Encuentro sobre el trabajo en Milán, 17 de mayo de 2022

El corazón del trabajo, la unicidad de la persona

Segundo encuentro del ciclo dedicado a los jóvenes promovido por la CdO Milán y la Fundación por la Subsidiariedad, con tres profesionales que cuentan su experiencia y su relación con sus empleados
Alberto Perrucchini

El martes 17 de mayo, en el teatro PIME de Milán, se celebró el segundo encuentro de un ciclo guiado por Giorgio Vittadini, responsable de la Fundación por la Subsidiariedad, y Andrea Dellabianca, presidente de la Cdo Milán, fruto de un deseo de intentar orientarse en un mundo laboral cada vez más voluble y confuso. Si el primer encuentro abordó los problemas de los que intentan entrar en este mundo o están empezando, esta vez tocó el turno de los profesionales que se dedican a dar empleo, los que están al otro lado de la mesa en las entrevistas. Dos caras de la misma moneda, a las que les cuesta a veces conocerse y dialogar. «¿Es posible un camino común?», empezó preguntando Dellabianca.

Daniele Sacco cuenta con una larga carrera en el sector de recursos humanos. Actualmente trabaja en el Grupo Mondadori, después de pasar varios años fuera, trabajando para empresas extranjeras. Ha conocido a muchos tipos de empleados, ha leído montones de CV, pero ante la pregunta «¿qué le pide el mundo del trabajo a la persona?», solo puede partir de sí mismo. «Tengo que preguntarme qué le pido yo al trabajo. Para mí, desempeñar una profesión siempre ha sido una manera de descubrir para qué estoy en el mundo y de qué sirve el deseo que llevo dentro». ¿Cómo conjugar una cuestión tan profunda y tan íntima con lo que busca el mercado laboral? «Cada vez resultan más decisivas las llamadas soft skills (habilidades sociales, ndt.) del candidato», dice Sacco, destacando todas esas cualidades que cada uno tiene y que van más allá de las competencias técnico-profesionales, que derivan de la propia vida y de la propia historia. «La personalidad de cada uno no es algo que mortificar sino que debe salir a la luz». A lo que Vittadini añade que «hoy se habla incluso de character skills (habilidades personales, ndt.), donde el carácter y la actitud del candidato resultan esenciales ya durante la entrevista».

Massimiliano Tonarini dirige una empresa dedicada a la mediación crediticia. A lo largo de su carrera ha ido adquiriendo competencias pero al mismo tiempo ha visto que todo eso no bastaba. La primera habilidad que hace falta para poder trabajar es «la conciencia de que lo que estás haciendo es bueno para alguien». Luego está también la capacidad de confrontarse con los compañeros. «Los conocimientos técnicos llegan después». Conocimientos que, según Tonarini, él adquirió viviendo una especie de segunda vida profesional como presidente de la cooperativa social La Zolla, un colegio que nació del deseo de crear un lugar que pusiera en el centro la unicidad de la persona. «¿Pero cómo emerge la personalidad de cada uno?», preguna Vittadini. «No existe un mecanismo que activar. Más bien, hay que mantener el deseo del que tienes delante para que entre en relación con la realidad».

La última intervención fue la de Marco Saporiti. Hace cuatro años, recién graduado, fundó una agencia de comunicación. «Todo mi empeño es que la gente que está conmigo pueda levantarse por la mañana pensando que va a trabajar a un buen sitio». ¿Es solo un deseo ingenuo o es algo que puede combinarse con el buen funcionamiento de la empresa? «Una chica se trasladó de Roma a Milán para trabajar conmigo», cuenta Saporiti. «Renunció a un empleo fijo en su ciudad para venir a trabajar en una empresa pequeña como la nuestra. ¿Por qué? Me respondió que buscaba un sitio así, un lugar que le permitiera expresarse también personalmente». A lo que Vittadini comenta: «En un mundo donde el empresario quiere ser el único jefe, me sorprende encontrar gente que pone en el centro de su empresa a la persona y el carácter de cada uno. La unicidad del otro llega a convertirse en el corazón de la empresa».

Después de las intervenciones, hubo espacio para alguna pregunta. Cinco en total, suficientes para ver que cada uno de los presentes en la sala vivía una historia distinta, pero hay preguntas que todos comparten. «¿Qué hacer cuando algo no va bien en el trabajo?», por ejemplo. Sacco aceptó la provocación contando su experiencia, cuando una vez, mientras se quejaba a su responsable, este le dibujó dos círculos: uno representaba su esfera de acción, la dimensión donde se desarrollaba su trabajo; el segundo, más grande, su recriminación. «Ahora decide dónde quieres apostar», le dijo su jefe. «Puedes limitarte a criticar o intentar ampliar el espacio en el que te mueves». Otra pregunta: «Llevo unos meses trabajando en una importante multinacional. Es el trabajo que quería, pero veo que en un ambiente así es fácil que te acaben tratando como un número. Por eso me gustaría buscar una alternativa, otro empleo, ¿qué criterio debería seguir?». Esta vez es Saporiti quien responde, pero también partiendo de lo que él mismo ha vivido desde que estaba en la universidad. «Ver que algo no funciona en tu trabajo ya es un inicio. Uno empieza así a descubrir algo más de sí mismo y vuelve a ponerse en movimiento». Sacco añade: «Buscar trabajo ya es un trabajo, obliga a un conocimiento crítico de uno mismo. Pero solo se puede hacer este camino cuando tienes alguien a quien preguntar».

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«Cuanto más miramos alrededor, más historias vemos que nos permiten compararnos y nos indican un camino», concluye Vittadini. Volviendo a las últimas palabras de Sacco, encuentros de este tipo resultan fundamentales, puesto que «somos un pueblo, un pueblo que se apoya ante cualquier pregunta o petición de ayuda».