Gaza (Ansa-Dpa/Mohammed Talatene)

Israel. El camino posible de la unidad

Nadine, Rami y Yuval, de una asociación de familias palestino-israelíes: «Vivimos a oscuras, pero no dejamos de invocar juntos el diálogo como la única vía»
Maria Acqua Simi

Los teléfonos suenan en medio de la nada, todo está vacío. No es fácil encontrar línea a estas horas para comunicarse con gente que vive entre Israel y Gaza. Pero de vez en cuando logras que alguno responda y te cuenta que existe una tercera vía –la más larga y complicada– para estar delante de tanto dolor. Entre ellos, algunos representantes de la asociación The Parents circle, que acoge a familias palestinas e israelíes que sufren el luto pero que llevan años trabajando juntos por la paz.

Rami Elhanan, israelí que presidió esta asociación hasta 2020, perdió a su hija con 14 años en 1997, víctima de un atentado suicida en Jerusalén. «Estaba lleno de rabia pero también de preguntas, como suele pasar en esos momentos de un dolor insoportable. “¿Habrá un después? ¿Y cómo se puede afrontar el mal?”. Cada uno tiene la posibilidad de elegir entre la vía de la venganza o empezar a preguntarse si existe otra manera de seguir viviendo que no sea odiando». «Ninguna venganza nos devolverá a nuestros hijos asesinados –añade Elhanan–. Durante estos años he conocido a muchas familias palestinas y he hecho mío su sufrimiento. Un proverbio judío dice que no es posible aplaudir con una sola mano. Hay que estar juntos. Porque la guerra no es nuestro destino. En ninguna parte está escrito que debamos seguir muriendo y sacrificando a nuestros hijos en nuestra compleja Tierra Santa. Todos nosotros, israelíes y palestinos, somos hermanos en el dolor».

El tono se vuelve inequívoco cuando explica que las lágrimas de uno y otro bando son idénticas y que si estas familias, que han pagado el precio más caro, son capaces de dialogar, entonces es que todos pueden hacerlo. Incluso aquellos que ahora esparcen el odio. «Debemos estar dispuestos a escuchar al “otro” porque si no sabemos escuchar la historia del otro, no podremos entender el origen de su dolor ni podremos esperar que el otro comprenda el nuestro». Estos días tan complicados «debemos enjugar las lágrimas, dejar a un lado la rabia y entender que al final no habrá vencedores, solo perdedores. Este horror no se detendrá mientras no hablemos. Estamos en medio de un terremoto, no sabemos cuánto durará, pero lo cierto es que algo tiene que cambiar. Sé que no es fácil perdonar el mal, el asesinato y el secuestro de mujeres y niños, pero es necesario preparar un proceso de reconciliación y asumir la responsabilidad de los crímenes del pasado. Es un camino largo y accidentado. No hay atajos. Si no aprendemos a compartir nuestra tierra, tendremos que compartir nuestras tumbas debajo de ella. La reconciliación es el único camino posible porque el otro lleva a la nada».

Repite las mismas palabras Ahmed Al-Jafri, miembro palestino de la asociación. «Estamos todos en shock, profundamente confusos. Los palestinos del Foro de familias compartimos el dolor del pueblo israelí por todos los heridos, secuestrados y muertos. Lo que está pasando nos da miedo, vivimos encerrados en nuestras casas. Todos, israelíes y palestinos, rezamos para que esta maldita guerra acabe pronto y que la matanza de inocentes de ambos bandos llegue a su fin. Del dolor más profundo sacamos fuerzas para actuar juntos, incluso cuando los cañones disparan, para mostrar que es posible ser amigos con todas nuestras diferencias. Si nosotros, gente a la que este conflicto ha quitado a sus seres más queridos, podemos decir juntos “basta” y trabajar por la paz, todos vosotros podéis hacerlo en el resto del mundo».

Nadine y Yuval, presidentes palestino e israelí respectivamente de Parents Circle, están de acuerdo a la hora de afirmar que «vivimos a oscuras, hay miles de víctimas pero también hay muchas heridas y muchos traumas, quizá menos visibles, que marcarán para siempre a las generaciones futuras. Es una verdad innegable que ha llegado el momento de cambiar la situación. Esta región ha aguantado demasiado, debemos reflexionar sobre la insensatez de este conflicto continuo y reconocer la humanidad que nos une a todos. Todos deseamos la justicia y la paz, pero solo serán posibles con el diálogo pacífico, la diplomacia y el compromiso por encontrar un terreno común. Debemos decir estas cosas juntos para que se sepa que no es imposible caminar unidos».

Claro que la situación es dramática. Un testimonio muy fuerte es el del padre Ibrahim Faltas, vicario y director de las escuelas de la Custodia de Tierra Santa, y de la Casa Nova de Jerusalén. «El sábado, cuando empezó la guerra, estaba en el patio de uno de nuestros colegios rezando con los niños, cristianos y musulmanes, como cada mañana, la oración de san Francisco, que dice: “Haz de mí un instrumento de tu paz”. Mientras rezábamos, cayó un primer misil. Los niños se fueron corriendo a clase, luego sonaron las sirenas y estalló el caos. Desde entonces los colegios están cerrados. Ahora estamos intentando acompañar a nuestros alumnos, al menos online cuando se puede, para que no tengan tanto miedo. También estamos buscando soluciones para los muchos peregrinos que se alojan en Casa Nova y no han conseguido ser evacuados. Los check point están cerrados y nuestros empleados no llegan a su puesto de trabajo». Nadie –añade– podía imaginar una violencia tan brutal. «Pienso constantemente en los niños asesinados, en las familias rotas pero también en Gaza, sometida a un asedio inhumano. Yo sé lo que significa estar sin una vía de salida, sin agua corriente ni comida, porque durante 39 días estuve bloqueado en la basílica de la Natividad de Belén en 2002, cuando fue atacada. Éramos 300 los que nos quedamos allí encerrados y yo intenté mediar. Hoy tenemos a dos millones de personas asediadas. ¡Dos millones! Gaza está destruida y las víctimas son incontables, pero aquí las cosas tampoco están mucho mejor. Ayer, por ejemplo, cayó un misil sobre una casa cercana y tengo a un amigo muy grave en el hospital. Aquí todos hemos perdido a alguien, pero no dejo de repetirlo: solo con el diálogo, solo con el diálogo, solo con el diálogo se puede resolver todo. ¡No son palabras vacías! Ay de quien lo crea así».

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El padre Ibrahim pide una intervención de la comunidad internacional y reitera que la solución “dos pueblos, dos Estados”, tantas veces defendida también por el Vaticano, solo podrá llevarse a la práctica cuando haya paz en Jerusalén. «Solo si es una ciudad abierta a todos y de todos, podrá tener paz. Hay que trabajar en el estatus de Jerusalén: es la clave de la guerra pero también es la clave de la paz. Pedimos a la comunidad internacional que luche por una mediación entre las partes y por una solución diplomática eficaz. Y a todos vosotros os pedimos que recéis. La oración es fuerte y hace que no nos sintamos solos. Rezad por nosotros».