Fachada de la Escuela Agrícola Rainha dos Apóstolos en Manaos, Brasil

Manaos. Cincuenta años cultivando vida

La Escuela Agrícola Reina de los Apóstoles celebra medio siglo de vida. Fundada en la Amazonia por los misioneros, la dirige ahora una gran familia
Monica Poletto

Cuando empiezas a recorrer los 35 kilómetros que separan el centro de Manaos de la Escuela Agrícola Rainha dos Apóstolos, la ciudad se convierte inmediatamente en un recuerdo, los bordes de las calles se llenan de árboles enormes y la foresta amazónica nos recuerda que estamos dentro de su corazón.

Al llegar, es sorprendente darse cuenta de que el sonido de los pájaros es mucho más fuerte que las voces de los alumnos que viven aquí. Hay gran variedad de aves tropicales surcando el cielo y llenándolo de color. Aunque también ayuda el comportamiento de estos jóvenes, que tiende más a escuchar y mirar que a hablar. Gran parte de ellos vienen de las aldeas que hay a lo largo del río, de la selva, de lugares donde la naturaleza es tan inmensa y pura que te educa el oído y la mirada.

Celso Batista de Oliveira y Darlete, su mujer, trabajan en la escuela desde hace más de treinta años. Empezaron conmovidos por la paternidad del padre Massimo Cenci, que murió en 2012, y Giuliano Frigeni, que fue obispo de Parintins hasta 2023. Estos dos misioneros apasionados fundaron la escuela hace cincuenta años y después la dejaron en manos de la asociación que formaron estos dos jóvenes esposos con sus amigos, que correspondieron a este regalo entregándose por entero a todos los jóvenes que llegaban, a los que acogieron desde el primer momento como hijos.

La escuela es preciosa. Está rodeada de plantas enormes y flores de mil colores. Si te fijas bien, puedes encontrar entre las hojas de los árboles nidos de tucanes o algún perezoso acurrucado. Tras el primer impacto de la imponente naturaleza circundante, llama la atención la cantidad de niños y jóvenes que hay. Los pequeños estudian primaria y secundaria y viven en los alrededores. Los mayores, de 14 a 17 años, van a la escuela agrícola y vienen de toda la región. En esta parte del mundo, las distancias no se calculan en kilómetros, sino en días en barca. Los que vienen de más lejos han tardado en llegar hasta quince días.

Las distancias para llegar a la escuela se miden por días en barca

La escuela agrícola es residencial. Se levantan a las seis de la mañana, se dan las materias teóricas, tanto las técnicas como las de cultura general, y luego hay muchas prácticas en los grandes terrenos de cultivo que la rodean. Su peculiaridad, desde el punto de vista didáctico, es la atención que prestan a enseñar técnicas respetuosas con la naturaleza, que no implican el uso de otros fertilizantes que no sean naturales para evitar el empobrecimiento del terreno mediante rotaciones adecuadas.

Es fascinante oír a los chavales hablar de su trabajo, como Thiago cuando nos habla del cultivo de la pitaya con su entusiasmo por la vida en la escuela, que le ayuda a afrontar la dificultad que le supone de tener que vivir separado de su madre. Para ellos, lo más duro es estar lejos de su familia. Raisiani tiene 17 años: «Soy indígena y vengo de una aldea del Río Negro, donde viven 200 personas. En mi casa somos siete hijos y me cuesta estar lejos, pero aquí aprendemos mucho y también nos divertimos». Ya está en tercero y quiere matricularse en la facultad de Veterinaria. Rebeca nos cuenta que viene de los campos de Novo Airão y que tener que salir de su casa la ha hecho más responsable y más fuerte. Cuando la oyes hablar de su compromiso, de lo que ha supuesto para ella dejar su hogar para venir a este lugar desconocido, te das cuenta de que aquí también se “cultivan” hombres y mujeres.

El corazón de esta escuela, que no deja de crecer por el boca a boca, son Celso y Darlete, la mirada atenta de él, que se da cuenta de todo lo que pasa, y la profunda y maternal acogida de ella. El centro de su método educativo es el cuidado de la persona y la convivencia. El personal nunca se limita a las competencias laborales de cada uno sino que todos se implican en la relación con los jóvenes. «Es un abrazo que, tanto en la tristeza como en la alegría, les permite crecer y los ayuda ante la dureza de la realidad», dice Darlete. En los momentos de crisis, los acogen en su familia y hasta los profesores abren sus casas. Como pasó con una alumna de Boa Vista, en la frontera con Venezuela, que en 2004 se quedó embarazada. La acogieron durante toda la gestación y hoy su hijo estudia aquí.

«La relación, la escucha, está antes que el “programa” –afirma Bernardo–. Partir de esta relación humana es el inicio de una auténtica construcción porque si no hay relación, no habrá eficacia en el trabajo». La pasión educativa de los docentes se nota sobre todo en cómo miran a estos chavales. Además, algunos profesores son antiguos alumnos, que descubrieron aquí su vocación educativa. Como Sergio, que lleva aquí 30 años. Su vida está marcada por una expulsión cuando era estudiante, por mal comportamiento. «Fue un bien, me ayudó a entender el sentido de la vida. Volvieron a aceptarme porque aquí siempre puedes volver a llamar a la puerta, nadie queda definido por su error».

Varios profesores son antiguos alumnos

Antonio vive a 30 horas en barco de Manaos, «si hay agua; si no, son muchas más». Cuando era pequeño, un misionero fue a su aldea y le habló de esta escuela. «Llegué aquí en 1985 y hoy doy clase. La realidad de la escuela conserva la misma esencia que entonces. No solo es una enseñanza técnica, sino una fraternidad. Es una educación en la vida, para la vida».

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Durante estos años, complicados por la falta de fondos públicos y por la pandemia, que golpeó duramente la región amazónica, la escuela se ha convertido en núcleo de una gran amistad. Con los viejos amigos italianos que siempre la han acompañado y también con los nuevos que han empezado a viajar allí para conocerla y ayudar en la gestión, así como otras obras en Brasil, descubriendo una obra muy lejana en distancia –cuatro horas de vuelo desde Sao Paulo– pero muy cercana en el corazón. El encuentro entre “obras hermanas” (proyecto de ayuda mutua coordinado por la Compañía de las Obras) favorece una confrontación que ofrece ideas y energía para afrontar los desafíos y superar las tempestades.

El apoyo de los amigos es fundamental

Ahora la escuela cumple 50 años de vida. Impresiona pensar que Celso y Darlete hayan querido celebrarlo con una misa de acción de gracias por el inmenso don que esta escuela supone para su propia vida y para todos los que la conocen. Para recordar que esta obra está encomendada a la protección de la Virgen, reina de los Apóstoles, y que, 50 años después, quiere seguir estando bajo su amparo.