Ciclo de encuentros en Pesaro por el Centenario de don Giussani (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

Pesaro. «Ven a mi casa»

Un poeta, un arquitecto, un teólogo y un físico. Así nació un ciclo de encuentros sobre “El sentido religioso” de don Giussani en su centenario. Arminio, Cucinella, Carrón, Cadenas... El relato de lo que allí sucedió, con los ponentes y entre ellos
Ester Morini y Paola Orlandi

Empezamos a pensar en el centenario de don Giussani en 2021. El punto de partida era el de siempre: somos siete, tenemos un centro cultural muy pequeño. ¡Pero un deseo grande! El de seguir con pasión el carisma que hemos encontrado, que nos ha hecho apasionarnos por la vida entera, tanto ayer como hoy, por nuestra vida y la de los demás, por las circunstancias incómodas y por las más fascinantes.

Así nació el ciclo de encuentros “Vivir intensamente lo real”, una serie de diálogos que parten de El sentido religioso. El tema se fue desarrollando lentamente, no como un proyecto diseñado a priori sino desde el deseo de abrirnos a personas alejadas de nuestra experiencia. No por “enseñar” nada, sino para aprender, porque el entusiasmo renace cuando interceptas en otro la chispa de la verdad.

El salón durante un encuentro (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

Cada uno iba proponiendo nombres a partir de los que más le interesaba, sin restricciones. «Valoramos todo y nos quedamos –juntos– con lo más verdadero». A partir de ahí, las poesías que habíamos leído, un curso de Historia del arte, un artículo de Huellas, fueron surgiendo cuatro posibles invitados: el poeta Franco Arminio, el arquitecto Mario Cucinella, Julián Carrón y el físico Juan José Gómez Cadenas. Empezamos a trabajar en el ciclo de cuatro encuentros para confrontarnos con el libro de Giussani. Pusimos sobre la mesa nuestras preguntas y con ellas fuimos al encuentro de cada uno de los ponentes, personalmente, allí donde vivían. Una aventura dentro de la aventura. Porque eso suponía buscarlos, invitarlos e implicarse totalmente desde el principio.

Franco Arminio (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

Llegamos así a Bolonia, al estudio de Cucinella: un espacio articulado con plataneras que sobresalen por las mesas de trabajo de los jóvenes arquitectos. Caminamos entre ellas sigilosamente cuando llegamos para hablar con él. Nos mirábamos a la cara y a lo más profundo del alma. Vimos que vive su trabajo con una apertura de 360 grados, que bebe tanto de sus recuerdos de la infancia como de la tecnología más avanzada, pero siempre con una mirada que reconoce la realidad.
Fuimos a Bisaccia a ver a Franco Arminio, que nos recibió en su casa. Nos llevó a dar una vuelta por el pueblo, que contemplaba admirado, como si lo viera por primera vez, por sus callejuelas desiertas, en las casas deshabitadas pero para él llenas de vida por historias no contadas, por amor a las personas que han pasado por allí. La suya es una nostalgia compacta, constructiva, no un lamento. Estábamos delante de un hombre abierto a la vida y a su misterio.

Nos vimos por Zoom primero con Cadenas y luego con Carrón. Cadenas quiso dejarnos claro que no era creyente, pero que tiene en gran estima a muchas personas que participan del movimiento. Hablaba de su trabajo como un enamorado. No evitó encontrarse con nosotros a pesar de que éramos unos desconocidos, y nos trató con gran libertad. Carrón quiso conocernos, con paternidad escuchó nuestras preguntas y nos animó. Salimos de estos primeros encuentros entusiasmados, enriquecidos y agradecidos por el “sí” de cada uno de ellos.

Julián Carrón (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

¿Qué es lo que une a un arquitecto, un poeta, un físico y un teólogo? La misma inquietud frente a la realidad y ese deseo irreductible de belleza, amor y verdad que don Giussani llamaba “sentido religioso”. El tejido de lo humano va más allá de las diferencias entre el laico y el hombre de fe. Invitamos a estos encuentros a toda la ciudad, para lo que contamos con la ayuda de muchos amigos sin los que hubiera sido imposible. Nos escribió un antiguo jefe scout, ya mayor, que no podía venir: «Que el Señor esté con vosotros, constructores de paz. Os deseo una gran afluencia». Al leerlo, nos dimos cuenta de que era cierto: la paz también se construye así, descubriendo el bien que es el otro para mí.

Juan José Gómez Cadenas (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

Los ponentes estuvieron dos días, para poder conocerse charlando durante la comida y la cena, a lo que ninguno se negó. Fue inesperada la pregunta que nos hizo Cucinella después de la primera cena, cuando terminó de contarnos su vida: «¿Pero quién es don Giussani para vosotros?». Luego nos escribiría al llegar a casa: «He estado pensando en el tema de la remuneración. He ido como amigo y como amigos me habéis recibido. Eso es muy importante, lo más importante. Así que no hace falta remuneración alguna, prefiero que la destinéis a vuestra asociación».
También nos sorprendió otra pregunta de Armino: «¿Cómo pueden decir los cristianos que hay vida después de la muerte sin pruebas?». Se abrió así un diálogo donde Cadenas contó: «Mi padre murió hace unos meses, hubo una ceremonia laica donde te entregan sus cenizas en una vasija. Es una experiencia devastadora. Unos días más tarde me llamó un amigo sacerdote del movimiento y me preguntó si quería un funeral católico para mi padre. La idea me hacía muy feliz, así que busqué una excusa para aceptar y le respondía que mi madre –no yo, puesto que soy ateo– se alegraría mucho. Mi amigo sacerdote vino a celebrar el funeral con treinta amigos suyos. En total éramos sesenta: treinta familiares y treinta que participaban en el funeral de un extraño. Fue todo tan conmovedor –la homilía de mi amigo cura, unos cantos preciosos– que al final teníamos el corazón increíblemente sereno. Entonces tuve que hacerme una pregunta: o toda esta gente está loca –pero había un ingeniero, un arquitecto… esa hipótesis no me valía– o es que ven algo que yo no veo. Mi mujer, que es mucho más escéptica que yo, aclaró que seguía sin creer en la resurrección, pero añadió: “de todas formas, quiero ser amiga suya”».

Mario Cucinella (Foto: Centro Cultural “Città Ideale”/TobeStudio)

Al terminar de comer, Armino dijo: «No me habéis convencido de que exista una vida después de la muerte, pero sí de que existe la vida-vida ahora». Describía así el Acontecimiento que estaba volviendo a suceder con su excepcionalidad inconfundible, que todos pueden reconocer, creyentes y no creyentes, que comparten el sentido religioso, pero también por Alguien que responde entrando en los pliegues de la vida, de manera tan misteriosa como familiar. «Yo me encuentro con mucha gente, también con cristianos, pero están tristes, como si el cristianismo ya no fuera atractivo ni sensual». Luego añadió: «Vosotros no». En la cena quiso continuar la conversación y Cadenas nos preguntó: «¿Cómo conseguís traer tanta gente a estos encuentros? Porque el tiempo actual se caracteriza por tres cosas: nadie cree, nadie tiene tiempo y en general el interés se ha apagado. ¿Cómo habéis reunido a 400 personas, la mayoría jóvenes?». Nos quedamos en silencio, hasta que Carrón le replicó: «¿Tú qué crees que puede hacer que alguien se levante de su sillón?». Una pregunta que iba dirigida a todos. «A nosotros nos ha interesado Uno que nos ha atraído –añadió Carrón– y que ha generado en nosotros la capacidad de interesarnos por la realidad entera: la poesía, el arte o lo que tú has visto. Y eso, de la misma manera, se transmite a otros».

LEE TAMBIÉN – Con unos jóvenes tan cautivados como yo

«Es verdad. De hecho, la gente estaba realmente atenta durante mi encuentro», comentó Cadenas. «Pero hay algo más que he percibido: la complicidad. Al cabo de un minuto era como si estuviera delante de mi mujer o de mi madre. Tenía la sensación de estar charlando con amigos. Llevamos todo el día hablando de vivir intensamente lo real: para mí lo real es eso». Entonces Armino planteó un tema que le preocupa mucho: ve que hoy falta un sentido de comunidad en todos los ámbitos, desde la literatura hasta la política. «La gente que ha venido a estos encuentros no ha venido para ver lo que sabemos hacer. Eso no es habitual. En el fondo, me gustaría tener, más que lectores, un pueblo al que pertenecer. La sociedad necesita la lealtad que vosotros tenéis. En todas las giras que hago salgo ganando, pero me falta alguien que me diga: “Ven a mi casa”. Me cuesta mantener las relaciones. Con vosotros tampoco nos vamos a estar escribiendo todas las semanas». Cadenas intervino con una respuesta sorprendente: «Estoy seguro de que nos iremos y ellos nos buscarán. Por eso digo que no a todas las invitaciones que recibo pero a ellos les digo que sí, porque me han demostrado algo que nunca había visto en mis 62 años de vida». Armino insistía: «¿Pero cómo vamos a seguir en contacto? Es como si faltara un lugar político donde encontrarnos». Carrón respondió: «Las iglesias, como las fiestas de los partidos, se han quedado vacías. Así que la cuestión no es política, sino pre-política, es decir, si existe algo “antes” capaz de unir». Armino siguió: «En este tiempo que me queda antes de la muerte me gusta que estés tú (dirigiéndose al físico) hablando del hidrógeno, yo recitando poesías, tú (al teólogo) hablando del Hombre de barba», como señalando que el valor de ese encuentro ya estaba en ese diálogo que estaba teniendo lugar. Cadenas concluyó: «Dios, el punto de convergencia con vosotros los cristianos, es una necesidad del ser humano. Yo no quiero reducir el amor por mi hijo al hecho de que existe y punto, no quiero reducir la vida al hecho de que ahora estoy aquí, luego me muero y basta. Es demasiado banal, ¡demasiado banal! Esa necesidad de Dios está dentro de mí. Que exista esa necesidad no demuestra aún nada, pero abre a una búsqueda. Lo que me atrae de los cristianos es que no aceptan la banalidad de la vida como única explicación».
Sin duda, seguimos en contacto y la historia continúa.