Priscilla, don Giussani y el G7
La directora de la Luigi Giussani Primary School de Kampala (Uganda) con los poderosos del planeta. «Educar es caminar juntos para descubrir el significado de la vida»El 1 de octubre, los representantes del G7 se reunieron en el palacio de Caserta para debatir sobre educación y resiliencia, centrando el foco especialmente en África. El secretario general de AVSI, Giampaolo Silvestri, fue invitado hace unos meses por la Agencia italiana de Cooperación al Desarrollo para participar en una sesión con la ministra de Familia, Eugenia Roccella, y con Laura Frigenti, directora del Global Partnership for Education, y Daniela Fatarella, directora de Save the Children Italia. Esta invitación, fruto de tantos años de trabajo de AVSI en los países del África subsahariana, fue una gran alegría, pero nadie se esperaba todo lo que iba a pasar.
Unos diez días antes del evento, el Ministerio de Asuntos Exteriores nos propuso invitar al director de algún colegio de primaria africano. Silvestri pensó enseguida en Priscilla Achan, del colegio Luigi Giussani en Kampala. Priscilla es una gran amiga, la conozco desde hace muchos años. Su madre era una de las mujeres del Meeting Point International, obra que nació de la experiencia de Rose Busingye, y Priscilla era desde 2008 una de las niñas beneficiarias del programa de adopción a distancia de AVSI, con una historia personal complicada y muy vulnerable.
Siempre me he sentido muy unido a ella, pues se quedó huérfana de ambos padres a los 16 años y siempre ha cuidado con gran dedicación de sus hermanos, a pesar de seguir estudiando hasta graduarse como la mejor alumna de la escuela. Era una joven extremadamente valiente y resiliente, cuando iba a la universidad empezó a trabajar en el instituto de formación de profesores de Kampala, donde también trabajaba yo. Todavía recuerdo cuando, después de un par de años, la invité a presentarse al puesto de profesor de inglés en nuestro colegio de primaria, donde ahora es la directora.
Así que yo también me puse rumbo a Caserta. Era la primera vez que participaba en un evento del G7 y no sabía qué esperar. Como me dedico a la educación en AVSI, deseaba poder salir del relato habitual que considera la educación como un elemento de empoderamiento económico. No es que no sea consciente de que la educación es la principal herramienta de desarrollo económico para un país, pero en las escuelas africanas y entre los tecnócratas del continente se habla demasiado de educación solo como una herramienta para lograr un puesto de trabajo y éxito económico. Esta visión provoca reducciones y distorsiones a nivel pedagógico, que dejan marcada la vida de los chavales. Pero lo que pasó en Caserta me pilló totalmente por sorpresa.
Cuando Priscilla tomó la palabra, la sala se paralizó. Empezó contando lo que significó para ella quedarse sin padres y cómo sentía que la miraban sus maestros. «Los profesores del colegio Luigi Giussani siempre estaban presentes para ayudarme cada vez que lo necesitaba. Me han ayudado a descubrir que, a pesar de las dificultades, la vida merece la pena ser vivida. Nunca me he sentido sola porque estaba rodeada de rostros de personas que me querían de verdad y deseaban verme feliz».
Contó el motivo por el que aceptó trabajar en el colegio. «Quería seguir viviendo la misma experiencia que viví allí cuando estudiaba. Como me había criado en un suburbio, sabía que me resultaría fácil relacionarme con los alumnos que me encontrara. Son niños que vienen de familias humildes y vulnerables, cuya esperanza reside en la escuela. Quería enseñar a estos niños de la misma manera que me habían educado a mí, ayudarles a descubrir su valor, hacerles entender que son importantes, más allá del dolor, el sufrimiento, la pobreza o las dificultades que tengan que afrontar. Yo he estado acompañada en este camino y deseaba que ellos también lo estuvieran».
Con palabras sencillas pero extremadamente precisas, recordó a todos que la educación no solo consiste en transmitir competencias y memorizar conceptos, sino también en ayudar a cada niño a descubrir el valor infinito que tiene y, en consecuencia, a considerar todos los aspectos de la realidad como un valor. Se educa por atracción. Incluso cuando se enseña a leer y escribir, o cualquier otra materia, los alumnos tienes que tener un atractivo que les ayude a aprender los contenidos de lo que se les intenta transmitir. No hay una dicotomía entre competencias de lecto-escritura y aprendizaje socio-emotivo.
Priscilla contó la historia de Roby (nombre ficticio, ndr), un joven estudiante de sexto que tiene una situación familiar muy complicada y faltaba mucho a clase. Preocupada, Priscilla estuvo dos trimestres seguidos yendo a su casa casi todas las semanas para intentar convencerlo de que volviera al colegio. Luego algo cambió. Inesperadamente, en el tercer trimestre el chico decidió volver a clase por voluntad propia. Cuando Priscilla le preguntó por qué, la respuesta del chico la dejó desarmada: «Maestra, me he dado cuenta de que ni siquiera mis padres se preocupan de que yo vaya a clase, pero tú eres diferente. Has sacrificado tu tiempo para venir a invitarme a volver. He decidido volver a clase porque quiero centrarme en mis estudios, quiero cuidar de mí mismo».
Priscilla señala que ni el hecho de tener las tasas escolares totalmente pagadas había bastado para convencerlo, él quería algo más, necesitaba ser amado y encontrar un significado para su vida. «Mi corazón es exactamente igual que el de este chico y para mí educar significa sencillamente recorrer con él el camino hacia el descubrimiento del significado de nuestras vidas».
Silvestri intervino justo después de Priscilla, y subrayó este punto: «Luigi Giussani sostiene que el hombre se desarrolla en una relación personal. Insiste en que la identidad de una persona solo se define plenamente cuando es reconocida por otro. De ahí deriva la necesidad de reconocimiento de cada uno de nosotros, de que se nos mire como personas con un rostro propio». También se refirió a la preocupación del papa Francisco por el Pacto Educativo Global: la importancia de actuar juntos como una sola comunidad educativa para reconstruir «redes sociales que permitan que los niños se sientan parte de esta comunidad» y para generar espacios seguros donde puedan jugar, estudiar y entablar relaciones positivas con adultos que sean un referente.
LEE TAMBIÉN – Líbano. «La lección de los jóvenes entre misiles»
Tras la intervención de Priscilla, citada varias veces, las declaraciones de los representantes del G7, que normalmente suelen ser extremadamente breves y puntuales, adoptaron matices más humanos. Al menos por un momento, para todos se hizo evidente que el problema de la educación no se reduce al aprendizaje de la lecto-escritura, sino que tiene que ver con la posibilidad de que cualquiera –en la campiña perdida de un poblado africano o bajo las bombas en un campo de refugiados– pueda encontrarse con una mirada como la que describía Priscilla. Para mí, que suelo preguntarme cómo incidir en el concepto de la educación en el mundo de la cooperación internacional, ha sido el enésimo testimonio de cómo el carisma de don Giussani puede hablar al corazón de cada hombre, hasta de los grandes del G7.
* Global Manager Education Unit – Fundación AVSI