Por la izquierda, el nuncio Giambattista Diquattro, Marco Montrasi y Otoney Alcântara (foto Maria Leticia Campos)

Brasil. La gran obra de la paz

En Brasilia, un encuentro dedicado al manifiesto de CL contra la guerra con el nuncio apostólico. «Para el Papa, una lectura de la realidad sin esperanza no puede definirse como realista»
Isabella Alberto

Viernes 24 de febrero. Con motivo del primer aniversario del inicio de la guerra en Ucrania, se celebra en Brasil un encuentro sobre el manifiesto de CL, un debate en el Centro cultural de Brasilia con el arzobispo Giambattista Diquattro, nuncio apostólico en Brasil y el abogado Otoney Alcântara. Ante un auditorio de casi setenta personas y más de doscientos seguidores en streaming, Marco Montrasi, “Bracco”, responsable nacional de Comunión y Liberación, presentó el encuentro retomando la invitación del Papa a ser profetas de la paz. «No es obvio lo que esto significa porque muchas veces parece que no somos protagonistas de nada, pero él nos invita a cada uno de nosotros a ser profetas».

Para empezar, el nuncio explicó en qué consiste la profecía del papa Francisco por la paz y su perspectiva ante la realidad y el mundo. Mostrando una gran familiaridad con el pensamiento del Papa, usó ejemplos de la “extraña” diplomacia del pontífice, que lleva años utilizando la imagen imponente de la Iglesia como hospital de campaña en un mundo que está viviendo una tercera guerra mundial por partes. Afirmó que el Papa no es un pacifista ideológico en abstracto, sino que identifica la crisis como algo presente en todos los periodos de la historia y como una etapa necesaria en la propia historia personal y social. «Es como si estuviera diciendo que si no hay crisis, no hay esperanza. De ahí parte su mensaje más estimulante: en tiempos de crisis hay que ser realistas. Una lectura de la realidad sin esperanza no puede definirse como realista». El nuncio también reiteró que el Papa no pretende situarse en ningún bando ni busca cómodas alianzas para tratar de salvar una parte del mundo que se hace pedazos. «La misión de la Iglesia no es eliminar el mal, porque es imposible, es tarea de todos los cristianos neutralizarlo». En eso consiste el compromiso por la paz. «Los viajes del Papa tienen un valor terapéutico. Él no pretende hacer un discurso general, abstracto, en el sentido de que valga para todos». Terminó recordando que a nosotros nos toca acoger el llamamiento del Papa con coraje e inteligencia.

Otoney, abogado y responsable del movimiento en Salvador, tuvo una intervención más personal, compartiendo el resultado del trabajo que ha hecho tomando en serio el llamamiento del Papa, que le ha llevado a reflexionar sobre los conceptos de paz, persona, trabajo, y hasta violencia. «¿Dónde empieza la paz, dónde empieza la prevención de conflictos y de la violencia? La paz empieza a vivirse como un profundo valor en lo más íntimo de la persona, para luego extenderse a las familias y a las diversas formas de agregación social, hasta implicar a toda la comunidad política. La invitación del Papa va dirigida a cada uno: “Os invito a acompañarme en la profecía por la paz – ¡Cristo, Señor de la paz!”. Entonces surge la pregunta: ¿qué es una persona?». Para explicarlo citó un pasaje de don Giussani en El sentido religioso: «Si quiero llegar hasta el fondo de mi ser, ¿de dónde broto? No de mí, sino de otra cosa. Es la percepción de mí mismo como un chorro que nace de una fuente. Hay otra cosa que es más que yo, y que me hace. Si el chorro de una fuente pudiera pensar, percibiría en el fondo de su fresco brotar un origen que no sabe qué es, que es otra cosa distinta de él. […] Yo soy “tú-que-me-haces”».

Es fundamental porque solo una persona que encuentra su propia paz es capaz de actuar de forma diferente a la mentalidad común. Por poner un ejemplo concreto que lleva en su corazón, Otoney leyó el testimonio de un misionero italiano que trabaja en un barrio del Salvador, en un contexto muy violento. Un día hubo un tiroteo, por lo que no podíamos salir de nuestro lugar de trabajo. «Era como estar en una película, me quedé atrapado allí dentro con dos profesores y un niño durante veinte minutos. Estábamos aterrorizados, pero empecé a hablar con los profesores y a jugar con el niño para desdramatizar un poco, y entonces me di cuenta de que mi forma de mirarles les ayudaba a no dejarse llevar por la desesperación».

Luego Otoney habló de las reducciones de las dimensiones de la persona como origen de la violencia: la ideología y la reducción de la inteligencia, la ortodoxia basada en el esfuerzo y la reducción de la voluntad, la reducción del juicio a sentimiento. Por último, enumeró las características del pueblo brasileño descritas desde los años 20 a los 70 por las corrientes de pensamiento de la escuela “pernambucana” y la “paulista” (dos zonas de Brasil, ndr), que aunque hoy serían discutibles, como explicó, «es importante tenerlas presentes, porque pueden ofrecer una gran contribución al mundo. Son las siguientes: la acogida de los migrantes, la multietnicidad, la religiosidad popular que –independientemente de la religión formal– tiene la capacidad de abrirse al Misterio, las fiestas como el carnaval, y la resiliencia. Puntos que pueden representar el inicio de una reconciliación». Provocaciones a un cambio de enfoque cultural como signo de obediencia a lo que el Papa nos pide.

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A continuación, Bracco llamó la atención sobre lo que es el corazón carisma de Comunión y Liberación con las palabras del papa Francisco en la audiencia del 15 de octubre: «Don Giussani comprendió que el cristianismo no es un sistema intelectual, un conjunto de dogmas, un moralismo; que el cristianismo es un encuentro, una historia de amor, un acontecimiento. Aquí está la raíz de su carisma». Este acontecimiento es lo que revoluciona todo y genera una nueva forma de moverse, con espacios de humanidad. Y para ofrecer ejemplos concretos de esta profecía por la paz llamó a un último invitado, Fabrizio Pellicelli, responsable regional de la Fundación AVSI para América Latina y presidente y director de AVSI Brasil.

Fabrizio contó brevemente el trabajo de la asociación y habló de cuatro experiencias concretas de trabajo en el país. «En Brasil no tenemos guerras pero, como dijo el papa Francisco, la búsqueda de la paz pasa por un trabajo incansable por restablecer la dignidad». Una dignidad muchas veces ignorada. De este modo, el trabajo de AVSI, que parte de la persona y no de categorías sociales, trata de responder a ciertas situaciones de vulnerabilidad social. «Trabajamos en muchas ciudades y en este camino nos hemos encontrado con una obra única en su género, las cárceles de APAC. Allí pudimos ver concretamente que esta dignidad existe en cualquier persona, aunque haya cometidos crímenes violentos». En 2018, la ONU invitó a esta asociación a colaborar en una iniciativa humanitaria en la región de Roraima, al norte del país, en la frontera con Venezuela. «Fue una gran provocación acoger a los venezolanos, que llegan al país sin nada y nosotros los acogemos porque son nuestros hermanos». Pero no se trata solo de una obra de caridad. De ahí nace una visión integral de la persona, con un recorrido que integra los cuatro verbos señalados por el Papa: acoger, proteger, promover (salvar la dignidad mediante la formación) e integrar en la sociedad.

Como fruto de este trabajo, nació la Casa del Buen Samaritano en Brasilia. «El samaritano se hizo próximo y presente, superando todas las barreras». Por último, para ayudar en la recuperación social de la persona sin techo fijo, AVSI ha empezado a buscar soluciones en Sao Paulo, y con ese desafío se han puesto en marcha. «Todo esto sucede gracias a un trabajo común. No se puede trabajar en la recuperación de una persona en situación de vulnerabilidad si no existe un modelo de subsidiariedad donde muchos sujetos deben actuar juntos para que la persona pueda reinsertarse de manera digna en la sociedad. Este es el diálogo que necesitamos para construir la paz social».

Al término de un encuentro que duró más de lo previsto pero que no cansó a los oyentes, Bracco también llamó la atención sobre la necesidad de educar al pueblo, retomando la frase de don Giussani que cierra el manifiesto: «Si hubiera una educación del pueblo, todos estarían mejor». Y añadió: «Necesitamos espacios que nos eduquen para vivir así. Ese es el inicio de una paz que pueda llegar a todo el mundo». Cada uno con su trabajo, que puede ser una gran obra, «o la tarea de una madre cuidando de la casa y los hijos». ¡Todo construye!