(Foto: Hunters Race/Unsplash)

¿Hay algo que resista la fatiga del trabajo?

Las preguntas de los que afrontan su primer empleo, los equilibrios entre la familia y la carrera profesional, el sueldo, la pasión por construir… Comienza una serie de encuentros con Giorgio Vittadini y Andrea Dellabianca
Martina Brusa

El viernes 11 de marzo se celebró en el teatro PIME de Milán un encuentro titulado “¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?”, organizado por la Asociación Casa de la Solidaridad Amigos de Sandra y la CdO Milán. Una idea que nace de la conciencia de que el trabajo suele concebirse únicamente como un medio para obtener una renta que luego nos permita vivir y consumir. «En la experiencia laboral, el aspecto económico es sin duda importante, pero no es el único», decía la invitación: «El trabajo también es un ámbito donde la persona puede ser más persona, al experimentar su creatividad y los vínculos que la unen con los demás».
Echando un vistazo a la platea, no solo había jóvenes graduados que se enfrentan al mundo del trabajo, sino también jóvenes padres de familia que se enfrentan a la decisión de apostar por su carrera o no. También había algunos con el cabello ya plateado, que lleva en el mundo laboral varias décadas. Resulta evidente que la “cuestión” del trabajo es un tema siempre abierto, a cualquier edad y en cualquier momento de la vida profesional. El diálogo es vivo, con intervenciones y testimonios que ponen sobre la mesa muchos aspectos de la vida cotidiana, desde la conciliación laboral a los problemas de salario, la actividad sindical, la pasión por el trabajo, la duda de ciertos trabajos “totalizantes” y la ambición en un sistema cada vez más competitivo.

Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, y Andrea Dellabianca, su homólogo en la CdO Milán, empezaron desafiando a los presentes. El trabajo, sea cual sea, incluso en una situación que puede resultar a menudo «árida y fatigosa», como lo describía don Giussani, puede ser una ocasión para cambiar la realidad, para mejorar el mundo. Se trata de un desafío para entender mejor para qué estamos en el mundo. «Trabajar permite profundizar en quiénes somos, es una posibilidad de autoconciencia», dice Vittadini. «Cada día tenemos que “pasar por el aro”, pero siempre se puede volver a empezar, como si fuera el primer día, tratando de mejorar lo que tienes delante y participando en la redención del mundo. La idea de que trabajas para alguien, que puede ser la familia por ejemplo, o para hacer el mundo mejor, es la síntesis del trabajo cristiano». Por este motivo el trabajo no puede ser “todo” en la vida, un tema muy actual sobre todo entre los jóvenes. Pero quien vive una dimensión familiar, afectiva o social mete una marcha más. Dedicarse “a otra cosa”, a la familia, a los amigos, al movimiento… puede parecer una desventaja pero sin ello, a la larga, la contribución que puedes aportar en el trabajo resulta cada vez más árida. En cambio, si por un lado un compromiso serio con el trabajo también puede mejorar la manera de vivir la familia y el tiempo libre, por otro, al contrario, quien vive comprometido fuera del trabajo también aporta un valor añadido a la empresa.
«Solo cuando trabajamos por alguien y por algo, podemos soportar la fatiga del trabajo», añade Vittadini, que pone el ejemplo de la gente que hace más de un siglo tenía que dejar su país, su familia, sus amigos, para buscar trabajo a miles de kilómetros para sostener a los que dejaba en casa. «Este “ofrecimiento de uno mismo” hay que reconocerlo cada día para dar sentido a esa fatiga y no quedarse aplastados».

¿Cómo puede suceder esto? «Siempre hay que buscar alguien que nos ayude, que nos sostenga», concluye Vittadini. Puede ser un maestro, alguien de quien aprender, pero también puede ser una compañía de amigos que te rodea, que debe convertirse en un “recurso”, una amistad operativa, que no resuelve problemas pero que enriquece los criterios con los que uno mira, añade experiencia, hace más inteligente la manera de afrontarlos. Cuando estamos trabajando, en las circunstancias a las que nos enfrentamos, llevamos con nosotros la tradición de todo un pueblo al que pertenecemos, un pueblo que está al servicio del mundo.