A la izquierda, Alina Rynio (Foto: Gabriel Piętka)

Polonia. Giussani, educador de los que buscan la verdad

Con motivo del centenario del fundador de CL, un congreso organizado por el Departamento de Pedagogía cristiana de la Universidad Católica de Lublin con teólogos, educadores, políticos y misioneros
Paweł Doś

El centenario del nacimiento de don Luigi Giussani ha ofrecido a la Universidad Católica Juan Pablo II de Lublin la ocasión de organizar un congreso científico internacional dedicado al mensaje pedagógico del sacerdote italiano que se celebró el pasado 24 de abril. «La conferencia ofrecía la oportunidad de redescubrir la profundidad y riqueza del pensamiento pedagógico, experiencias y obras de esta figura carismática, mostrando que sus originales puntos de vista sobre la comprensión de complejas cuestiones educativas resisten el embate del tiempo y son ciertamente dignas de darse a conocer», afirmó la organizadora de la conferencia, Alina Rynio, del Departamento de Pedagogía cristiana y Biografía pedagógica de la universidad polaca.

En el encuentro, organizado de forma mixta –presencial y online–, participaron profesores de pedagogía de varias universidades polacas e italianas, pero también mostraron su interés por el pensamiento de Giussani teólogos, sacerdotes, catequistas, misioneros, expertos en arte sacro, educadores, trabajadores sociales y hasta políticos.

El tema central de la conferencia fue presentado por Carlo Mario Fedeli, de la Universidad de Turín, que trazó los rasgos de la biografía de don Giussani que más influyeron en el nacimiento de su concepción pedagógica. El ponente señaló que «el tiempo transcurrido desde la muerte de don Giussani muestra cada vez más claramente la utilidad de su idea educativa y su actualidad». Durante su intervención repasó las circunstancias que influyeron en el nacimiento y desarrollo del movimiento. «Tal vez, si don Giussani en 1954 hubiera entrado en otro liceo y no en el Berchet, todo habría sido diferente», afirmó el profesor. Muchas intervenciones a lo largo del congreso destacaron que la herencia pedagógica de don Giussani no consiste tanto en una teoría, sino sobre todo en una práctica, subrayando que la genialidad educativa de don Giussani no solo se puso de manifiesto en su enseñanza académica, sino también en diversos encuentros espontáneos y también en el confesionario. Los ponentes llamaron la atención sobre su capacidad para presentar la razonabilidad de la fe de manera clara y expresiva, y sobre su deseo de enseñar a los jóvenes a juzgar, es decir, a confrontar la realidad con que se topan con los deseos más auténticos de su corazón. Esa es la base de su método educativo.



Marcello Tempesta, profesor de Pedagogía general en la Universidad de Estudios de Salento (Lecce), dedicó su intervención a los fundamentos antropológicos de la pedagogía de don Giussani y subrayó que la base de su pensamiento pedagógico reside en el concepto de la persona consciente de ser don de Otro. «Antes de preguntarnos cómo educar, ante todo deberíamos preguntarnos quién es la persona», afirmó este estudioso, que también destacó que las obras de Giussani no se han escrito en un despacho sino que son fruto de la experiencia. Precisamente la experiencia es lo que permite comprender el significado de la realidad, es el mejor método educativo. Recordando las “emergencias educativas” y los graves problemas de los jóvenes de hoy (como la pérdida del gusto por vivir o el nihilismo), Tempesta señaló algo que podría suponer una vía de salvación: una relación, una compañía capaz de mostrar al joven los deseos del corazón humano, ayudándole a liberarse del nihilismo.

Para Alina Rynio, el sacerdote italiano quería educar a una persona que amase la verdad, que fuera consciente no solo de sí misma y de sus propios errores y pecados, sino también de que no podía confiar solo en su esfuerzo moral. «El hombre culto que don Giussani tenía en mente se entristece por la falta del bien y, como un mendigo, se pone delante de Dios, a quien es consciente de que pertenece. Además, está dispuesto a sacrificarse para realizar el ideal que ha aprendido a conocer y amar», observó la profesora Rynio.

Matteo Campagnaro, de la Academia católica de Varsovia, partió de las principales publicaciones de don Giussani para profundizar en el tema de la transmisión de la fe en una sociedad secularizada. Subrayó los dos aspectos más importantes en la dinámica de la transmisión de la fe: experiencia y testimonio, sin los cuales la fe resulta imposible. En el proceso educativo, la transmisión de la fe se da gracias al encuentro de la persona con Cristo a través del testigo, el educador que, dedicándose con alegría a su discípulo, le ayuda a renacer a una vida plena y hacerse adulto. Campagnaro señaló que don Giussani, movido por la necesidad de comunicar la belleza y la verdad del mensaje cristiano, provocado por la creciente dicotomía entre la fe y la vida entre los que se consideraban creyentes, «se lanzó a las periferias cognitivas e intelectuales para buscar la humanidad perdida de sus contemporáneos».



El tema de la intervención de Dariusz Klejnowski-Różycki, teólogo e iconógrafo de la Universidad de Opole, se desarrolló sobre un tríptico bastante original: belleza, música y trabajo en la pedagogía del fundador de CL. Este experto destacó que don Giussani, sin desarrollar una teoría filosófica o teológico sistemática, redefinió muchos conceptos, utilizándolos para apoyar su trabajo educativo. Del mismo modo, usó también la música para descubrir y mostrar la verdad de la experiencia humana, aunque solo fuera para descubrir la dependencia estructural y ontológica del ser humano. En este sentido, Klejnowski-Różycki interpreta el Concierto para violín y orquesta en re mayor op. 61 de Ludwig van Beethoven. «Captando en la música elementos que van más allá de lo meramente musical, Giussani despertaba el deseo de infinito innato en el ser humano y mostraba cómo en la música puede reconocerse la experiencia de la vida humana», explicó el teólogo.

Adam Skreczko, profesor en la Universidad de Varsovia, llamó la atención sobre la libertad, palabra clave en la concepción educativa del sacerdote italiano, basándose en su propia experiencia pastoral y en su trabajo académico dedicado al matrimonio y la familia.

En su discurso introductorio de la segunda sesión del congreso, Arkadiusz Gudaniec, profesor de Filosofía en la Universidad Católica de Lublin, señaló que las personas educadas en la fe se sienten empujadas hacia el compromiso social y la fe se convierte para ellos en una fuente de acción. Según la pedagogía de don Giussani, la correlación entre fe y vida cotidiana se revela en tres dimensiones fundamentales del compromiso: caritativo, cultural y misionero.

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El testimonio de Wojciech Murdzek, viceministro de Educación y Ciencia del Gobierno polaco, tomó la forma de una entrevista sobre el compromiso social y caritativo de los miembros del movimiento de Giussani. Su interlocutor puso el ejemplo de la fundación Ut Unum Sint que trabaja con niños sin recursos en Świdnica (de la que él sigue siendo presidente). Recordó la experiencia de sus primeros encuentros con personas que vivían el carisma de CL, que le mostraron el cristianismo de un modo fascinante, como un acontecimiento que influye en todos los aspectos de la vida, incluida incluso, como señaló en tono de broma, la capacidad de «lavar los platos con amor y atención al otro».

Urszula Piętka, catequista con muchos años de experiencia didáctica y editorial, describió el efecto de la implicación de CL en el desarrollo de la cultura y la educación, observando que una persona asombrada y conmovida por su encuentro con Cristo puede tener una manera nueva de implicarse, y crear con una perspectiva nueva. «Entonces la fe empieza a hacerse cultura».

Adam Wiński, sacerdote de la archidiócesis de Białystok y misionero en Cuba, confesó que si no fuera por don Giussani no estaría de misión, y que su primera responsabilidad en el lugar donde vive –tan hostil con la Iglesia– consiste en mostrar a los cubanos su humanidad, una Iglesia con rostro humano. «En el movimiento he aprendido a abrazar con ternura mi humanidad y a abrazar la humanidad herida de mis hermanos y hermanas para que Cristo pueda estar más presente y visible en este mundo. Eso sucede hablando sencillamente con cada persona, escuchándolas sin prejuicios, sin juzgar, siendo una presencia cargada de Presencia». El fruto de esa actitud, añadió Adam, es una apertura para vivir todos los aspectos de la vida –incluso las dificultades y fracasos– con cierto desapego y con una sonrisa, con cordialidad, «abiertos a contemplar la victoria de Cristo».