El encuentro en Reggio Calabria

La certeza de aquel primer encuentro

En Reggio Calabria también se ha celebrado el centenario de don Giussani, con el arzobispo y el testimonio de algunos de los primeros, y otros que no le conocieron personalmente
Marianna Crea

«No es una mera nostalgia lo que nos lleva a celebrar este centenario, sino que es el recuerdo agradecido de su presencia». Con las palabras que el papa Francisco dirigió al pueblo de CL en la plaza de San Pedro el pasado 15 de octubre, dio comienzo el encuentro organizado en Reggio Calabria el 12 de diciembre por el centenario del nacimiento de don Giussani, titulado “Herido por la Belleza”. Muchos de los participantes, más de 150, nunca vieron personalmente al fundador del movimiento, pero allí estaban, llenos de gratitud por hacer conocido a gente que lo siguió de cerca, reconociendo a Aquel a quien Giussani miraba apasionadamente durante toda su vida. Es la misma dinámica que caracterizó los testimonios de los ponentes que contaron su “encuentro”.

El primero en intervenir fue Cesare Pozzoli, abogado y vicepresidente de la Fraternidad de CL: «Cuando hablabas con don Giussani, era como si para él solo existieras tú en el mundo». Era un hombre que, como dijo en su funeral el entonces cardenal Ratzinger, «siempre tuvo la mirada de su vida y de su corazón dirigida hacia Cristo. Así, comprendió que el cristianismo no es un sistema intelectual, un conjunto de dogmas, un moralismo; que el cristianismo es un encuentro, una historia de amor, un acontecimiento». A partir de estas palabras, Pozzoli describió cómo en momentos cruciales de su vida, la compañía apasionada de don Giussani llenó de humanidad y razonabilidad todas sus decisiones, lanzándolo a la gran aventura de la vida.



Pero esa pasión de Giussani llegó años después a esta ciudad y se encontró con Irma Lanucara, profesora de Historia y Filosofía en el Liceo de Ciencias Humanas de Reggio Calabria. Testigo indirecto, Irma nació en una familia no creyente, pero su vida dio un vuelco al conocer a un cura del movimiento. Ese hombre cargado de certeza la provocó hasta el punto de hacerla intuir, llena de preguntas, «que la respuesta a toda mi necesidad existía» y que «la herida de mi corazón era el camino que me podía llevar a la Belleza». En ese momento dio comienzo un camino que la llevó a pedir el bautismo y a dedicarse a la enseñanza, «por la certeza de aquel primer momento». Han pasado veinte años y «ese encuentro no es un bonito recuerdo de juventud, sino la imponencia de una Presencia que hoy puedo experimentar a través de rostros muy concretos. Y que llega a cambiar mi manera de estar en clase delante de mis alumnos».

El encuentro concluyó con las palabras de monseñor Fortunato Morrone, arzobispo de Reggio Calabria-Bova: «Don Giussani fue un padre en la fe para los que se dejaron hacer, siempre estaba en camino». Eso generó un movimiento porque «no puede haber un camino personal si no es en relación con unos rostros, con la Iglesia, que es la dimensión más natural que hay». Es precisamente dentro de la Iglesia donde nosotros, «moldeados por la humanidad de Jesús», podemos llegar a asumir «la belleza y el riesgo de Dios, que es el amor».

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Al terminar, un concejal del ayuntamiento, que fue en representación del alcalde, comentaba: «Voy a cientos de encuentros y normalmente, después de saludar, me voy enseguida. ¡Esta vez no podía irme!». Una persona de la sala que conoció de joven el movimiento y a don Giussani, dijo: «Para mí, esta noche se ha vuelto a manifestar mi “primer amor”».