Kenia. Las revueltas y el bien que buscamos
Las protestas de los jóvenes, su deseo de libertad y justicia, y el trabajo del capítulo octavo de El sentido religioso. Unos amigos de Nairobi cuentan qué les sostiene mientras su país se sume en el caosDesde el 18 junio Kenia está siendo escenario de grandes protestas que se extienden al menos por 40 de las 47 provincias del país y que han culminado con la muerte de unos veinte manifestantes (aunque algunos informativos hablan de más de 50 víctimas) y la detención de decenas de civiles. Los jóvenes han salido a la calle contra la reforma financiera del controvertido presidente William Ruto, una medida que ha tardado poco en retirarse y que habría golpeado a los grupos más débiles de la población. «Nunca se había visto un movimiento parecido, manifestaciones inicialmente pacíficas, orquestadas a través de redes sociales y llevadas a cabo por jóvenes de todo el país», explica Antonino Masuri, director de la Fundación AVSI en Nairobi.
«Pero algo salió mal y, tal vez debido a infiltraciones o no se sabe bien cómo, degeneró en enfrentamientos con el ejército. Hemos vivido momentos de mucha tensión en la calle en nuestros lugares de trabajo y residencia. Nos preocupa nuestro equipo, nuestros jóvenes voluntarios y nuestra gente, pero esta situación también supone un gran desafío. ¿Qué deseamos realmente? ¿Qué es lo que más queremos? Yo no tengo respuestas, solo puedo poner estas preguntas ante Dios. Por eso todas las mañanas voy a misa, rezo el rosario por la paz y luego me pongo a trabajar. Estoy seguro de la victoria de Cristo, de lo contrario nadie se sostendría. Podemos ser libres incluso en medio de todo este caos porque Dios nos ha dado un lugar, que es África, y una compañía de amigos con los que compartir todo. Siempre me impresiona la inteligencia de don Giussani, que nos recuerda que la verdadera libertad es la experiencia de verdad de nosotros mismos».
Lo corrobora Peter Matenghe, responsable de CL en este país. «Estos desórdenes nos han pillado desprevenidos pues ninguno de nosotros imaginaba esta agitación en el corazón de nuestros jóvenes. Me ha dejado impresionado la enorme multitud que ha salido a la calle. Esa determinación absoluta, esa energía y coordinación. De pronto los jóvenes, sobre todo la llamada generación Z, ha mostrado un gran interés por cuestiones que antes les resultaban ajenas. Incluso mi hija adolescente, normalmente reservada aunque curiosa, se ha vuelto de pronto muy explícita, lanzando mensajes en redes sociales desafiando al status quo. Me impresiona ese deseo de libertad que gritan a voces». Piden justicia porque el país lleva años sumido en una situación muy complicada. Al gobierno le cuesta mantener el orden económico (con una deuda internacional altísima), la corrupción es endémica, falta empleo y perspectivas de futuro, por no hablar de las catástrofes naturales que han sacudido Kenia estos años, desde la invasión de langostas que destruyó las cosechas hasta las inundaciones que obligaron a miles de personas a desplazarse y desataron las alarmas por el contagio de enfermedades como la cólera y malaria. Y en medio de todo eso, el inmovilismo de la clase política, que solo sirve para enriquecerse a costa de los ciudadanos, exasperando así el clima.
«Pero los manifestantes tampoco son claros en sus peticiones, no hay una descripción clara de lo que desean realmente. Tras la petición inicial de retirada de la reforma financiera, que el presidente aceptó, siguieron pidiendo su dimisión y la disolución de las cortes. ¿Bastaría una buena acción del gobierno para aplacarlos? En la situación actual, nada parece indicar que eso vaya a suceder pronto. Muchos de ellos están enfadados, creen que a la generación de sus padres le han lavado el cerebro el Estado y la Iglesia, y que eso les incapacita para aceptar una novedad. Me pregunto si eso es verdad, si somos así realmente». Afortunadamente, Peter tiene un lugar donde plantear estas preguntas y ese lugar es la Escuela de comunidad.
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«Con los amigos de la Fraternidad hemos intentado juzgar lo que estaba pasando en nuestro país a la luz de nuestra historia y hemos retomado lo que Giussani decía tantas veces de los acontecimientos de 1968. ¿Por qué este desafío inesperado al status quo, a la autoridad, a la Iglesia, a la tradición? ¿Cuándo hemos abandonado los principios fundamentales? Dice don Giussani: “Un cristiano, cuando actúa, ya es revolucionario”. ¿Hemos sido fieles a este principio? Leyendo su biografía hemos redescubierto que es posible estar delante de los acontecimientos de la historia con confianza y esperanza. En el trabajo que estamos haciendo con el capítulo octavo de El sentido religioso, don Giussani nos recuerda que corremos el riesgo de perder la libertad si abandonamos el camino, el método. Kenia está sumida en el caos, no sería difícil perder el rumbo y no tenemos a mano soluciones fáciles, pero cuanto más miro a mi alrededor, más deseo profundizar en el trabajo que me propone la Escuela de comunidad».