La ceremonia en Malga Ritorto (Trento)

Un “Cristo glorioso” que habla de amistad

Se inaugura una obra de Dino Quartana en los Dolomitas en memoria de don Giussani y el padre Romano Scalfi, casi coetáneos y grandes amigos. Una historia que tiene mucho que ver con la paz que el mundo hoy necesita
Carlo Dignola

Desde el 12 de octubre hay un extraño crucifijo en Malga Ritorto, sobre Madonna di Campiglio. Un Cristo de hierro hecho pedazos que según el artista que lo ha diseñado, Manfredi “Dino” Quartana, es un «Cristo glorioso». Detrás de él y entre sus miembros se ven «nuestras montañas preferidas», como dice el arquitecto Ivo Bonapace. Hace setenta años, Quartana era un chaval que estudiaba en el liceo Berchet de Milán y subía a estas montañas a esquiar. Hoy es un dominico que lleva muchos años viviendo en París y ya ha colgado sus esquís, aunque no hace mucho.

Desde 1957, don Giussani llevaba a sus bachilleres a este paraíso de los Dolomitas. La familia de Romano Scalfi, que nació unos kilómetros más abajo, vivía muy cerca. «Conocí a Giussani en el colegio –explica Quartana–. Fuimos la primera clase en la que entró. Me fascinó, pero a los seis meses me alejé. Luego Pigi Bernareggi, que era mi compañero de pupitre y amigo mío, me invitó a esas vacaciones, donde recuperé la fe. Allí vi que la vida cristiana era una vida, y todo cambió».

Allí se ve ahora esta “Piedra de la amistad” que lleva grabada la gratitud al Espíritu Santo «por el don de la amistad entre Giussani y el padre Scalfi y por el don de cada amistad que trae esperanza, unidad y paz». La inauguración coincidió con el centenario del nacimiento del padre Romano, fundador de Rusia Cristiana, en la misma semana en que se clausuraba el centenario del nacimiento de don Giussani, a quien Scalfi llamaba en tono de broma «mi superior» porque era su vecino de arriba cuando vivían en Milán, en Via Martinengo.

También estuvieron presentes los familiares de Scalfi, empezando por su hermano Gino, nonagenario, junto a una delegación de Rusia Cristiana, su presidente Adriano Dell’Asta con su mujer, Marta, y varios amigos. Hablaron el alcalde de Pinzolo, Michele Cereghini, y Luca Tenti, presidente del centro cultural “El Mosaico”, promotor de la iniciativa. Para acompañar este momento, algunos de los cantos alpinos más bonitos interpretados por el coro Presanella y canciones de Claudio Chieffo con la voz de su hijo Martino.



El abogado Cesare Pozzoli, vicepresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, llevó el saludo del presidente, Davide Prosperi. «Hay un gran antecedente que ha preparado este encuentro –dijo Pozzoli–. Lo señaló el mis Giussani: la atracción de ambos por la figura de Vladimir Soloviev, filósofo, teólogo y poeta ruso de finales del XIX, y su pasión por la unidad de los cristianos. Giussani llama “sueño de juventud” a la recomposición de la unidad entre la Iglesia católica y la ortodoxa, que persiguió durante toda su vida». También recordó algo «que Giussani llamaría “el manifiesto permanente” de Comunión y Liberación, impreso en la Pascua de 1988, que era como un agradecimiento indirecto al padre Scalfi. Con un fragmento del Relato del Anticristo de Soloviev precisamente, donde el starets Juan responde al emperador: «¡Gran soberano! Lo que tenemos de más querido en el cristianismo es Cristo mismo. Él mismo y todo lo que procede de Él, porque sabemos que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad».

Quartana narró cómo fueron los últimos días de trabajo en su “Cristo glorioso”. «Hace dos días subí allí y me quedé asombrado por lo que veía. Esa figura que he diseñado ya la conocía, pero me parecía nueva y diferente a lo que había imaginado. Para mí era algo por descifrar, como un enigma. Como preguntándome: “¿quién es?”. Y creo que en el fondo es bueno que este Misterio no se imponga como una evidencia ya indicada, ya recorrida, ya transcrita, sino que sea como una pregunta: “¿quién es este?”. Siempre es un misterio por descifrar». Dice Jesús en el evangelio: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». También aquí, delante de esa Cruz, dice Quartana, «nos encontramos con personas que de un modo u otro viven atraídas por ese Misterio. De ahí nacen amistades, según los lugares y circunstancias, que duran y crecen con los años».

Adriano Dell’Asta recordaba que «nuestros dos padres hablaban mucho y se sugerían mutuamente las cosas más bonitas, como el amor a la belleza». En tiempos de crisis entre Occidente y Moscú, describió a Scalfi con palabras de una amiga rusa: «El padre Romano amaba mucho mi país. Lo sabía todo, lo comprendía todo, lo experimentaba todo, se daba cuenta de todo y lo percibía todo. Pero a pesar de todo, amaba a Rusia. Él fue quien me enseñó que es posible tener esa visión de mi patria, sin histrionismos ni tópicos, la visión sobria, comprensiva, valiente y amorosa de un cristiano».

El obispo emérito de Taranto, monseñor Filippo Santoro, que también estuvo presente, recordó su viaje de julio pasado a Ucrania y Rusia «para llevar dos obras de arte que representaban a san Miguel arcángel y a san Nicolás de Bari. En Rusia, después de bendecir aquel bajorrelieve de terracota, al acabar la misa, unas setenta mujeres se quedaron media hora de rodillas rezando por sus maridos e hijos. El pueblo ruso no quiere la guerra, quiere la paz. Que nace del alma iluminada por el Verbo hecho carne, por la Cruz. De ahí nace una vida nueva. A todos nosotros se nos ha dado una tarea para el presente: ser portadores de este anuncio de paz». Hoy, concluyó Santoro, «no estamos conmemorando un pasado, los cien años de uno u otro, sino que estamos celebrando la memoria de un hecho que nos une con un Misterio siempre insondable pero presente, que se puede tocar y encontrar, que está vivo. La amistad es el florecimiento de esa presencia».

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Pero fue el obispo de Trento, monseñor Lauro Tisi, quien tras bendecir el “Cristo glorioso” y la Piedra de la amistad pronunció el discurso más dramático. «En esta hora en que vemos las manos de los hombres alzarse para herir y dar muerte, hablar de amistad significa confrontarse con quien acepta en cambio verse vulnerado y herido por el encuentro con el otro. La amistad entre don Luigi y el padre Romano es hija del encuentro con el Vulnerado, que es Jesucristo. Lo que la sostuvo no fue una dinámica simplemente sentimental, sino la experiencia del encuentro con ese rostro, con ese hecho. En este momento oigo por todas partes hablar de miedo al futuro, [pero Jesucristo] ha generado y sigue generando también en esta hora, desde Gaza a Kiev, de Moscú a Haití y Nicaragua, hombres y mujeres que sustituyen el herir al otro por el dejarse herir, por la acogida. Estas personas son millones pero no salen en los periódicos ni en las redes sociales. Sin embargo, están escribiendo las páginas del futuro justo allí donde la muerte adopta su forma más cruel. No debemos desesperar. Aunque la rabia y la tensión, las ideologías, los comentarios y las simplificaciones de la historia den voz a los instintos, los creyentes seguimos creyendo en la forma aparentemente más débil pero invencible de amar».