisco–. Supo reconocer en los enfermos el rostro de Cristo y, como el Buen Samaritano, los ayudaba con caridad evangélica».

También fue un hombre de paz, cuando el mundo vivía la pesadilla de la Primera Guerra Mundial, y su vida también tiene mucho que ofrecer en el delicado momento que está atravesando Venezuela ahora. «Nos enseña que cada bautizado es responsable en su ámbito de la construcción de la paz, la verdad y la justicia –explica Bravo–. La paz se construye en la vida de cada día, desde abajo, realizando cada uno gestos de paz y asumiendo sus responsabilidades en las circunstancias en que se encuentre. Es un trabajo que compete a cada uno de nosotros. Es el momento de los testigos, como hizo el beato José Gregorio en su trabajo médico».

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Estos años ha surgido una amistad entre monseñor Bravo Salazar y Alejandro Marius, fundador de Trabajo y Persona, una asociación venezolana que desarrolla proyectos de educación laboral para que todos puedan descubrir y sacar fruto de sus talentos, ofreciendo formación a mecánicos, carpinteros, cocineros, peluqueros, maestros chocolateros o cuidadores. El mismo Alejandro Marius fue quien informó al obispo de la exposición en Roma, invitándole a visitarla. «Trabajo y Persona es una presencia muy valiosa en Venezuela y en nuestra diócesis –afirma el obispo–, un ejemplo de cómo construir el cambio desde abajo porque pone en el centro del valor de cada hombre, ayudándolo a ser protagonista de su propia existencia y contribuir al bien común. La formación y el trabajo son ámbitos privilegiados para que los pobres puedan recuperar su dignidad. La Iglesia anima a experiencias como esta, que se mueven en la misma dirección en la que se movía José Gregorio Hernández. La favela ocupa el 90% de nuestra diócesis, vivimos entre los pobres, igual que Jesús, Para mí es un privilegio y también un desafío: vivir el evangelio y descubrir la presencia de Cristo en la realidad donde Dios me ha puesto».