Niños del centro Ojos de Cielo en Quito (Foto AVSI)

Ecuador. El regalo de Jamilette

Uno de los tres proyectos de la campaña navideña de AVSI en América Latina, junto a los de Brasil y México. Una ocasión de invertir «en reavivar la esperanza» de un pueblo
Emmanuele Michela

Jamilette ha vuelto a hablar y a querer, y todo empezó por la ayuda al estudio que recibió en época de Covid. La ciudad de Quito, en Ecuador, sufrió la pandemia como toda Sudamérica, pero en las “Invasiones” –grandes territorios ocupados a menudo mediante la violencia de familias pobres que quieren construir de manera abusiva su casa para poder vivir cerca de la capital– se paga alto el precio de una pobreza cultural y humana, más aún que económica. «Las relaciones son violentas, dictadas muchas veces por la instintividad, el valor de la persona es igual a cero. Droga y criminalidad están muy extendidos», explica Stefania Famlonga, responsable del programa de adopción a distancia con AVSI y directora de la Fundación Sembrar, que desarrolla proyectos educativos en Quito desde 2004. Pero no se quita de la cabeza algo que una niña de doce años le dijo hace solo unos días. «Tiene un pasado terrible y llegó aquí en plena pandemia porque buscaba un lugar donde poder conectarse para seguir sus clases. Al principio era muy introvertida, no hablaba y llegaba a terminar pocas de las cosas que empezaba. Pero nunca dejó de venir. En julio siguió las actividades del centro estival y luego se apuntó a otro de nuestros proyectos. En una ocasión estaba en la cocina conmigo y me contó, con lágrimas en los ojos, que los pocos dólares que su padre –separado– le había dado se los iba a gastar en un regalo para su madre. Se había dado cuenta de que sufría mucho por ella y se sacrificaba mucho».

Así se entiende mejor el lema de la última campaña de Navidad de AVSI, “El desarrollo eres tú”: no limitarse a un apoyo económico, sino favorecer sobre todo el crecimiento del yo. Uno de los proyectos de esta campaña se centra en América Latina para apoyar a tres entidades que trabajan con personal local en el ámbito educativo y de desarrollo personal. La primera es la citada Fundación Sembrar en Ecuador, con actividades para la primera infancia en el centro “Ojos de Cielo” y mediante el PelCa (itinerario educativo doméstico) con acompañamiento familiar y programas para niños en edad escolar y sus familias, apoyo al estudio, actividades recreativas, orientación laboral y formación profesional para jóvenes, sobre todo gracias al centro Luigi Giussani. En segundo lugar, en México, está “Crecemos Dijo”, que realiza actividades de acompañamiento escolar desde primera infancia hasta la adolescencia, prevención y educación para una nutrición adecuada. Y por último, en Brasil, “Cren”, con actividades de diagnóstico, tratamiento, investigación y didáctica relacionadas con la malnutrición infantil y adolescente.

Una educadora visita a una familia ecuatoriana (Foto AVSI)

«AVSI está presente en Ecuador desde el año 2000 con el programa de adopción a distancia. Yo estoy aquí desde 2004, cuando nació esta obra», continúa Famlonga, explicando la importancia de la educación. «Los primeros proyectos iban dirigidos a niños pequeños, empezando por sus madres. Luego se empezaron a alternar varias iniciativas que se convirtieron en tres proyectos que aún siguen en marcha: uno orientado a niños pequeños, otro a jóvenes y otro a mujeres». Actualmente, en torno a la Fundación Sembrar orbitan más de 1.200 personas, un flujo de rostros y relaciones que durante el confinamiento sufrió la imposibilidad de juntarse. «Al principio teníamos que perseguir las relaciones con los beneficiarios de manera virtual. Más tarde, en octubre de 2020, conseguimos retomar los encuentros presenciales».

La situación sanitaria actual, según Famlonga, es más fácil de gestionar gracias al buen ritmo de vacunación en el país, «pero la emergencia nos ha puesto delante, aún más, una pregunta sobre el significado de lo que hacemos. Los jóvenes que vienen a nuestro centro necesitaban ordenador y conexión. En general, lo que nosotros podemos ofrecer son espacios físicos, como la guardería, el centro juvenil, los talleres. Pero el verdadero objetivo de nuestra actividad es otro: ofrecer relaciones significativas con adultos y educadores que sean capaces de encender la llama del deseo en estas personas. Como les han educado en el poco valor que tienen, muchos de estos jóvenes tienen pocas ganas de vivir, y tenemos que apostar por ellos para reavivar su esperanza».

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Es el caso de Alejandra, 19 años. «Lleva muchos años con nosotros y ahora ha empezado como educadora. Durante una asamblea por Zoom, nos contó sus dificultades en casa con su familia, pero también que un día, durante una pelea bastante acalorada, sintió el deseo de vivir con sus padres del mismo modo que estaba con nosotros. Entonces se puso a preparar comidas y cenas, poner la mesa, recoger y estar con su familia con ese deseo abierto profundamente».