(Foto: Giovanni Dinatolo)

«No os quedéis parados en el umbral»

Había 250 portugueses en la audiencia del 15 de octubre. Entre ellos, unos cuarenta universitarios y familias enteras. Así lo prepararon con el nuncio de Lisboa y se pusieron en camino
Davide Perillo

Cuenta Maria Seabra que en esos momentos no dejaba de pensar en su tío, el padre João. «Hablaba mucho de un mártir japonés que se presentaba a los demás diciendo: “¡Soy Julián, el que fue a Roma!”. Me he dado cuenta de que ir a Roma, responder a la llamada del Papa, es algo que me define. Algo que dice lo que soy y lo que quiero ser». Para muchos, la audiencia del 15 de octubre con el papa Francisco ha llegado hasta la raíz del propio yo, de nuestra forma de mirar la realidad y a nosotros mismos.

Maria estaba en la plaza de San Pedro con un buen grupo de amigos. Desde Portugal llegaron casi 250 personas, entre ellas unos cuarenta universitarios. Era un de las presencias más sólidas de fuera de Italia. «Ha habido un gran movimiento, la gente se ha movilizado en serio», cuenta Sofia Gouveia Pereira, responsable de CL en este país. «Se han ayudado unos a otros, han ocupado todos los huecos posibles. Muchos han venido con sus hijos, hasta cuatro o cinco personas de la familia, haciendo grandes sacrificios, pues los precios de los billetes se pusieron por las nubes. Pero era demasiado importante, como hemos visto a medida que nos íbamos preparando». Encuentros, lecturas, conversaciones, la carta de invitación de Davide Prosperi. Todo ayudaba a caer en la cuenta de un dato sencillo pero decisivo: «El Papa nos llamaba a cada uno por su nombre. Cristo, a través de Pedro, tiene algo que decirme, y me espera. Esto ha marcado la diferencia». Antes, durante y también después de la audiencia.

Para prepararse, los universitarios tuvieron un encuentro los días previos con monseñor Ivo Scapolo, nuncio apostólico de Lisboa. «Fue un momento conmovedor», recuerda Sofia. «Se lo dijo claramente a los jóvenes: “Lo más importante que podéis pedir es conocer y amar más a Cristo. Él es lo que más nos interesa”. Es decir, no os quedéis parados en el umbral: Roma, San Pedro, la belleza del gesto… Acoged hasta el fondo la provocación de lo que Jesús quiere deciros a cada uno de vosotros». «Me hizo estar atenta a cuál era el corazón de la audiencia», explica Madalena, una de las universitarias: «Era un momento para encontrarse con Cristo». Esta conciencia, señala Sofia, permitió que el gesto «se convirtiera realmente en una peregrinación. Llevaba dentro una vocación, una llamada».

Como le pasó a Caterina, que escribió a sus amigos contándoles la decisión que se le imponía, pues la audiencia coincidía con una boda familiar. Después de varios días de incertidumbre («en cualquiera de los casos, me perdería algo»), encontré la clave: ¿qué es lo que me permite querer a mi familia y a mi primo que se casa? «Así que, fiándome de este punto central que me ayuda a vivir sin perderme nada, decidí ir».

Los universitarios de Milán acogieron a los universitarios portugueses, que venían conmovidos por el abrazo recibido. «Una de ellas me contaba: “Estaba en un apartamento con seis chicas que me dejaron un baño y una cama solo para mí”», cuenta Sofia. «“Me sentía acogida, no una extraña, y eso me hizo percibir una cierta responsabilidad. Me exigía no perder el tiempo, estar presente por entero”. Esta acogida ya formaba parte del gesto».

Llegaron a la plaza cargados de espera y vivieron la audiencia como algo dirigido a ellos personalmente. Maria, universitaria, afirma que cuando escuchó el reclamo del Papa («espero más de vosotros») percibió esas palabras «como una gracia, una nueva llamada. Empecé a preguntarme: “¿Pero qué hago yo con mi vida?”». Pedro, otro de los jóvenes, estaba lleno de gratitud por el hecho de estar allí, de haber sido llamado por Pedro. «¿Cómo es posible que esta nada que soy pueda tener tanto valor en la historia del mundo?». Gonçalo, padre de cinco hijos, llegó a Roma con una pregunta muy viva: «¿Cómo puedo vivir la familiaridad con Cristo?». Y se encontró delante de «un padre que me hablaba a mí, proponiéndome que no pierda el tiempo y me dedique a vivir bien mi vida».

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Pero incluso los que no pudieron ir y lo siguieron todo online pudieron vivir la misma experiencia. «Una chica que se conectó me dijo: “Viendo la plaza pensaba: esa es mi gente”», sigue contando Sofia. «“Sesenta mil desconocidos, pero percibía una unidad muy fuerte porque estaba claro Quién nos había reunido”».
Llamados uno a uno. «De vuelta a Lisboa, me impactó escuchar al hijo de una de las familias que venía con nosotros y que iba contando a sus amigos por teléfono cómo había vivido el encuentro con el Papa», dice Sofia. «Tiene 12 años, pero él también estaba allí en primera persona».

¿Y tú? ¿Qué te has llevado de Roma? «Mira, todos estos días pienso continuamente en los Hechos de los Apóstoles, cuando salen de casa después de Pentecostés hablando en todas las lenguas. Con la gente diciendo: “¿Es que están borrachos?”. Y Pedro: “No, están llenos del Espíritu Santo”. Te pones a hablar a todos de Jesús… Es una alegría que te domina. Te sientes hermano y hermana de todos los que te rodean. En momentos así, resulta evidente que el otro es un bien porque existe, porque está. Y ha sido llamado contigo. Cuando domina Cristo, pasan estas cosas».