A partir de la izquierda, Jan De Volder, Laura Rizzerio y Koen Schoors.

Bruselas. Olivier y sus treinta kilómetros por la paz

La invitación del Papa en la audiencia del 15 de octubre es cada vez más actual. La comunidad belga organiza un encuentro sobre el manifiesto de CL contra la guerra
Luciano Porretta

A raíz de la provocación lanzada por el Papa el 15 de octubre de 2022 a todo el movimiento con la “profecía por la paz”, nos preguntamos por la contribución real que podíamos ofrecer al debate de opiniones sobre la guerra en Ucrania.

¿Qué podíamos hacer nosotros? ¿Podemos ofrecer algo útil? Muchos de nosotros se sienten inútiles porque no pueden frenar la guerra y entonces la solución parece que consiste en no pensar en ello. Además, en un país como Bélgica, donde la fe se considera un hecho exclusivamente privado y personal y donde los cristianos son una minoría, ¿qué utilidad e interés podía tener proponer un gesto público? El primer golpe a este muro de dudas lo dio el nuncio apostólico de Bélgica, monseñor Franco Coppola, cuando le presentamos la hipótesis de hacer un debate en Bruselas. Lejos de negar todas estas dificultades, las usó para impulsarnos, proponiéndonos organizar un encuentro no solo para los (pocos) católicos, sino presentar estas preocupaciones del Papa a representantes de la sociedad civil y del mundo académico para no dar por descontado la existencia de una guerra en Ucrania y poder aportar algo en este tema, aunque fuera diferente o divergente, pero entrando en diálogo con el contenido del manifiesto de CL.

Partiendo así de la relación de estima con varios de nosotros, tres ponentes aceptaron participar en una mesa redonda: Jan De Volder, responsable de San Egidio en Bélgica y profesor de Historia de la Iglesia y de los conflictos del siglo XX en la Universidad católica de Lovaina; Koen Schoors, economista de la Universidad de Gante y gran conocedor de las instituciones rusas; Laura Rizzerio, profesora de filosofía en la Universidad de Namur y coordinadora de un centro de investigación para el diálogo entre fe y razón, cultura y sociedad, filosofía y teología. El diálogo se desarrolló en torno a ciertas preguntas: ¿a qué tipo de paz aspira el ser humano? ¿La postura del papa Francisco al respecto es realista o ingenua? ¿Qué papel tiene la educación en la caridad y en el perdón a la hora de construir la paz en Ucrania hoy?

Son muchas las cosas que nos llamaron la atención en este encuentro. Los ponentes fueron la primera “sorpresa”. Tres sensibilidades y miradas distintas que mostraron una sorprendente convergencia en la necesidad de esfuerzos creativos para la realización de la paz (o al menos para imaginarlo). La paz es urgente, tanto como profunda necesidad humana y parte de su ser racional, como por un sentido de realismo (¿qué sucederá, cuando acabe la guerra, cuando haya que reconstruir infraestructuras, relaciones y actividades sin dejar fuera a nadie?), sabiduría y amor al prójimo (para evitar que males aún peores puedan surgir del conflicto actual y aprender la lección que nos dio la Primera Guerra Mundial). Todo ello partiendo de ejemplos de caridad y relaciones que ya existían entre dos pueblos hermanos ahora enfrentados. O pequeños signos de diálogo, aunque débiles, favorecidos por la Iglesia y otros agentes políticos. Pidiendo un esfuerzo creativo a las instituciones europeas, empezando por las ayudas a la población que sufre las divisiones causadas en el frente.

Entrando en material, la profesora Rizzerio, con un enfoque filosófico humanista, empezó explicando la etimología de las palabras utilizadas por varias lenguas europeas para referirse a la “guerra”. Varias de ellas se refieren a algo desordenado, mientras que en otras se identifica con una tensión dialogada entre dos opuestos para dar un paso adelante en común.

El profesor De Volder afirmó claramente que se ha perdido la creatividad en la política exterior para llevar a cabo una acción de paz. Una cierta polarización del pensamiento ha provocado que se deje de buscar algo nuevo para preferir atrincherarse en lo ya conocido.

Por último, el profesor Schoors invitaba a pensar ya en la paz, en cómo será. Porque solo desde esta perspectiva la geopolítica internacional podrá aprovechar cualquier ocasión para actuar en ese sentido. Por ejemplo, durante las recientes inundaciones por la ruptura de una presa, si la Unión Europea hubiera preparado una misión de paz para salvar tanto a rusos como ucranianos, hubiera sido una señal de búsqueda de la paz y del diálogo con todos. Al margen de las valoraciones sobre la validez de este ejemplo, se comprende cómo podría enfocarse una acción creativa si se mantiene una cierta tensión.

La segunda sorpresa fue cómo algunos volvimos a casa. Laura, impactada por cómo tres seres humanos se habían puesto en juego personalmente, mostrándonos que desde nuestros ámbitos cotidianos podemos ser más creativos y vivir en tensión por entrar en relación con otros. Gracias a tres sensibilidades e historias distintas, Davide pudo reconocer y profundizar en la razonabilidad y la urgencia de la invitación del papa Francisco para organizar este encuentro siguiendo la autoridad de la Iglesia y del movimiento, aprendiendo que ambos son necesarios para una experiencia completa del acontecimiento cristiano.

LEE TAMBIÉN – Redes sociales. ¿Qué hay de malo (o de bueno)?

Para terminar, Giovanni llevaba tiempo con esta pregunta: «Todo lo que vivo, ¿qué tiene que ver con esta tragedia? ¿Dónde está el nexo con la totalidad, que permite entender y abrazar el sentido de las cosas? Atribuir la guerra a la locura humana no me basta». Al terminar el encuentro conoció a Olivier, fisioterapeuta en silla de ruedas y con grandes problemas de salud a causa de una grave enfermedad. Recorrió 30 kilómetros en taxi para ir al encuentro y estaba contentísimo. En el viaje de vuelta, Giovanni lo acompañó y Olivier le contó un poco de su vida, lo que le había pasado y algunos dramas familiares. Le impresionó que para Olivier hubiera sido una ocasión para entender mejor y seguir su corazón («porque la guerra desentona con mi deseo de vivir»). A pesar de ello, tal vez precisamente a causa de sus limitaciones, desea implicarse más en la construcción de la paz y ayudar a que sea posible. «¿Pero cómo puede ser?», piensa Giovanni. ¿Qué vio esa noche? Se despidió de él en el ascensor de su casa, con una gran sonrisa, y Giovanni, que se enfada cuando no es lo suficientemente “útil” en este mundo, se dio cuenta de que lo útil, lo verdaderamente útil, es solo Cristo.